Palabras
a los refugiados de Lesbos
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| Encuentro del Papa con los efugiados Que Trasladó De Lesbos A Roma © Vatican Media |
«No
se resuelve el problema bloqueando los barcos», ha asegurado el Papa Francisco,
refiriéndose a la migración y la cuestión de los refugiados. «Debemos socorrer
y salvar, porque todos somos responsables de la vida de nuestro prójimo, y el
Señor nos pedirá que demos cuenta de ello en el día del juicio».
Al
final de las audiencias de esta mañana, el Papa Francisco se ha encontrado con
los refugiados llegados recientemente de Lesbos gracias
a los corredores humanitarios e hizo colocar una cruz en la entrada al Palacio
Apostólico desde el Patio del Belvedere en memoria de los migrantes y
refugiados, ha informado la Oficina de Prensa Vaticana este jueves, 19 de
diciembre de 2019.
Son 33 refugiados de diferentes naciones,
entre ellas Afganistán, Camerún y Togo, procedentes de la isla griega
Lesbos, visitada por Francisco en abril de
2016. Por deseo expreso del Pontífice, llegaron a Roma el pasado 4 de
diciembre, gracias a la Santa Sede y la Comunidad de San Egidio. En el grupo
hay 14 menores de edad y una decena de fieles cristianos.
«Somos responsables»
El
Papa les ha dirigido unas palabras al llegar, después de acariciar a una niña
bebé que estaba sentada en el suelo. Los refugiados le escuchaban de pie
alrededor de él, en un ambiente cálido y cercano. «No se resuelve el
problema bloqueando los barcos», ha anunciado. «Debemos socorrer y salvar,
porque todos somos responsables de la vida de nuestro prójimo, y el Señor nos
pedirá que demos cuenta de ello en el día del juicio».
«¿Cómo
podemos dejar de escuchar el grito desesperado de tantos hermanos y hermanas
que prefieren enfrentarse a un mar tormentoso antes que morir lentamente en los
campos de detención libios, lugares de tortura y esclavitud innoble?» ha
planteado el Papa, agradeciendo al Señor «por todos aquellos que han decidido
no permanecer indiferentes y se prodigan para socorrer al desventurado».
Crucificado con chaleco
salvavidas
El
Pontífice ha explicado porque decidió mostrar en el Vaticano este chaleco
salvavidas, «crucificado» en esta cruz: «Para recordarnos que debemos tener los
ojos abiertos, tener el corazón abierto, para recordar a todos el compromiso
imperativo de salvar toda vida humana, un deber moral que une a los creyentes y
a los no creyentes».
«En
la tradición cristiana la cruz es un símbolo de sufrimiento y sacrificio y, al
mismo tiempo, de redención y salvación». Así, ha aclarado que esta cruz es
transparente, pues «representa un desafío para mirar con más atención y buscar
siempre la verdad» y ha señalado que «es luminiscente» porque «quiere alentar
nuestra fe en la resurrección, el triunfo de Cristo sobre la muerte», así
también el emigrante desconocido, «que murió con la esperanza de una nueva
vida, comparte esta victoria».
Así,
ha terminado el encuentro invitando a todos los presentes a rezar mirando la
cruz y el chaleco, y después ha saludado a todos personalmente, intercambiando
algunas palabras con ellos, prestando especial atención a los niños.
Publicamos
a continuación el discurso que el Papa dirigió a los presentes durante el
encuentro:
Discurso del Papa
Francisco
Este
es el segundo chaleco salvavidas que recibo como regalo. El primero me lo dio
hace unos años un grupo de socorristas. Pertenecía una niña que se ahogó en el
Mediterráneo. Se lo di a los dos Subsecretarios de la Sección de Migrantes y
Refugiados del Dicasterio para el Servicio de Desarrollo Humano Integral. Les
dije: «¡Esta es vuestra misión!». Con esto quería subrayar el compromiso
ineludible de la Iglesia de salvar la vida de los migrantes, para que después
puedan ser acogidos, protegidos, promovidos e integrados.
