Martirologio Romano: San Raimundo de
Peñafort, presbítero de la Orden de Predicadores, eximio maestro en derecho
canónico, que escribió de modo muy acertado sobre el sacramento de la
penitencia. Elegido maestro general de la Orden, preparó la redacción de las
nuevas Constituciones y, llegado a edad muy avanzada, se durmió en el Señor en
la ciudad de Barcelona, en España. († 1275)
Patronazgo: Abogados,
especialistas en derecho canónico y de las ciudades de Barcelona y Navarra en
España.
Etimológicamente: Raimundo = Aquel
que es protector o buen consejero, es de origen germánico.
Fecha de canonización: 29 de abril de 1601
por el Papa Clemente VIII.
Breve Biografía
Cuando Gregorio IX, de quien había sido un precioso colaborador, le comunicó su intención de nombrarlo arzobispo de Tarragona, la consternación de Raimundo de Peñafort fue tal que se enfermó. El humilde y docto sacerdote, que había nacido entre el 1175 y el 1180, había siempre rehusado honores y prestigio, pero no lo había logrado. Rechazando una vida cómoda y alegre (era hijo del noble castellano de Peñafort), se había dedicado desde muy joven a los estudios filosóficos y jurídicos; a los veinte años enseñaba filosofía en Barcelona, y a los treinta años, recién graduado, enseñaba jurisprudencia en Bolonia. El sueldo que obtenía por ello lo gastaba todo en socorrer a los necesitados.
Regresó
a Barcelona por invitación de su obispo, quien lo nombró canónigo. Pero cuando
los dominicos llegaron a esa ciudad, le invitaron a ingresar en sus filas y
Raimundo, abandonándolo todo, entró a la Orden. Dieciséis años después, en
1238, fue nombrado Superior General, cargo que no pudo rehusar. Durante dos
años visitó a pie los conventos de la Orden, después reunió el Capítulo general
en Bolonia y presentó su renuncia. Así, a los setenta años de edad pudo
regresar a la enseñanza y a la pastoral.
Nombrado
confesor del rey Santiago de Aragón, no dudó en reprocharle su conducta
escandalosa durante la expedición a la isla de Mallorca. Una leyenda cuenta que
el rey había prohibido que las embarcaciones se dirigieran hacia España, y
entonces, Raimundo, para manifestar su desacuerdo con el soberano, extendió su manta
sobre el agua y sobre él navegó hasta Barcelona.
Una
de sus obras apostólicas dignas de recordar son las misiones para la conversión
de los hebreos y los mahometanos que vivían en España. Según la tradición, se
le atribuye el mérito de haber invitado a Santo Tomás de Aquino a escribir la
Summa contra Gentiles, para que sus predicadores tuvieran un texto seguro de
apologética para las controversias con los herejes e infieles. Él mismo redactó
importantes obras de teología moral y de derecho, entre ellas la Summa casuum
para la administración correcta y eficaz del sacramento de la penitencia.
San
Raimundo es uno de los más esplendorosos ejemplos de las palabras de Cristo:
"El que cree en mí, hará también las obras que yo hago, e incluso otras
mayores" (Jn 14, 12).
El
rey Jaime de Aragón era señor de la isla de Mallorca, ubicada en el Mediterráneo
a 360 kilómetros de Barcelona. En uno de sus viajes allá invitó a Fray
Raimundo, que en ese tiempo ejercía funciones de capellán de la corte. Durante
el trayecto, el monarca cuya moralidad dejaba mucho que desear- intentó forzar
la conciencia del santo, exigiéndole hacer vistas gordas a su mal proceder.
El
hombre de Dios resistió con vigor, llegando al punto de pedir permiso para
abandonar la nave en alta mar y volver a Barcelona. El rey negó su autorización
a tamaña "locura", la que para el santo parecía cosa sencilla, dado
que Jesús vino a sus discípulos "caminando sobre el mar" (Mt 14, 25).
Confiado en Dios, le dijo al monarca:
-Un
rey de la tierra me cierra el paso, pero el Rey del Cielo ha de abrirme un
camino mejor. O dicho de otro modo, ¡él mismo es mi camino!
Pero
el rey amenazó al santo con la pena de muerte si trataba de huir; y al
desembarcar en la isla, Fray Raimundo advirtió que una escolta armada se
encargaba de custodiarlo para impedir su fuga.
Después
de conquistar la confianza de los guardias con su acogedora bondad, les
manifestó el deseo de rezar caminando por la playa. Consintieron. Al fin y al
cabo, pensaban, ¿qué podría hacer aquel buen fraile desarmado para evadir la
vigilancia? Tal razonamiento, muy válido para otros hombres, se mostró ilusorio
contra el indomable santo.
Bajo
la estupefacta mirada de los soldados, extendió su escapulario de lana sobre
las aguas del mar, para luego "embarcarse" sobre él. A continuación
se abrigó con una parte de su manto, e izó la otra punta con su bastón a la
manera de una vela. El resto… sólo fue cosa de invocar el santo nombre de
María, Señora de los vientos, de la que era un fiel devoto. Un soplo suave pero
veloz impulsó el velero de Dios, y en menos de seis horas llegaba al puerto de
Barcelona, venciendo milagrosamente los 360 km de distancia.
Era
muy de madrugada cuando llegó a su convento. La gran puerta se abrió por sí
sola, como brazos de madre recibiendo a un hijo largamente esperado. Se dirigió
a su celda conventual, donde hasta las paredes parecían exultar de alegría. Al
amanecer, con la modestia característica de los santos, fue a recibir la
bendición del Superior y comunicarle que su misión en la corte real estaba
cumplida. Sólo mucho tiempo después los hermanos tuvieron conocimiento del portentoso
milagro, y por otros conductos.
¿Cómo
reaccionó el rey? Cayendo en sí ante tal manifestación de un poder
incomparablemente mayor que el suyo, se hizo un fiel seguidor de las
advertencias de Fray Raimundo, tanto en lo concerniente a la dirección de su
conciencia como al gobierno del reino.
Murió
casi a los cien años, el 6 de enero de 1275 y fue canonizado en 1601.
ORACIÓN:
Amorosísimo Padre mío San Raymundo,
vos sabéis la necesidad que padece mi alma
y el consuelo que necesito,
aplicad vuestra intercesión delante de Dios,
para que por vuestros méritos,
alcance la gracia que pretendo,
si ha de ser para mayor gloria de Dios
para más servirle y amarle.
Amén.
Por: P. Ángel Amo
Fuente: Catholic.net






