Antes
de tomar cualquier decisión en un campo tan serio y delicado como el compromiso
para toda una vida, pregunta a tu cuerpo, a tu corazón y a tu cabeza
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La
cabeza, en nuestra organización interna, debe comportarse como el jefe de una
empresa. El jefe es el que toma la decisión última. Pero si es un buen jefe,
consultará a sus subordinados. Tomar una decisión en solitario es signo de no
saber mandar. Y también son malos jefes los que dejan que sus subordinados
hagan lo que quieren.
¿Qué dice mi cuerpo?
El
jefe comienza interrogando al encargado de los asuntos materiales: su papel es
muy esencial, pero no tiene una visión de conjunto. Por lo tanto, hay que
tenerle muy en cuenta, de lo contrario, todo el edificio corre el riesgo de
incendiarse o de hundirse, y nadie podrá reaccionar. Este encargado es el
cuerpo.
¿Qué
dice mi cuerpo cuando está en contacto con esta persona? ¿Está contento o no?
Debes estar atento a sus reacciones. Por mucho que tengas que darle órdenes,
tienes que tener en cuenta lo que dice. Dado que el matrimonio es una aventura
espiritual que se hace carne, la opinión del cuerpo es capital. Si el cuerpo
está feliz: él (o ella) me gusta, estoy feliz con él (o ella), me siento bien,
etc., podemos ir al piso superior. Si no es así, ten cuidado.
¿Qué dice mi corazón?
El
jefe debe después interrogar al encargado que lleva los asuntos sentimentales.
Este es el corazón. Su opinión no es menos importante. Sería muy lamentable no
tenerlo en cuenta, porque es él quien decidirá la pregunta decisiva: ¿lo amo?
Por
mucho que no sea necesario dejar que el corazón decida por sí solo, porque
tiene una gran capacidad para entusiasmarse y cegarse, no se puede hacer mucho
sin él. No puedes comprometerte a vivir con alguien sin amarlo, todos estarán
de acuerdo. Y para que tu corazón pueda medir el desafío e informar a la
cabeza, es necesario que él sea muy prudente.
Por
lo tanto, cada uno debe conocerse para no sacar conclusiones falsas de lo que
dice su corazón. El sentimental no reaccionará como el inseguro. Quien, por el
momento, necesita una madre más que una esposa, no reaccionará como el
solitario que huye de todo el mundo. El que se sonroja a simple vista no
reaccionará como el que se enamora cada dos días.
Hay
toda una educación de tu corazón que es necesario hacer y que uno no puede
hacer solo. Si el corazón está de acuerdo, podemos seguir adelante. Pero nada
está aún ganado.
¿Qué dice mi cabeza?
Todavía
hay otra prueba a pasar, y es la de la cabeza. El hombre es una criatura dotada
de razón, capaz de comprender las situaciones, de discernir lo que es bueno o
malo para él a la luz de lo que le dice la experiencia, el Evangelio, la
prudencia, etc.
El
hombre razonable constata que a su alrededor no todo funciona como debiera. Ve
cómo otras familias fracasan, y no desea fracasar igualmente. Por lo tanto,
intentará poner el máximo de oportunidades de su lado. ¡Y es bueno!
Antes
de comprometerte, debes hacerte una serie de preguntas fundamentales y no hacer
oídos sordos si la respuesta no te gusta. No detallaré aquí la lista de todas
las preguntas posibles, que cada uno haga su lista; pero por dar uno o dos
ejemplos, me parece muy imprudente casarse con alguien cuyas creencias
religiosas no conoces.
No
sonrías, conozco a muchas parejas que no abordaron el problema, ni antes ni
durante el noviazgo. Sin embargo, sabemos que el matrimonio es sobre todo una
aventura espiritual. Solo se mantiene si está arraigado en convicciones
religiosas, respaldadas por ritos, expresadas en un lenguaje común. Debe tener
un objetivo que vaya mas allá de la mera gestión de la vida cotidiana. Y para
los católicos, es Cristo, a quien Juan Bautista llama “el esposo”, que asegura la
solidez del vínculo conyugal. Fuera de Él, nadie puede mantenerse firme.
En
el caso que haya una divergencia tan grande que corra el riesgo de volverse
rápidamente insuperable, la cabeza debe medir si es prudente comprometerse.
Quizás sea mejor notarlo a tiempo y no seguir adelante. Incluso si es doloroso,
es mejor romper en lugar de comprometerse en un camino de disputas predecibles,
y de desgarrarse hasta el punto de no querer seguir juntos.
¡No tengas vergüenza de
ser razonable!
Otro
tema, el entorno social y cultural. Aquí, la experiencia confirma que es muy
imprudente comprometerse sin haber hecho esa pregunta. Es cierto que hay varias
respuestas posibles, pero no hablar de ellas puede provocar un sufrimiento que
no podremos decir que no habían sido previsible.
Cuando
dos personas de orígenes culturales demasiado diferentes se unen, ¿quién
impondrá al otro su marca? ¿Y cómo el otro aceptará esto? Al principio, siempre
decimos que el amor será más fuerte y que nos respetaremos mutuamente. ¡Si
fuera tan sencillo, no haríamos novelas!
Por
lo tanto, hay una gran cantidad de criterios objetivos que deben ser
examinados. Es el papel de la razón. Es la cabeza la que dirá: ¿es razonable
casarse con esta persona dado lo que siente mi cuerpo, lo que me dice mi corazón,
y lo que constato con mi cabeza, sobre su carácter, su situación, su lenguaje,
su actitud hacia el dinero, sus lazos familiares, su visión del futuro, su
deseo de tener hijos, sus convicciones religiosas, etc.?
Si
el candidato o candidata ha pasado bien todas estas pruebas, si uno está listo
para decir el gran sí, hay que hacer una última verificación que es
indispensable: ¡ver si la otra persona ha hecho el mismo proceso! Porque se
necesitan dos para casarse … y que los dos lleguen a las mismas conclusiones.
Si
es así, entonces tienes la respuesta a tu pregunta: es él, es ella, eres tú.
Y
no creas que lo que decimos aquí es como rellenar un cuestionario. Todo es a la
vez más simple y más confuso. Pero si confías en el Señor y en los verdaderos
amigos, todo irá bien. Tienes que ser como una casa ordenada, con un jefe que
mande y encargados que desempeñen su papel en su lugar. ¡La razón es la que
debe proteger la casa!
Hermano
Alain Quilici
Fuente:
Aleteia