Este
segundo chaleco, entregado por otro grupo de socorristas hace apenas unos días,
pertenecía a un migrante que desapareció en el mar el pasado mes de julio.
Nadie sabe quién era ni de dónde venía. Sólo se sabe que su chaleco se encontró
a la deriva en el Mediterráneo central el 3 de julio de 2019, en determinadas
coordenadas geográficas. Nos enfrentamos a otra muerte causada por la
injusticia. Sí, porque es la injusticia la que obliga a muchos migrantes a
abandonar sus tierras. Es la injusticia la que les obliga a cruzar los
desiertos y a sufrir abusos y torturas en los campos de detención. Es la
injusticia la que los rechaza y los hace morir en el mar.
El
chaleco «viste» una cruz de resina de colores, que quiere expresar la
experiencia espiritual que capté en las palabras de los socorristas. En
Jesucristo la cruz es fuente de la salvación, «necedad para los que se pierden -dice
san Pablo- más para los que se salvan, -para nosotros- es fuerza de Dios» (1
Cor 1, 18). En la tradición cristiana la cruz es un símbolo de sufrimiento y
sacrificio y, al mismo tiempo, de redención y salvación.
Esta
cruz es transparente: representa un desafío para mirar con más atención y
buscar siempre la verdad. La cruz es luminiscente: quiere alentar nuestra fe en
la resurrección, el triunfo de Cristo sobre la muerte. También el emigrante
desconocido, que murió con la esperanza de una nueva vida, comparte esta
victoria. Los socorristas me contaron cómo están aprendiendo humanidad de las
personas que logran salvar. Me revelaron cómo en cada misión redescubren la
belleza de ser una gran familia humana, unida en la fraternidad universal.
He
decidido mostrar aquí este chaleco salvavidas, «crucificado» en esta cruz, para
recordarnos que debemos tener los ojos abiertos, tener el corazón abierto, para
recordar a todos el compromiso imperativo de salvar toda vida humana, un deber
moral que une a los creyentes y a los no creyentes.
¿Cómo
podemos dejar de escuchar el grito desesperado de tantos hermanos y hermanas
que prefieren enfrentarse a un mar tormentoso antes que morir lentamente en los
campos de detención libios, lugares de tortura y esclavitud innoble? ¿Cómo
podemos permanecer indiferentes ante los abusos y la violencia de los que son
víctimas inocentes, dejándoles a merced de traficantes sin escrúpulos? ¿Cómo
podemos «dar un rodeo», como el sacerdote y el levita de la parábola del Buen
Samaritano (cf. Lc 10,31-32), haciéndonos responsables de sus muertes? ¡Nuestra
desidia es pecado!
Doy
gracias al Señor por todos aquellos que han decidido no permanecer indiferentes
y se prodigan para socorrer al desventurado, sin hacerse demasiadas preguntas
sobre cómo o por qué se toparon con ese pobre medio muerto en su camino. No se
resuelve el problema bloqueando los barcos. Debemos comprometernos seriamente a
vaciar los campos de detención en Libia, evaluando y aplicando todas las
soluciones posibles. Debemos denunciar y perseguir a los traficantes que
explotan y maltratan a los migrantes, sin temor a revelar connivencias y
complicidades con las instituciones. Los intereses económicos deben
dejarse de lado para que la persona, cada persona, cuya vida y dignidad son
preciosas a los ojos de Dios, esté en el centro. Debemos socorrer y salvar,
porque todos somos responsables de la vida de nuestro prójimo, y el Señor nos
pedirá que demos cuenta de ello en el día del juicio. Gracias.
Ahora,
mirando este chaleco y mirando la cruz, que cada uno rece en silencio.
El
Señor os bendiga a todos.
Rosa
Die Alcolea
©
Librería Editorial Vaticano
Fuente:
Zenit






