Algunos consejos de las Sagradas Escrituras que te pueden ayudar para saber qué es lo que quiere Dios de ti
Ya sea que
quieras cambiar de trabajo, si estás pensando a qué universidades postular, si estás
decidiendo si tener o no otro hijo o tal vez te estés preguntando si ya es
tiempo de volver de nuevo a estudiar (entre otras cosas). El proceso de
toma de decisiones puede ser confuso y realmente agotador.
Pensando en hacer este
proceso un poco más llevadero, hemos tomado algunos consejos de las Sagradas
Escrituras que te pueden ayudar a ponerte en presencia de Dios y que
pueden darte algunas luces para saber qué es lo que quiere Dios de
ti. Antes de empezar debes saber dos cosas:
Dios siempre quiere que
seamos felices, porque nos ama. Él también sabe que solo eso que
nos lleva a crecer en santidad, será lo que a la vez nos conduce a ser felices.
El discernimiento sobre el
plan de Dios usualmente lleva a decidir entre dos alternativas buenas. Discernir
entre dos cosas buenas siempre nos llevará a escoger la mejor opción de las
dos. A escoger lo óptimo.
Tener estas cosas en mente
te ayudará a acortar la lista de alternativas y enfocarte específicamente en
las que son buenas. Recuerda que no hay necesidad de apresurarse. Escoge
un lugar tranquilo para escuchar lo que Dios te dice a través de su
palabra. El discernimiento lleva tiempo y sobre todo tiempo escuchando,
escuchando mucho. Ten paciencia y la confianza de que Dios
siempre quiere lo mejor para ti.
Invita al
Espíritu Santo a que sea Él el que dirija tus oraciones a través de los
siguientes pasajes:
Y percibí la
voz del Señor que decía "¿A quién enviaré? ¿Y quién irá de parte
nuestra?" Dije: "Heme aquí, envíame" (Isaías 6, 8)
¡Lanza gritos
de gozo, hija de Sión, lanza clamores, Israel, alégrate y exulta de todo
corazón, hija de Jerusalén! (Sofonías 3, 14-20)
… Ha retirado Yahveh las
sentencias contra ti, ha alejado a tu enemigo. ¡Yahveh, Rey de Israel, está en
medio de ti, no temerás ya ningún mal! Aquel día se dirá a Jerusalén: ¡No
tengas miedo, Sión, no desmayen tus manos! Yahveh tu Dios está en medio
de ti, ¡un poderoso salvador! El exulta de gozo por ti, te renueva por
su amor; danza por ti con gritos de júbilo, como en los días de fiesta. Yo
quitaré de tu lado la desgracia, el oprobio que pesa sobre ti. He aquí que
yo haré exterminio de todos tus opresores, en el tiempo aquel; y salvaré a la
coja y recogeré a la descarriada, y haré que tengan alabanza y renombre en
todos los países donde fueron confundidas. En aquel tiempo os haré venir,
en aquel tiempo os congregaré. Entonces os daré renombre y alabanza entre todos
los pueblos de la tierra, cuando yo vuelva a vuestros cautivos a vuestros
propios ojos, dice Yahveh.
Antes de
haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te
tenía consagrado, yo profeta de las naciones de instituí (Jeremías 1, 4-10)
… Yo dije: “¡Ah, Señor
Yahveh! Mira que no sé expresarme, que soy un muchacho”. Y me dijo Yahveh:
No digas: «Soy un muchacho», pues adondequiera que yo te envíe irás, y todo lo
que te mande dirás. No les tengas miedo, que contigo estoy yo para
salvarte – oráculo de Yahveh. Entonces alargó Yahveh su mano y tocó mi
boca. Y me dijo Yahveh: Mira que he puesto mis palabras en tu boca. Desde
hoy mismo te doy autoridad sobre las gentes y sobre los reinos para extirpar y
destruir, para peder y derrocar, para reconstruir y plantar.
Boga mar
adentro y echad vuestras redes para pescar (Lucas 5, 4)
… Estaba Él a la orilla del
lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre él para oír la Palabra de
Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los
pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes. Subiendo a una de
las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y,
sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre. Cuando acabó de
hablar, dijo a Simón: “Boga mar adentro, y echad vuestras redes para
pescar”. Simón le respondió: “Maestro, hemos estado bregando toda la noche
y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes”. Y,
haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes
amenazaban romperse. Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para
que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que
casi se hundían. Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús,
diciendo: “Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador”. Pues el
asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los
peces que habían pescado. Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo,
que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas. Desde ahora serás
pescador de hombres» Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le
siguieron.
