Deja que la Navidad ilumine tu oscuridad
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| fotohunter|Shutterstock |
Navidad
es una luz en la oscuridad:
“El
pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en
tierra de sombras, una luz resplandeció”.
Una luz que vence las
tinieblas. Una luz que impera en mi vida. Los pastores vieron la luz que
acompañaba a los ángeles:
“Un
ángel del Señor se les apareció y la gloria de Dios los envolvió con su luz y
se llenaron de temor”.
En medio de la oscuridad del
monte brilló una luz. Como el sol que surge poderoso en medio de las tinieblas. Jesús
viene a despejar la oscuridad de mi vida. Viene a sembrar una luz
que nunca muere.
Me gusta esa imagen. Viene a
acabar con mis sombras. Y de esa forma me da una luz que se mantiene encendida
como una hoguera en mi propia alma. De tal manera que entonces yo me
vuelvo luz para otros. Reflejo la luz de Dios.
Hay personas que tienen luz.
Y esa luz viene de dentro.
Un
testigo de la canonización de santa Clara dice que a ella san Francisco “le parecía oro de tal forma claro y
luminoso que ella se veía también toda clara y luminosa como en un espejo”.
Me gusta esta imagen. Hay
personas que dan luz. Y en contacto con ellas, en su cercanía, mi vida se
llena de luz. Se vuelve clara y luminosa como reflejándose en un espejo. Así es
el amor que asemeja.
Las personas que llevan la
oscuridad dentro también la espejan. Quisiera saber si yo tengo
luz, si doy luz, si mis pasos son luminosos o están llenos de sombras.
La luz
tiene que ver con la verdad, con la autenticidad, con la sencillez de vida, con
la capacidad para ver la propia pobreza y reconocer las heridas sufridas y
causadas.
La luz ilumina mis sombras.
Me encuentro con personas
incapaces de ver sus propios problemas, defectos y pecados. Tal vez tienen
muchas sombras en su alma.
Quizás
las heridas sufridas hacen que siempre los culpables sean los demás, nunca ellos. Me
impresiona. Esa poca autocrítica vuelve sus pasos oscuros.
No logran ver sus
incoherencias y contradicciones. No iluminan el camino de los que caminan a su
lado. Viven en las sombras sin encontrar la luz.
Tal vez en ellas tendría que
nacer Jesús para darles luz. Tal vez necesitan personas llenas de luz a su lado
para reflejar su misma luz como un espejo. No lo sé.
Las
mentiras me hablan de la noche. Y la luz del día llena de paz el alma. La noche está llena de
temores, alberga horrores. Y mi imaginación cree ver en las sombras esos
monstruos que teme el corazón.
La noche de mis mentiras, de
mis miedos, de mis pobrezas. Soy incapaz de dejar que entre la luz en mi propio
pecado. Allí me encuentro seguro. Sin la luz que ilumine mis miedos más
oscuros. No lo sé.
Navidad tiene que ver con
esa estrella, con ese coro de ángeles que todo lo ilumina. Tiene que ver con un
niño lleno de luz que acaba con las sombras del miedo.
Tiene que ver con la
sencillez de una vida que asume mi carne llena de tinieblas para vencer y dar
vida. La luz del amor de Dios siembra claridades. Dice la Biblia:
“La
gracia de Dios se ha manifestado para salvar a todos los hombres y nos ha
enseñado a renunciar a la irreligiosidad y a los deseos mundanos, para que
vivamos, ya desde ahora, de una manera sobria, justa y fiel a Dios. Él se
entregó por nosotros para redimirnos de todo pecado y purificarnos, a fin de
convertirnos en pueblo suyo, fervorosamente entregado a practicar el bien”.
Ha nacido para que cambie de
vida. Para que reine en mí su verdad, su luz. Para que me conduzca como hombre
de esperanza.
Su
nacimiento no me deja indiferente. Necesito fuerza para apartarme del mal y
hacer el bien. Su
venida quiere cambiar mis prioridades, mis puntos de vista.
Su presencia lo cambia todo
porque Dios ha elevado la naturaleza humana. Ha dado un valor infinito a mis
límites. Y ha reconocido la belleza de mi carne. Ha tomado mi vida en sus manos
para hacerme ver cuánto le importo y cuánto vale todo lo que sueño y hago.
Mis actos no son
indiferentes. A Dios le importa todo lo que amo, todo lo
que elijo, todo
lo que sueño. Ha sembrado una semilla de esperanza en mi naturaleza para que no
me deje llevar por las tentaciones.
Ha fortalecido mi voluntad
débil para que no me deje llevar por la corriente. Nace para hacerme más
fuerte. Nace para que sea más de Dios. Nace para iluminar mis sombras. Nace
para llenarme de esperanza en medio de mis miedos. Nace para que me ate a su
luz y huya de mis torpezas. Esas que me vuelven cobarde.
Quiero amar a Jesús niño, lo
adoro con corazón humilde. No tengo nada que entregarle. Sólo mis
noches y mis miedos. Mis debilidades y cobardías. Es lo que necesita para
hacerse fuerte en mí.
Sólo quiere hacer posada en
mi corazón. Quiere ser Dios conmigo. Caminar a mi lado y recordarme que me ha
elegido a mí para habitar en mi tienda.
Ha optado por mí para que
viva cada día en la luz de Dios, iluminando así con su amor todos mis actos. Y
que en todo lo que hago brille su claridad.
Navidad
es vivir en Él cada día. Y no olvidar nunca cuánto me ha amado.
Carlos
Padilla Esteban
Fuente:
Aleteia






