Monje
Breve
Biografía
Los
años bisiestos tienen el inconveniente de celebrar un tanto aislada en clara
desventaja con respecto a los demás santos la fiesta de los que el santoral
coloca en este día. Menos mal que desde la altura de la santidad esa situación
peculiar, debida a las imperfecciones humanas que no encuentran otra forma para
medir el tiempo, a mí se me antoja que puede ser una más de las oportunidades
que en el Cielo deben tener los bienaventurados para bromear entre ellos
aquello de la gloria accidental y para ejercer su función de intercesores al
compadecerse mejor de las flaquezas tan comprobables de los hombres.
Es
el caso de Dositeo. Cuenta una antiquísima biografía suya que pasó los años de
su juventud alineado en las filas del ejército, peleón como el primero y
entusiasta de las victorias como el que más. Era cristiano. Entre guerra y
guerra tuvo la oportunidad de visitar los Santos Lugares; peregrino piadoso,
fue rememorando los acontecimientos de la Salvación que allí se realizaron; su
amor a Jesucristo fue creciendo entre las piedras que ahora podía tocar y
besar; en Getsemaní se quedó profundamente impresionado ante la visión de un
cuadro que representaba los tormentos del Infierno. Aquello fue la ocasión para
que diera un vuelco su vida. Decidió abandonar sus bien estudiados planes de
futuro y los cambió por hacerse monje en Gaza (Palestina); desde entonces,
intentó poner en juego todas sus energías con el fin de lograr la más perfecta
imitación de Jesucristo, bajo la dirección del abad san Doroteo.
Desprendimiento
es la palabra-clave desde entonces.
Comprendió
con claridad que cualquier persona, cosa y situación de la tierra podría
servirle de enredo y estorbo para el anhelo del Cielo. Y con el paso del tiempo
cuentan sus biógrafos, logró un desapego completo y perfecto de todas las
cosas, manifestado incluso en el desprendimiento de los libros para los rezos y
de las herramientas con las que trabajaba su huerto.
Debían
tener razón, porque ¡tantas veces se oculta el apegamiento detrás de la
razonable excusa de poseer las cosas consideradas imprescindibles para el
ejercicio de la profesión, o de las que son un medio para vivir! De esta
manera, se presenta al asceta san Dositeo como un inmenso mazo de amor a Dios,
un hombre cuya voluntad está plena deseos, de ansias, de anhelos de vivir en
exclusiva para el Señor, con la decisión de entrar en su eterna posesión sin la
rémora o lastre que pueda suponer el más ínfimo cariño a las cosas terrenas.
Pensándolo
bien, no es extraño que con esa desnudez heroica de afectos a lo que la mayoría
de los mortales aprecian, Dositeo haya dado una prueba más al acertar a morirse
en el día del año que sólo cada cuatro llega. Así, ni siquiera está apegado a
su recuerdo.
Fuente: Archidiócesis de Madrid