El
santo recién canonizado dijo que necesitamos correr riesgos para estar
plenamente vivos
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Jenny Hill/Unsplash | CC0 |
Puedo
decir que comparto por lo menos una cosa con el santo recién canonizado, John
Henry Newman.
Newman
estaba trabajando en un libro sobre una oscura controversia teológica cuando se
dio cuenta que necesitaba cambiar su vida.
Yo
también estaba leyendo un libro en el momento en que me di cuenta que
necesitaba cambiar mi vida. De hecho, era un libro de Newman.
Cuando
era joven, a punto de convertirme en pastor anglicano, empecé a leer su
libro Apologia Pro Vita Sua, que es una explicación biográfica de su
vida controvertida.
Al
escribir, ya en el auge de la madurez, él fue sincero sobre las elecciones que
hizo y por qué las hizo. Cuando lo empecé a leer, esperaba una historia
histórica interesante; en lugar de eso, encontré un desafío personal.
Yo
crecí en una iglesia pentecostal y no confesional – el tipo de lugar con un
pastor que ofrece increíbles meditaciones espirituales de autoayuda y una banda
de alabanza emocionante.
La
energía en lugares como ese es contagiante, pero yo sentía la necesidad de más
estructura y silencio en mi vida espiritual.
En
la universidad, fui a una iglesia anglicana local y nunca me perdí una misa de
domingo. La ceremonia era íntima, reflexiva y mucho más adecuada a mi
personalidad. Esta fue mi primera gran conversión religiosa. Parecía bastante
fácil.
Algunos
años después, yo estaba en la Yale Divinity School preparándome para
ser ordenado sacerdote anglicano. Era el final de mi tiempo allí cuando tuve el
fatídico encuentro con Newman.
El
interés era natural, porque Newman era un famoso teólogo anglicano que había
dejado un impacto profundo y duradero en la Iglesia de Inglaterra.
Él
era, sin embargo, un toro metafórico en una tienda de porcelana. Escribió
algunas de las explicaciones más brillantes que existen de la espiritualidad
anglicana, pero su elocuencia, en retrospectiva, fue obra de un hombre al
límite. Él había perdido la fe en su sacerdocio, perdió la convicción de sus
opiniones anteriores y empezó a darse cuenta de la necesidad de un cambio drástico.
Le
tomó seis años antes de finalmente hacer el cambio, pero el 9 de octubre de
1845, Newman se volvió católico. Tenía 43 años. Aún en el auge de su vida,
estaba listo para abrazar el futuro.
Yo
leí su Apologia en 2006 y me tomó 5 años hacer el cambio. Pero en
2011 fui recibido, junto con mi esposa e hijos, en la Iglesia católica. Esta
fue mi segunda conversión religiosa. Fue increíblemente difícil.
Como
parte del cambio, vendimos nuestra casa en Cape Cod y volvimos a nuestra casa
de la infancia en St. Louis. Dejé el trabajo y no tenía la certeza de que
volvería a ser sacerdote. Llenamos el camión y nos despedimos del lugar donde
tres de nuestros hijos nacieron. Mientras manejaba solo sobre el canal que
separa Cabo del continente, lloré.
Cuando
Newman se volvió católico, fue forzado a dejar su casa en Oxford. En su época,
los católicos no eran bienvenidos por allá. No me sorprendió saber que lloró
mientras se alejaba por última vez. Para empeorar las cosas, se dirigía hacia
una situación difícil, una Iglesia católica que no lo apreciaba ni lo acogía
particularmente. Él estaba, sin embargo, convencido de que era un cambio que
necesitaba hacer y nunca se arrepintió.
Newman
insistía que, así como un árbol que no crece está muerto, lo mismo ocurre con
una persona que no cambia y se desarrolla.
“El
crecimiento es la única evidencia de la vida”, dijo él. Cuando estudió la
Iglesia católica, vio un Cuerpo de Cristo vivo, respirando y en desarrollo,
capaz de adaptarse y cambiar. En su propia vida, también se comprometió con el
crecimiento personal, independientemente de las dificultades y desafíos.
“Vivir
es cambiar”, insistía él, “y ser perfecto es haber cambiado con frecuencia”. En
otras palabras, si queremos descubrir la mejor versión de nosotros mismos,
necesitamos correr algunos riesgos.
En
pocas palabras, esto es lo que aprendí con John Henry Newman: ten confianza en
quién eres. A partir de ese lugar de autoconfianza, corre un riesgo. No tengas
miedo de los nuevos desafíos. El cambio es exigente y puede parecer que dejas
una parte entera de ti detrás. Es incómodo y puede parecer que vas a exiliarte
deliberadamente. Pero Newman entendió que, si una persona está realmente viva,
está siempre desarrollándose.
Michael
Rennier
Fuente:
Aleteia