Conversión a “un diálogo abierto y sincero”
con Dios
“Invoco la intercesión de la Bienaventurada
Virgen María sobre la próxima Cuaresma, para que escuchemos el llamado a
dejarnos reconciliar con Dios, fijemos la mirada del corazón en el Misterio
pascual y nos convirtamos a un diálogo abierto y sincero con el Señor. De este
modo podremos ser lo que Cristo dice de sus discípulos: sal de la tierra y luz
del mundo” expuso el Papa Francisco.
Hoy, 24 de
febrero de 2020, la Oficina de Prensa de la Santa Sede ha presentado el mensaje
del Santo Padre para Cuaresma, titulado “En nombre de Cristo os pedimos que os
reconciliéis con Dios” (2 Co 5,20).
Ante la
llegada de la Cuaresma, el próximo miércoles 26 de febrero, el Santo Padre
invita a volver continuamente, “con la mente y el corazón” al Misterio de la
muerte y la resurrección de Jesús.
Fundamento de la conversión
En el primer apartado, “El misterio,
fundamento de la conversión”, Francisco subraya que la alegría del cristiano
“brota de la escucha y de la aceptación de la Buena Noticia de la muerte y
resurrección de Jesús: el kerygma. En este se resume
el Misterio de un amor ‘tan real, tan verdadero, tan concreto, que nos ofrece
una relación llena de diálogo sincero y fecundo’ (Exhort. ap. Christus vivit,
117)”.
Después, el
Papa remite a la Exhortación apostólica Christus vivit: “Mira los
brazos abiertos de Cristo crucificado, déjate salvar una y otra vez. Y cuando
te acerques a confesar tus pecados, cree firmemente en su misericordia que te
libera de la culpa. Contempla su sangre derramada con tanto cariño y déjate
purificar por ella. Así podrás renacer, una y otra vez (n. 123)”.
Urgencia de conversión
El Pontífice remarca la importancia de la
oración en el tiempo cuaresmal, pues el contemplar “la experiencia de la
misericordia”, solo es posible en dicha práctica, “en un ‘cara a cara’ con el
Señor crucificado y resucitado ‘que me amó y se entregó por mí’ (Ga 2,20)”,
en el “diálogo de corazón a corazón, de amigo a amigo”.
Orar, “más
que un deber, nos muestra la necesidad de corresponder al amor de Dios, que
siempre nos precede y nos sostiene”, apunta el Obispo de Roma. Lo que
verdaderamente cuenta a los ojos de Dios al rezar “es que penetre dentro de nosotros,
hasta llegar a tocar la dureza de nuestro corazón, para convertirlo cada vez
más al Señor y a su voluntad”, explicó.
Dialogo de Dios con sus hijos
Para el Papa Francisco, esta nueva
oportunidad de conversión debería suscitar “un sentido de reconocimiento y
sacudir nuestra modorra” ya que, a pesar de la presencia del mal en nuestra
realidad, “este espacio que se nos ofrece para un cambio de rumbo manifiesta la
voluntad tenaz de Dios de no interrumpir el diálogo de salvación con nosotros”.
Y subraya que
el diálogo que desea entablar con el hombre a través de Misterio Pascual, no se
parece al que se atribuye a los atenienses, pues, se trata de una charlatanería
que “caracteriza la mundanidad de todos los tiempos, y en nuestros días puede
insinuarse también en un uso engañoso de los medios de comunicación”.
Riqueza para compartir
Finalmente, el Santo Padre afirma que poner
el Misterio Pascual en el centro de la vida significa “sentir compasión por las
llagas de Cristo crucificado”. Estas se encuentran presentes en las víctimas de
las guerras; de los abusos contra la vida; de todas las formas de violencia; de
los desastres medioambientales; de la distribución injusta de los bienes de la
tierra; de la trata de personas; y de la idolatría de la “sed desenfrenada de
ganancias”.
De este modo,
recuerda el deber de las personas de compartir los bienes con los más
necesitados a través de la limosna para construir “un mundo más justo”:
“Compartir con caridad hace al hombre más humano, mientras que acumular
conlleva el riesgo de que se embrutezca, ya que se cierra en su propio egoísmo.
