Comparar
la oración con productos de alta tecnología es una idea extraña, a diferencia
de ellos, ella no busca nada útil, lleva su alegría en sí misma, pero…
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| © Doidam 10 |
Ordenadores
y teléfonos inteligentes, tabletas conectadas, agendas y relojes electrónicos…
Todos estos objetos se renuevan constantemente, siempre más bellos, más
potentes, más atractivos: fundas metálicas o perladas, magníficas pantallas,
funciones sofisticadas.
Podemos vivir sin ellos,
pero se han hecho indispensables. ¿Quién lo negaría?
Estas herramientas que
harían que James Bond palidezca de celos se han convertido en parte de nuestras
vidas porque están, precisamente, a nuestro alcance. Debemos
desear a la oración las mismas virtudes: al alcance, seductora, renovada,
indispensable.
Orar en todas partes y en todo momento
Llamo
aquí “oración portátil” al simple hecho de
rezar durante un viaje, durante esos múltiples viajes que devoran nuestro día:
tren, metro, autobús y, en una forma mucho más difícil de organizar debido a la
atención que se requiere, coche (a no ser que seamos varios en el coche).
Por mucho que sea necesario
tomar un momento cada día para Dios a solas, en casa o en una iglesia, es igual
de ingenioso aprovechar de los viajes.
Una
oración high-tech puede llevarte al paraíso.
Nada más fácil, caminando
por las calles, que rezar unas decenas del rosario. En el tren, lee un poco del
Evangelio, un salmo, la oración del día en el libro Magnificat.
En el
metro o en el autobús, lee un libro espiritual. Las condiciones no son ideales, pero
es posible. Con un poco de práctica, se hace muy bien. Así es como santificamos
un día. Mejor una oración imperfecta que nada de nada.
Recientemente, una madre
compró a su hijo su primer teléfono celular. El vendedor burlón le dijo:
“¡Bienvenidos al infierno!”. Que la oración high-tech sea, por el contrario, un paraíso
para nosotros.
Por
Fray Thierry-Dominique Humbrech
Fuente:
Aleteia






