Como cada año cuando se acerca la Navidad, Santa está omnipresente: en
supermercados, en embalajes de chocolate, en libros y dibujos animados. ¿Pero
debemos dejar que nuestros hijos crean en su existencia?
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| skeeze | Pixabay |
Navidad, lo
sabemos bien, no es Santa Claus. Y este personaje, aunque agradable, se vuelve
engorroso y molesto cuando enmascara la realidad del misterio de la Navidad.
Por lo tanto, los padres creyentes se hacen muchas preguntas sobre él: ¿qué
lugar darle en la familia?
Nunca debes mentir a un niño
Hay una gran
diferencia entre dejar que crea en él como una leyenda, y enredarse en mentiras
cuando el niño comienza a sospechar. En otras palabras, un niño puede muy bien
contar historias, sobre Santa o cualquier otra cosa (un amigo imaginario, por
ejemplo), y le encanta hablar con sus padres como si fuera verdad, mientras
sabe en el fondo que es un juego.
Pero cuando
hace una pregunta directa porque quiere saber la verdad, merece saberla. Si
no, el día que se entere, sentirá al mismo tiempo que sus padres le han mentido
y que no puede confiar en ellos.
En lo que
respecta a la Navidad, si intentamos demostrar la existencia de Santa
amontonando mil mentiras, el día en que el niño entienda la verdad, corre el
riesgo de rechazar, junto con Santa Claus, todo lo demás: El Niño del pesebre y
la Buena noticia que nos ha traído.
Si hablamos de
Santa Claus y de Jesús con la misma fuerza de persuasión, ¿por qué el niño, no
creyendo más en uno, seguiría aún creyendo en el otro?
Nunca olvides el verdadero significado de la Navidad
A pesar de lo
simpático y divertido que es Santa Claus, bajo ninguna circunstancia debe
eclipsar o disminuir la verdad de la Navidad. Por lo
tanto, es esencial reorientar siempre a los niños hacia el belén: Navidad, ahí
es donde sucede.
Todo lo que
vivimos en Navidad, incluidos los regalos, solo tiene sentido a través del
nacimiento de Jesús. Somos felices porque Dios se hizo hombre, nos
intercambiamos regalos, signos del amor compartido, porque Él vino a llamarnos
para amar. Hay que decirlo y repetirlo a los niños.
Deben poder
vivir la Navidad de manera muy concreta preparando regalos, visitando a una
persona sola, enviando tarjetas de Navidad para llevar el calor de su afecto a
los que están lejos. eligiendo algunos de sus juguetes para darlos a los niños
pobres, preparándose espiritualmente, a través de la oración, el espíritu de
pobreza y de equidad, para recibir a Jesús.
¿Debemos dejar nuestros niños creer en Santa?
“¿Suprimir
Santa Claus? No sin duda! Esto sería suprimir una parte esencial de la ilusión
de nuestros niños”, objetan algunos padres. Otros añaden: “No hacerles creer en
Santa, sería marginarlos, porque lo escuchan en todas partes, especialmente en
la escuela”.
Este último
argumento es más que cuestionable: pone el problema al revés. Sería el colmo,
de hecho, que la leyenda prevalezca sobre la realidad, con el pretexto de que
la mayoría prefiere una en lugar de la otra.
Depende de
nosotros los cristianos cambiar las cosas para que, en todas partes, sea el
pesebre el centro de la fiesta de Navidad. Sea uno cristiano o no, no
se puede negar el hecho histórico del nacimiento de Jesús, ni el principal significado
primera de Navidad.
Respecto al
argumento de no quitar la ilusión a los niños, es cierto que muchos niños
juegan con él y hablan de él “como si” fuera cierto.
Podemos muy
bien entrar en su juego, con la única condición de asegurarnos de nunca hablar
en el mismo registro de Santa Claus y de Jesús. El evangelio no es un
juego, no es “como si”. Y por otro lado, ¿la historia verdadera del
amor de Dios por nosotros nos es infinitamente más bella que todas las
leyendas?
Christine
Ponsard
Fuente:
Aleteia