Podemos y debemos ir incluso más allá, considerando las dimensiones
estructurales de la economía”, aclara.
Por todo
ello, Francisco hace referencia a que en esta Cuaresma 2020, del 26 al 28 de
marzo, ha convocado a los jóvenes empresarios y change-makers “con el objetivo
de contribuir a diseñar una economía más justa e inclusiva que la actual” en el
evento “Economía de Francisco” en Asís.
A
continuación sigue el mensaje completo del Papa Francisco.
Mensaje del Santo Padre
«En nombre de Cristo os pedimos que os
reconciliéis con Dios» (2 Co 5,20)
Queridos hermanos y hermanas:
El Señor nos vuelve a conceder este año un
tiempo propicio para prepararnos a celebrar con el corazón renovado el gran
Misterio de la muerte y resurrección de Jesús, fundamento de la vida cristiana
personal y comunitaria. Debemos volver continuamente a este Misterio, con la
mente y con el corazón. De hecho, este Misterio no deja de crecer en nosotros
en la medida en que nos dejamos involucrar por su dinamismo espiritual y lo
abrazamos, respondiendo de modo libre y generoso.
1.
El Misterio pascual, fundamento de la
conversión
La alegría del cristiano brota de la
escucha y de la aceptación de la Buena Noticia de la muerte y resurrección de
Jesús: el kerygma. En este se resume el Misterio de un amor
«tan real, tan verdadero, tan concreto, que nos ofrece una relación llena de
diálogo sincero y fecundo» (Exhort. ap. Christus vivit, 117). Quien
cree en este anuncio rechaza la mentira de pensar que somos nosotros quienes
damos origen a nuestra vida, mientras que en realidad nace del amor de Dios
Padre, de su voluntad de dar la vida en abundancia (cf. Jn 10,10).
En cambio, si preferimos escuchar la voz persuasiva del «padre de la mentira»
(cf. Jn 8,45)
corremos el riesgo de hundirnos en el abismo del sinsentido, experimentando el
infierno ya aquí en la tierra, como lamentablemente nos testimonian muchos
hechos dramáticos de la experiencia humana personal y colectiva.
Por eso, en
esta Cuaresma 2020 quisiera dirigir a todos y cada uno de los cristianos lo que
ya escribí a los jóvenes en la Exhortación apostólica Christus
vivit: «Mira los brazos abiertos de Cristo crucificado, déjate
salvar una y otra vez. Y cuando te acerques a confesar tus pecados, cree
firmemente en su misericordia que te libera de la culpa. Contempla su sangre
derramada con tanto cariño y déjate purificar por ella. Así podrás renacer, una
y otra vez» (n. 123). La Pascua de Jesús no es un acontecimiento del pasado:
por el poder del Espíritu Santo es siempre actual y nos permite mirar y tocar con
fe la carne de Cristo en tantas personas que sufren.
2.
Urgencia de conversión
Es saludable contemplar más a fondo el
Misterio pascual, por el que hemos recibido la misericordia de Dios. La
experiencia de la misericordia, efectivamente, es posible sólo en un «cara a
cara» con el Señor crucificado y resucitado «que me amó y se entregó por mí» (Ga 2,20).
Un diálogo de corazón a corazón, de amigo a amigo. Por eso la oración es tan
importante en el tiempo cuaresmal. Más que un deber, nos muestra la necesidad
de corresponder al amor de Dios, que siempre nos precede y nos sostiene. De
hecho, el cristiano reza con la conciencia de ser amado sin merecerlo. La
oración puede asumir formas distintas, pero lo que verdaderamente cuenta a los
ojos de Dios es que penetre dentro de nosotros, hasta llegar a tocar la dureza
de nuestro corazón, para convertirlo cada vez más al Señor y a su voluntad.
