Todos estamos llamados a ser santos,
descubre el camino
Muchas
veces se nos olvida que todos estamos llamados a ser santos, o bien, nos da
flojera luchar por ser santos, porque nos parece que ser santo es algo aburrido
o algo hecho para gente rara, amargada o de otra época. Y no es cierto, al
contrario, la santidad es expresión de una vida vivida en plenitud y
felicidad.
Los santos, son todas
aquellas personas que han llegado al cielo. La
santidad se debe vivir todos los días, nos cuesta imaginarnos un santo con
pantalón vaquero y una vida tan normal como la nuestra. Ser santo lo hemos
identificado con ser raro, aburrido o absurdamente sacrificado. Naturalmente
esta figura de santo tiene poco atractivo. En otras ocasiones identificamos al
santo con el ser perfecto y concluimos que deben ser cosas de otras épocas,
porque hoy en día hay gente buena y hasta muy buena pero perfecto es algo que
no podemos decir de nadie que hayamos conocido.
Jesús en el Evangelio
de Mt 5, 1-12 nos propone el camino para ser santos:
En aquel tiempo, cuando
Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron
sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles, hablándoles así: “Dichosos los
pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los que
lloran, porque serán consolados. Dichosos los sufridos, porque heredarán la
tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán
saciados. Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Dichosos
los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la
paz, porque se les llamará hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de
la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos serán ustedes
cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa
mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los
cielos, puesto que de la misma manera persiguieron a los profetas que vivieron
antes que ustedes”.
Todos queremos ser felices,
pero buscamos la felicidad conforme tengamos nuestro concepto de felicidad
establecido, algunos lo entienden en: riqueza y dinero, éxito y
posición social, seguridad y amor, poder y dominio, sexo y placer, etc. Pero
hoy Jesús nos propone un camino totalmente diferente y nuevo para alcanzar la
felicidad, nos da nueve senderos nuevos para que podamos encontrar
la plenitud en nuestro corazón.
Es una propuesta nueva
porque nadie, antes de Jesús, lo había planteado, y es revolucionaria porque a
los ojos del mundo es utópico poder vivir lo que Jesús nos presenta. Pero
escuchamos que Jesús subió al monte y se sentó, es la actitud de
enseñanza. ¿Qué enseña? Cómo hemos de vivir si queremos tener el Reino de los
cielos. Es una enseñanza básica, sensata, llena de cordura, pero lo
más interesante es que está llena de coherencia de su parte porque él mismo ha
vivido todo eso.
Enseña 8 bienaventuranzas
básicas que las pueden vivir todos los hombres, incluso
un no cristiano pudiera estar de acuerdo con ellas y vivirlas, pero
luego llega la novena, bienaventurados son si por mi causa los persiguen, los
injurian, ese día alégrense. No se puede entender todo lo que el
Señor ha dicho antes sin este pasaje, ya que esto corona y purifica todo lo
anterior que hayamos hecho por el Señor, esto nos refiere a un amor de caridad,
de entrega, de donación.
Me llama mucho la atención
dos bienaventuranzas en particular y es con la que inicia esta carta
magna, la pobreza de espíritu. Es la invitación a
desprendernos de todas esas falsas posesiones de nuestro corazón, las cuales
son presentadas por el mundo como nuestra felicidad, pero en realidad no lo
son, y hasta que no las eliminemos, no podremos dejar que Cristo habite en
nuestro corazón, no podremos entrar en el camino del Señor hasta que
no seamos verdaderamente pobres, hasta que nuestro corazón no tengo ningún tipo
de apego. La pobreza de espíritu es el que se sabe necesitado de
Dios, es el que no se basta a sí mismo, es el que dice, todo es de Dios, todo
te lo debo a ti, etc.
Recordemos que la escritura
nos habla de los Anawím que eran los pobres de Yahvé,
los que vacíos de sí mismos, esperaban todo de Dios, esta debe ser nuestra
primera y principal actitud en la vida para poder dejar a Dios hacer su obra en
nosotros, esperarlo todo de Él.
Finalmente me llama
mucho la atención la bienaventuranza referida a la limpieza de corazón, ya que
es la única bienaventuranza que nos promete la visión de Dios. Esa
limpieza nos hace reconocer a Dios en nuestros hermanos, pero cuando no tenemos
a Dios, cuando no tenemos pureza en el corazón no ves al mismo Dios, y
entonces, utilizas al otro, te servirás de ellos y no como servir a ellos. La
pureza nos ayuda a ver y a reconocer a Dios en nuestros hermanos necesitados.
Pidámosle a Dios que nos dé
la valentía para saber renunciar a todas las falsas posesiones de nuestro
corazón, saber deshacernos de todos aquellos apegos que se han instalado y que
no nos dejan tener un corazón limpio y, por lo tanto, no nos permiten ver y
reconocer a Dios en nuestros hermanos.
Por: P. José Luis González Santoscoy
Por: P. José Luis González Santoscoy
Fuente:
PadreJoseLuisGS.com