“Flores de dignidad en tierra de sangre”: la esclavitud en los bateyes
dominicanos
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Alex Proimos-(CC BY-NC 2.0) |
Ya lo habíamos
visto en el documental “El precio del azúcar” (“The Price of Sugar”, 2007)
dirigido por Bill Haney y narrado por Paul Newman: la historia de los bateyes
dominicanos y la lucha por la dignidad de los trabajadores haitianos –en
condición de esclavos—del sacerdote español Christopher Hartley Sartorius;
lucha que, por cierto, le ganó amenazas de muerte y el exilio.
Doce años más
tarde del estreno del documental (Hartley ahora sirve en una misión en Sudán
del Sur), la situación de los bateyes (los lugares donde viven los trabajadores
de la caña de azúcar) en la provincia de El Seibo, República Dominicana, no ha
cambiado un ápice: las condiciones de los haitianos empleados en la industria
azucarera siguen siendo condiciones de esclavitud.
Así lo demuestra
“Flores de dignidad en tierra de sangre”, el Informe 2019 de Selvas Amazónicas,
una entidad de misiones dominicas de la Provincia de Hispania. El autor, fray
Miguel Ángel Gullón, OP, misionero en El Seibo, afirma que en los cañaverales
de esta provincia de República Dominicana hay cerca de 25.000 trabajadores
haitianos explotados y vejados en su dignidad humana.
Llamado a la defensa de la dignidad humana
“Las
condiciones de vida son de pura esclavitud, no se puede decir que se parecen a
la esclavitud. Y esta situación viene de lejos”. Viene de la trata de esclavos
provenientes de África que poblaron la isla durante los años de la colonia. Hoy
la esclavitud la desempeñan los migrantes haitianos y sus descendientes, que
viven fuera de la vista del mundo, hacinados en los bateyes.
Fray Miguel
Ángel, de origen español, se incorporó al vicariato Pedro de Córdoba en la
República Dominicana en 1999 y es en el año 2005 cuando llega a Santa Cruz de
El Seibo, donde dirige la emisora de radio comunitaria Radio Seibo, al servicio
de la evangelización. El contacto constante con la población del este de
República Dominicana le llevó a escribir “Flores de dignidad en tierra de
sangre”.
En opinión de
su autor, se trata de una llamada –desesperada– a la defensa de la dignidad
humana y a su vez una denuncia de las violaciones de derechos que llevan a cabo
grandes terratenientes y grandes corporaciones azucareras, como Central Romana
o el Grupo Vicini, en la región de El Seibo. El texto refleja como industria
azucarera y esclavitud crecieron estrechamente unidas.
Tierras sin ley
Es un relato
cercano y certero de las penosas condiciones de vida y trabajo de los braceros,
los trabajadores de los campos de caña de azúcar, principalmente haitianos, que
sufren violaciones diarias de derechos con la complicidad de las autoridades.
Los bateyes son tierra sin ley. Estados paralelos a los que no llegan ni los
servicios ni la autoridad pública.
La jornada
laboral es de sol a sol, y no hay más días de descanso que Año Nuevo y Viernes
Santo. En los cañaverales o en el batey, los braceros están controlados
permanentemente por la Policía privada de las azucareras. Son los únicos
lugares donde “Migración no los irá a buscar”, porque el Estado “jamás se
atrevería a dar a los intereses económicos” de esta industria, documenta el
Informe.
En el trabajo
del fraile dominico se pone de manifiesto tanto el acaparamiento de tierras por
parte de grandes capitales como el hecho de que en los cañaverales, “las
condiciones de trabajo son de pura esclavitud”. El religioso ha podido
documentar los salarios de miseria (según las toneladas recolectadas, un joven
puede ganar unos 200 dólares al mes).
Nada ha cambiado
“Las
consecuencias de estas prácticas son desastrosas para la región: destrucción
del medio ambiente, acceso reducido a la tierra para las comunidades locales,
desalojos forzosos y condiciones laborales precarias en las plantaciones de
caña de azúcar”, escribe Fray Miguel Ángel en las conclusiones del Informe 2019
de Selvas Amazónicas.
Y agrega que,
dado que las viviendas suelen pertenecer a las empresas, cuando estos
trabajadores enferman o llegan a la ancianidad, “son expulsados y abandonados a
su suerte, maltrechos ya físicamente, sin una pensión de vejez”. Es la caridad
de alguna congregación como es el caso de las Hijas de María de La Higuera, la
que acoge a algunos de estos ancianos que, al final de su vida, quedan en la
más absoluta miseria”.
Nada ha
cambiado desde el impacto que tuvo el documental “El precio del azúcar”. Sigue
pagándose un precio de sangre, de miseria y de esclavitud por parte de los
haitianos empobrecidos, obligados a huir de su país, hambrientos y sin una ley
humana que los proteja en su dignidad de hijos de Dios. Nada ha cambiado.
Jaime
Septién
Fuente:
Aleteia