Así pues, en
este tiempo favorable, dejémonos guiar como Israel en el desierto (cf. Os 2,16),
a fin de poder escuchar finalmente la voz de nuestro Esposo, para que resuene
en nosotros con mayor profundidad y disponibilidad. Cuanto más nos dejemos
fascinar por su Palabra, más lograremos experimentar su misericordia gratuita
hacia nosotros. No dejemos pasar en vano este tiempo de gracia, con la ilusión
presuntuosa de que somos nosotros los que decidimos el tiempo y el modo de
nuestra conversión a Él.
3.
La apasionada voluntad de Dios de dialogar con
sus hijos
El hecho de que el Señor nos ofrezca una
vez más un tiempo favorable para nuestra conversión nunca debemos darlo por
supuesto. Esta nueva oportunidad debería suscitar en nosotros un sentido de
reconocimiento y sacudir nuestra modorra. A pesar de la presencia —a veces
dramática— del mal en nuestra vida, al igual que en la vida de la Iglesia y del
mundo, este espacio que se nos ofrece para un cambio de rumbo manifiesta la
voluntad tenaz de Dios de no interrumpir el diálogo de salvación con nosotros.
En Jesús crucificado, a quien «Dios hizo pecado en favor nuestro» (2 Co 5,21),
ha llegado esta voluntad hasta el punto de hacer recaer sobre su Hijo todos
nuestros pecados, hasta “poner a Dios contra Dios”, como dijo el papa
Benedicto XVI (cf. Enc. Deus caritas est, 12). En
efecto, Dios ama también a sus enemigos (cf. Mt 5,43-48).
El diálogo
que Dios quiere entablar con todo hombre, mediante el Misterio pascual de su
Hijo, no es como el que se atribuye a los atenienses, los cuales «no se
ocupaban en otra cosa que en decir o en oír la última novedad» (Hch 17,21).
Este tipo de charlatanería, dictado por una curiosidad vacía y superficial,
caracteriza la mundanidad de todos los tiempos, y en nuestros días puede
insinuarse también en un uso engañoso de los medios de comunicación.
4.
Una riqueza para compartir, no para acumular
sólo para sí mismo
Poner el Misterio pascual en el centro de
la vida significa sentir compasión por las llagas de Cristo crucificado
presentes en las numerosas víctimas inocentes de las guerras, de los abusos
contra la vida tanto del no nacido como del anciano, de las múltiples formas de
violencia, de los desastres medioambientales, de la distribución injusta de los
bienes de la tierra, de la trata de personas en todas sus formas y de la sed
desenfrenada de ganancias, que es una forma de idolatría.
Hoy sigue
siendo importante recordar a los hombres y mujeres de buena voluntad que deben
compartir sus bienes con los más necesitados mediante la limosna, como forma de
participación personal en la construcción de un mundo más justo. Compartir con
caridad hace al hombre más humano, mientras que acumular conlleva el riesgo de
que se embrutezca, ya que se cierra en su propio egoísmo. Podemos y debemos ir
incluso más allá, considerando las dimensiones estructurales de la economía.
Por este motivo, en la Cuaresma de 2020, del 26 al 28 de marzo, he convocado en
Asís a los jóvenes economistas, empresarios y change-makers, con el objetivo
de contribuir a diseñar una economía más justa e inclusiva que la actual. Como
ha repetido muchas veces el magisterio de la Iglesia, la política es una forma
eminente de caridad (cf. Pío XI, Discurso a la FUCI, 18
diciembre 1927). También lo será el ocuparse de la economía con este mismo
espíritu evangélico, que es el espíritu de las Bienaventuranzas.
Invoco la
intercesión de la Bienaventurada Virgen María sobre la próxima Cuaresma, para
que escuchemos el llamado a dejarnos reconciliar con Dios, fijemos la mirada
del corazón en el Misterio pascual y nos convirtamos a un diálogo abierto y
sincero con el Señor. De este modo podremos ser lo que Cristo dice de sus
discípulos: sal de la tierra y luz del mundo (cf. Mt 5,13-14).
FRANCISCO
Roma, junto a
San Juan de Letrán, 7 de octubre de 2019
Memoria de
Nuestra Señora, la Virgen del Rosario
Larissa
I. López
© Librería Editorial Vaticana
Fuente:
Zenit