Puede hablarte en sueños, a través de personas, acontecimientos,…
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No es fácil
muchas veces la vida en familia. Miro a la Sagrada Familia y me siento tan
lejos… El amor de María como madre. El amor de José como padre. El amor de
esposos. El amor de Jesús como hijo. José tomó a María y al niño y se los llevó
a Egipto. Y después a Nazaret de regreso:
“Levántate,
toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo
te diga. Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y ponte en camino de la
tierra de Israel; pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño. Él se
levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel”.
José escucha al
ángel en sus sueños. Sabe lo que Dios le pide y se pone en camino.
La Sagrada Familia
se me presenta como un ideal a seguir.
José enamorado
de María, enamorado de Dios. José que es dócil a los deseos de Dios. José tan
humano, tan de Dios… Buen padre y esposo. Sano hijo de Dios. Dócil, niño.
Miro a María.
Enamorada esposa de José. Tan de Dios, tan de los hombres. Tan madre, tan
humana. Tan hija llena del Espíritu, tan vacía de vanidades y orgullos.
Los miro como
peregrinos llegando a Belén. Como familia peregrina yendo como emigrantes
a Egipto. Los veo regresar a su hogar en Nazaret cuando todo ya está más
tranquilo.
No fue fácil su
camino. No vivieron una vida acomodada y burguesa. Fueron siempre peregrinos.
Siempre en camino. Siempre desinstalados y arraigados en un solo lugar,
el corazón de su Padre Dios que guiaba sus pasos. Me gusta la confianza de
José y María. No se turban. No pierden la paz. Decía el papa Francisco:
“De esta manera
madura en nosotros una sintonía profunda, casi innata con el Espíritu y
comprobamos qué verdaderas son las palabras de Jesús citadas en el Evangelio de
Mateo: – No se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban
decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que
hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes. Es el Espíritu
que nos aconseja”.
El Espíritu
Santo los condujo por la vida de un lado para otro. Hasta que echaron raíces en
Nazaret. Cuidando la vida del hijo de Dios. Misión tan inmensa. Débiles hombros
los suyos.
Me conmueven su
confianza y su fe. Se ponen en camino. Me cuesta a mí ponerme en camino y ser
peregrino. Estoy tranquilo, en paz, en mis cosas. Y me cuesta tanto dejar lo
que me ata, lo que me da seguridad…
Una familia
desinstalada. Hace tiempo el papa Francisco dijo también:
“Prefiero
una Iglesia accidentada por salir, que enferma por encerrarse”.
El Espíritu
Santo me saca de mi encierro. No me deja estar tranquilo. Me pide que me ponga
en camino. Que deje atrás las cadenas y ataduras. Que no tema cambiar mis
rutinas. Que no me dé miedo perder las raíces.
Porque el
amor verdadero dura para siempre. El tiempo no le afecta. Ni los cambios.
Ni los colores diferentes. Lo que es de verdad permanece intacto, inmaculado,
virgen. Lo que no es de verdad muere rápidamente con el paso del tiempo.
Los cambios
traen vida nueva al alma. Me cuestiono si me gusta más vivir instalado o en
continua peregrinación. Me pregunto si me gusta más lo de siempre o estoy
abierto a lo nuevo.
José sabía
escuchar el querer de Dios en los ángeles. Yo estoy llamado a escuchar
su querer en mi corazón, en las personas que acompaño, en la vida que se me
regala.
Dios me habla
de forma silenciosa para que no me quede donde estoy. Siempre puedo crecer y si
no avanzo, retrocedo. Lo tengo claro.
Viene el Niño
Dios para que me ponga en camino. Quiere que coja a María y al Niño y los ponga
en mi vida. Quiere que yo sea como esa sagrada familia de Nazaret que siempre
está buscando la voluntad de Dios.
Una Iglesia
accidentada mucho antes que aburguesada. Hay tanto bien que puedo hacer… No
quiero perder el tiempo preocupado sólo de mí. De lo que a mí me hace falta. No
quiero vivir encerrado en mis gustos y aficiones.
Levanto los
ojos. ¿Dónde me habla Dios? Hay peligro siempre por todas
partes. Y hay también la posibilidad de no hacer nada por cambiar este mundo.
Está en mis
manos la oportunidad de hacer un bien. Puedo cambiar, puedo hacer que otros
cambien. Puedo sembrar semillas de esperanza. Puedo hacer que la vida florezca
en medio del desierto. Puedo hacerlo. Si me dejo hacer.
El Fiat de
María resuena de nuevo en mi corazón. La actitud dispuesta a actuar de José se
me queda grabada en el alma. José puede llevar a los suyos. Puede conducirlos.
Puede hacer que crezcan. Puede crear ese lugar de paz en el que Jesús nazca.
Puede hacerlo
José. Puedo hacerlo yo si me dejo inspirar por el Espíritu Santo. Me gusta la
actitud de Albert Espinosa, quien sufrió un cáncer muy duro durante muchos años
de su infancia y juventud:
“Cuando crees
conocer toda la respuesta, el universo llega y te cambia las preguntas”.
A veces creo
saberlo todo y llega Dios y me cambia las preguntas. Surgen preguntas nuevas,
miedos nuevos. Los desafíos aumentan, son diferentes. O soy yo diferente y
estoy ahora preparado para subir montañas que antes parecían imposibles.
No me conformo
con lo que tengo. Llega el Niño Dios a mi vida y me desinstala. Me gusta. Su
presencia, su fuerza me cambian por dentro. Yo me dejo cambiar. Sigo
sus pasos.
Carlos
Padilla Esteban
Fuente:
Aleteia