Lo que cayó en
buena tierra, son los que, después de haber oído, conservan la Palabra con
corazón bueno y recto, y dan fruto con perseverancia (Lucas 8, 15)
Habiéndose congregado mucha
gente, y viniendo a Él de todas las ciudades, dijo en parábola: “Salió un
sembrador a sembrar su simiente; y al sembrar, una parte cayó a lo largo del
camino, fue pisada, y las aves del cielo se la comieron; otra cayó sobre
piedra, y después de brotar, se secó, por no tener humedad; otra cayó en
medio de abrojos, y creciendo con ella los abrojos, la ahogaron. Y otra
cayó en tierra buena, y creciendo dio fruto centuplicado”. Dicho esto, exclamó:
“El que tenga oídos para oír, que oiga”. Le preguntaban sus discípulos qué
significaba esta parábola, y Él dijo: “A vosotros se os ha dado el
conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás sólo en
parábolas, para que viendo, no vean y, oyendo, no entiendan. La parábola
quiere decir esto: La simiente es la Palabra de Dios. Los de a lo largo
del camino, son los que han oído; después viene el diablo y se lleva de su
corazón la Palabra, no sea que crean y se salven. Los de sobre piedra son
los que, al oír la Palabra, la reciben con alegría; pero éstos no tienen raíz;
creen por algún tiempo, pero a la hora de la prueba desisten. Lo que cayó
entre los abrojos, son los que han oído, pero a lo largo de su caminar son
ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no
llegan a madurez. Lo que cayó en buena tierra, son los que, después de
haber oído, conservan la Palabra con corazón bueno y recto, y dan fruto con
perseverancia.
"He ahí el
Cordero de Dios" Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a
Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: "¿Qué
buscáis?" (Juan 1, 36-38)
Al día siguiente, Juan se
encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que
pasaba, dice: “He ahí el Cordero de Dios”. Los dos discípulos le oyeron
hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían
les dice: “¿Qué buscáis?» Ellos le respondieron: “Rabbí – que quiere decir,
Maestro – ¿dónde vives?” Les respondió: “Venid y lo veréis”. Fueron,
pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la
hora décima.
Y no os
acomodéis al mundo presente, antes bien transformaros mediante la renovación de
vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo
bueno, lo agradable, lo perfecto (Romanos 12, 1-2)
Tened también
vosotros paciencia; fortaleced vuestro corazón porque la venida del Señor está cerca
(Santiago 5, 8)
Tened, pues, paciencia,
hermanos, hasta la Venida del Señor. Mirad: el labrador espera el fruto
precioso de la tierra aguardándolo con paciencia hasta recibir las lluvias
tempranas y tardías. Tened también vosotros paciencia; fortaleced
vuestros corazones porque la Venida del Señor está cerca. No os
quejéis, hermanos, unos de otros para no ser juzgados; mirad que el Juez está
ya a las puertas. Tomad, hermanos, como modelo de sufrimiento y de
paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor. Mirad cómo
proclamamos felices a los que sufrieron con paciencia. Habéis oído la paciencia
de Job en el sufrimiento y sabéis el final que el Señor le dio; porque el Señor
es compasivo y misericordioso.
Estar siempre alegres.
Orad constantemente. En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo
Jesús, quiere de vosotros. (I Tesalonicenses 5, 16-18)
No extingáis el
Espíritu; no despreciéis las profecías; examinadlo todo y quedaos con
lo bueno. Absteneos de todo género de mal. Que El, el
Dios de la paz, os santifique plenamente, y que todo vuestro ser, el espíritu,
el alma y el cuerpo, se conserve sin mancha hasta la Venida de nuestro Señor
Jesucristo. Fiel es el que os llama y es Él quien lo hará.
Por último te dejamos una
oración para el discernimiento:
Dios amoroso y
misericordioso, me has llevado a desear tu voluntad, que a menudo parece va más
allá de mi entendimiento. Sin embargo, sé que tú, que me amas
incondicionalmente, y continuarás poniendo en mi corazón el deseo de seguir los
pasos de tu Hijo Jesús, que me pide que sea Sus manos y pies, sus ojos y su
corazón, en medio de Tus hijas y tus hijos. Quiero amar tanto como Jesús ama y
servir en la forma que tú deseas para mí. Concédeme el anhelo de estar siempre
en Tu presencia para que Tu Espíritu pueda hablarle a mi corazón. Que yo
pueda responder con las manos abiertas y el corazón abierto a Tu llamado,
dondequiera que me quieras guiar. Concédeme el valor de decir así como María
“sí” a Ti en todas las cosas, y que yo tenga el apasionado celo de Tu profeta
Elías. En gratitud, con Tu gracia, toda mi vida será vivida para la realización
de Tu reino en la tierra, por Tu honor y gloria. Amén.
Por: María Alejandra Rivas
Fuente:
Catholic-link.com