“La
presencia del Señor habita en la familia real y concreta, con todos sus
sufrimientos, luchas, alegrías e intentos cotidianos”
![]() |
| El Cardenal Kevin Joseph Farrell, Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida |
Reflexión
del Cardenal Kevin Farrell, Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia
y la Vida, en la que propone un modo concreto para ser “Iglesia doméstica”.
“Aprovechemos este tiempo un tanto extraño
para acoger y vivir el Espíritu en nuestras casas y redescubrir la riqueza y el
don de nuestras Iglesias domésticas junto con Jesús, que vive con nosotros”, lo
escribe el Cardenal Kevin Farrell, Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la
Familia y la Vida, en una reflexión publicada este sábado, 21 de marzo, en el
periódico de la Santa Sede, L’Osservatore Romano, en la que propone un
modo concreto para ser “Iglesia doméstica”.
La Familia un tesoro en la
Iglesia
El
Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida tomando como hilo
conductor algunos numerales de la Exhortación Apostólica del Santo Padre sobre
el amor en la familia, “Amoris laetitia” (AL), señala que en la
Iglesia tenemos un tesoro escondido: la familia. Además, el Cardenal Farrell
recuerda que, “el Señor siempre ha acompañado cada crisis de su pueblo con
mensajes extraordinarios y parece hacerlo también ante esta pandemia, que nos
obliga a todos a un retiro forzado en nuestras casas”. En muchos países, las
celebraciones litúrgicas se han suspendido, muchas iglesias están cerradas, e
incluso es peligroso ir a ellas. Es precisamente en este aislamiento, afirma el
Purpurado, “que el Espíritu nos sugiere redescubrir el sacramento del
matrimonio, en virtud del cual nuestras casas, por la presencia constante de
Cristo en la relación consagrada de los cónyuges, son una pequeña Iglesia doméstica”.
Redescubrir la Familia
como Iglesia domestica
El
Cardenal Farrell citando AL, 67, señala que “Cristo sale al encuentro de los
esposos y permanece con ellos”, Jesús no se va, está presente en sus casas no
sólo cuando se reúnen y rezan, sino en todo momento; por ello, los cónyuges
garantizan la presencia de Jesús en la casa, las 24 horas del día. “En virtud
de esta realidad – precisa el Prefecto – podemos aprovechar este tiempo
particular como el tiempo en el cual cada familia cristiana puede redescubrir
lo que es: una manifestación genuina del misterio, que es la Iglesia como
Cuerpo de Cristo. De hecho, los cónyuges ‘edifican el Cuerpo de Cristo y
constituyen una Iglesia doméstica’. De este cuerpo, cada familia es una parte
esencial, que se construye a partir de los pequeños gestos cotidianos, donde
Jesús está permanentemente presente.
Un tiempo para ejercitar
la caridad
En
el contexto actual, afirma el Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la
Familia y la Vida, el Señor nos está ofreciendo un tiempo para prepararnos, un
tiempo de entrenamiento, en espera que podamos derrotar este mal. “Un tiempo en
el que, viviendo apretados en nuestras casas, estamos llamados a hacer
continuos ejercicios de caridad”. En este tiempo de “cuarentena”, el Cardenal
Farrell nos invita a preguntarnos: ¿Cuántas veces al día en estas horas el
Señor nos da la oportunidad de mirar tiernamente a nuestros hijos, con amorosa
paciencia a nuestro cónyuge; de moderar el tono de la voz aunque si a nuestro
alrededor reina un desorden inesperado; de educar a nuestros hijos al buen uso
de este tiempo dilatado en casa, que parece no pasar nunca; de educarlos al
diálogo hecho de escucha dada al otro, de calma interior, de respeto, aunque el
otro sea diferente de cómo me gustaría que fuera?
Una pre-evangelización a
través de las casas
Asimismo,
el Cardenal Farrell señala que este tiempo, es un tiempo de crecimiento, en el
que tenemos que aprender a seguir el ritmo de los días, ya no controlado por el
trabajo frenético y una gestión familiar dominada por el "hacer".
“Qué importante es, en esta nueva dimensión en la que estamos lanzados – afirma
el Purpurado – que el marido y la mujer sepan mirarse a los ojos y hablarse,
planeando juntos las horas del día, conscientes de que dentro del hogar hay una
hermosa presencia que surge de su relación: Jesús. Porque este no es sólo un
momento de entrenamiento humano, sino también espiritual”. Es un tiempo de
pre-evangelización, “en y a través de las casas”, como en el tiempo de las
primeras comunidades cristianas, durante el cual el Señor nos invita a
reunirnos como familias, a rezar juntos, alrededor de una vela encendida, para
recordarnos que hay Alguien que nos mantiene unidos y que, en este tiempo de
desconcierto, nos ama.
La celebración de la
liturgia doméstica
Por
ello, el Prefecto de este Dicasterio alienta a acoger la invitación que el
Señor nos dirige en nuestros hogares: reunámonos en familia los domingos para
celebrar de manera más solemne la liturgia doméstica que, en virtud
de la presencia de Jesús, se realiza habitualmente mediante los gestos entre
los cónyuges. “El modo de hacerlo es sencillo – precisa el Cardenal Farrell –
podemos reunirnos todos en una habitación, recitar un salmo de alabanza,
pedirnos perdón unos a otros con una palabra o un gesto entre los cónyuges y
entre los padres y los hijos, leer el Evangelio dominical, expresar un
pensamiento sobre lo que la Palabra suscita en cada uno, formular una oración
por las necesidades de la familia, de los que amamos, de la Iglesia y del
mundo. Y finalmente, confiar al cuidado de María nuestra familia y todas las
familias que conocemos”.
La tecnología moderna al
servicio de la Familia
Finalmente,
el Cardenal Kevin Farrell señala que, también la tecnología moderna está al
servicio de la Familia. “¿Y por qué no intentar hacer comunidad, rezando los
domingos con más familias, vía Skype, o con otros sistemas de audio o video
conferencia, aprovechando la tecnología moderna?”. Porque como dice el
Evangelio, "donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en
medio de ellos". “Recordemos que los esposos – concluye el Purpurado – son
el signo del Misterio Pascual que se celebra en cada Eucaristía; son profecía,
un anuncio encarnado en una vida cotidiana hecha de pequeños gestos, que
expresan el don de sí mismo, como lo hizo Jesús”.
Renato
Martínez – Ciudad del Vaticano
Vatican
News






