¿Realmente produce efectos en las personas por las que se ofrecen las intenciones de las misas?
Desde pequeño he
visto como muchos en mi familia han ofrecido misas por diversos motivos, en su
mayoría, aniversarios o por aquellos familiares que se nos han adelantado. Pero ¿qué valor tiene hacer este acto?
¿Realmente produce efectos en las personas por las que se ofrecen las
intenciones de las misas?
Ofrecer la misa por algún motivo o
persona es una tradición muy antigua, en especial cuando se hacía por los
difuntos. Desde solicitar alguna gracia en particular, el éxito de una operación
o simplemente como acción de gracias por un sinfín de razones.
Hay que destacar que cada Misa se
ofrece en acción de gracias a Dios por todo lo que ha hecho. Así lo explica
el Catecismo de la Iglesia Católica: “La Eucaristía es un sacrificio de acción de gracias al Padre, una
bendición por la cual la Iglesia expresa su reconocimiento a Dios por todos sus
beneficios, por todo lo que ha realizado mediante la creación, la redención y
la santificación. “Eucaristía” significa, ante todo, acción de gracias”
(CEC 1360).
Además, los efectos que tiene la
Misa son purificadores y de reparación, esto lo encontramos en el
mismo Catecismo: “En cuanto
sacrificio, la Eucaristía es ofrecida también en reparación de los pecados de
los vivos y los difuntos, y para obtener de Dios beneficios espirituales o
temporales” (CEC 1414). Por lo tanto, estos motivos son por los que se ofrece cada Eucaristía
que se celebra en el mundo.
Pero existe el llamado “fruto ministerial”,
que propiamente son los beneficios que obtienen aquellos por quienes el
Sacerdote ha ofrecido una Misa en particular. Por algún
enfermo, difunto, alguna pareja de novios, por alguien que celebra su
cumpleaños, etc. A través de ese
ofrecimiento, el poder que tiene una Misa, por la misma gracia de Cristo que se
ofrece por todos, se enfoca en especial hacia la intención que se presentó para
gloria de Dios y en beneficio de toda la Iglesia.
En cada
Eucaristía participamos todos de la oración colecta, ese momento en el que el
Sacerdote recoge todas las intenciones presentes en la Misa. Cuando se
ofrece por un motivo en especial, por un lado, pedimos a Dios que otorgue los
frutos del sacrificio de Cristo a cada situación ya establecida por la Iglesia
en cada Eucaristía y, por otro, pedimos incluir algunas en particular para que
entre todos de los que participamos de ese momento nos unamos de manera
especial a ellas.
El beneficio de este acto no es
solamente para las personas por las que se ofrece, también es un consuelo para
quien la ha encargado. Tal es el caso de la pérdida de un ser querido que,
ante el dolor que produce su partida, se busca así su descanso eterno, por lo
que, al encargar una Misa por ese motivo, conforta el alma. Asimismo, cuánto se
agradece que alguien ofrezca una Eucaristía por una persona viva en razón de
una ocasión especial.
Al pedir al Sacerdote que se tome
nuestra intención en la Misa, es costumbre ofrecer un estipendio en
agradecimiento y en apoyo al sustento de las necesidades que pudieran existir
para la misma Parroquia o capilla. “Los fieles que ofrecen una ofrenda para que se aplique la Misa por su
intención, contribuyen al bien de la Iglesia, y con ella participan de su
solicitud por sustentar a sus ministros y actividades” (Código
de Derecho Canónico 946).
Por: Daniel Alberto Robles Macías