Vuelve
a leer las bienaventuranzas y cuéntalas. ¿Cuántas encuentras? Nueve, por
supuesto. ¡Y esta novena bienaventuranza, que a menudo olvidamos, es muy
importante!
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Desde
los Padres de la Iglesia, ha sido costumbre contar solo ocho bienaventuranzas.
Estas son el resumen del Evangelio, la “carta perfecta de la vida cristiana”
(san Agustín), la hoja de ruta para la santidad, y el número ocho parecía ser
lo mejor para expresar todo esto.
Así, su primer comentarista,
san Gregorio de Nissa, contó ocho por razones de simbolismo bíblico, y san
Agustín también. Incluso hoy, muchos exégetas y comentaristas hacen lo mismo y
ven en la novena bienaventuranza solo una repetición o un desarrollo de la
anterior (la de los perseguidos por la justicia).
Esta tradición es venerable,
pero puede llevar a olvidar esta bienaventuranza, lo cual sería una pena porque
es quizás la cumbre de todas.
Una bienaventuranza muy
diferente de las demás
Bienaventurado
seas si eres insultado, perseguido y dicen falsamente todo tipo de males contra
ti, por causa mía. Está gozoso, está en la alegría, ¡porque tu recompensa será
grande en el cielo! Fue así como los profetas que vinieron antes de ti fueron
perseguidos (Mt
5: 11-12).
Esta novena bienaventuranza
no reemplaza a las primeras ocho. Pero es diferente de las anteriores, y no
solo porque es cuatro veces más larga que las otras y de una estructura más
compleja.
Las ocho primeras son
enunciadas en la tercera persona del plural, “Bienaventurados los que …”, y
constituyen como un catálogo de la santidad que estamos llamados a vivir y a
reconocer allí donde son vividas, incluso más allá de las fronteras visibles de
la Iglesia.
Pero
la novena está en segunda persona: “Bienaventurado eres …”. Ya no es una
presentación, sino una pregunta: imagina que estás escuchando una conferencia y
de repente el orador te señala con el dedo y te apostrofa: “¡Tú, allá!”.
¿Sientes la diferencia?
Las ocho primeras
bienaventuranzas están en modo indicativo, lo que refuerza su carácter
descriptivo. Al igual que con cualquier catálogo, existe la tentación de elegir
solo la que nos gusta o que creemos corresponde a nuestras posibilidades.
Pero la novena es condicional: “Bienaventurado
eres si …”. No
hay escapatoria: hay una condición para ser feliz y es necesario dar ese paso.
¡Y qué condición! Ser insultado, perseguido… Esto es mucho más
exigente.
Una bienaventuranza que
revoluciona el significado de la palabra felicidad
También es la única en la
que Jesús se refiere a sí mismo (“por causa mía “). Por lo tanto, incumbe así a
aquellos que se remiten a Él, nosotros los cristianos. Además, Él anuncia lo
que sufrirá: insultos, persecuciones, falsos testimonios.
Respecto a la gran
recompensa en los cielos prometidos, ¿no es para comenzar su resurrección y su
exaltación a la derecha del Padre? Esta bienaventuranza anuncia que su
misterio pascual de sufrimiento y victoria continuará en sus discípulos.
Es la bienaventuranza de la
felicidad y de la alegría. Ella revela la
posibilidad de ser feliz, y aun más, en las pruebas, el sufrimiento o la
angustia, si los vivimos con y para Cristo.
Esta increíble revelación
que revoluciona el significado de la palabra felicidad es parte del núcleo duro
del mensaje del Evangelio.
Y esta felicidad no es solo
para el más allá, Cristo nos la ofrece de inmediato: “Permanezcan en el júbilo
y la alegría”.
Esta novena bienaventuranza
anuncia las persecuciones que la Iglesia ha
sufrido y sigue sufriendo. Para todos aquellos que las han sufrido o que
todavía las sufren, es apoyo y esperanza: las Iglesias sufrientes son Iglesias
vivas y muy vivas.
¿Deberíamos concluir que
para un cristiano no hay otro camino a la felicidad que la situación de
persecución? Si las palabras significan lo que significan, sería enorme: ¿y
nosotros entonces?
Sin duda vivimos en
situaciones en las que se puede aplicar una u otra de las bienaventuranzas,
aunque no somos perseguidos.
Como escribió el teólogo
Romano Guardini: “Nuestro sentido común está contrariado”. Y agregó: “Es mejor
admitirlo y tratar de explicarlo que tomar las palabras de Jesús por
banalidades piadosas”.
¿Nos incumbe esta
bienaventuranza?
Pues tratemos de explicarlo.
En primer lugar, sin mejorarlas, no ocultemos las dificultades que existen de
decirse hoy día creyente y querer seguir verdaderamente el Evangelio.
Tantos malentendidos y
rechazos en los medios de comunicación, incluso en el trabajo o en la propia
familia, que a veces se convierten en burla o en odio…
Hay más. Lo que anuncia esta
bienaventuranza muestra que seguir a Jesús siempre es un asunto serio. Las persecuciones
visibles y venidas de otros no son la únicas, o incluso necesariamente las
peores. Toda vida cristiana es una lucha
esencialmente espiritual entre carne y espíritu, egoísmo y caridad.
Es más, “serás perseguido a
causa mía”: cuando tenemos que sufrir, incluida la tentación, esta forma -la
menos visible, pero no la menos eficaz de persecución- no solo somos nosotros
atacados, sino Cristo en nosotros.
Esta bienaventuranza nos
ayuda a comprender que si Jesús parece pedirnos mucho, es porque realmente
cuenta con nosotros para continuar en nosotros su obra de salvación.
Es por eso que no tenemos que elegir
las pruebas que nos afectan, externas o internas, y vivirlas en el
espíritu de esta bienaventuranza, en un amor libre y fiel por Cristo y sus
exigencias, con la certeza de que él las vive con nosotros y nos apoya.
Finalmente, dado que esta
bienaventuranza (y el testimonio de aquellos que la viven hasta el martirio) es
la felicidad y la alegría, nos libera del miedo en las pruebas, sean las que
sean, y nos ayuda a vivir con esperanza.
Porque si “la única
felicidad que tenemos es amar a Dios y saber que él nos ama”, como repitió el
Santo Cura de Ars, nada ni nadie nos la puede quitar.
Por
Didier Rance
Fuente:
Aleteia