Perdonar
para ser perdonados
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| Misa en Santa Marta, 17 marzo 2020 © Vatican Media |
En
medio de la pandemia del coronavirus, el Papa Francisco rezó hoy, 17 de marzo
de 2020, por los ancianos que sufren “una soledad interior muy grande y a veces
con mucho miedo” durante la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de
Santa Marta.
Así,
al introducir la celebración dijo: “Roguemos al Señor para que esté cerca de
nuestros abuelos, de nuestras abuelas, de todos los ancianos y les dé fuerza.
Ellos nos dieron la sabiduría, la vida, la historia. También nosotros estamos
cerca de ellos con la oración”.
El perdón
Después,
en su homilía, Francisco reflexionó sobre el Evangelio y el tema del perdón,
que lleva a Pedro a preguntar a Jesús cuántas veces es lícito perdonar a los
hermanos. En este sentido, el Santo Padre indicó que “perdonar no es fácil.
Porque nuestro corazón egoísta siempre está apegado al odio, a las venganzas, a
los rencores”.
También
recordó que hay “gente que vive condenando a la gente, hablando mal de la
gente, ensuciando constantemente a sus compañeros de trabajo, ensuciando a sus
vecinos, a sus parientes, porque no perdonan algo que les han hecho, o no
perdonan algo que no les gustó”.
“Parece
que la riqueza propia del diablo es esta: sembrar amor al no-perdonar, vivir
apegados al no-perdonar. Y el perdón es condición para entrar en el cielo”,
aclaró el Santo Padre.
Perdonar para ser
perdonados
El
Papa señaló que “la parábola que nos cuenta Jesús es muy clara: perdonar” e
invitó a hacer una cosa: “cuando vayamos a confesarnos, a recibir el sacramento
de la reconciliación, primero pregúntenos: ‘¿Yo perdono?’. Si siento que no
perdono, no hagas de cuenta que pides perdón, porque no serás perdonado. Pedir
perdón significa perdonar. Van juntos. No pueden separarse”.
De
este modo, finalmente, el Pontífice pidió: “Que el Señor nos ayude a comprender
esto y a bajar la cabeza, a no ser soberbios, a ser magnánimos en el perdón. Al
menos a perdonar ‘por interés’. ¿Cómo es eso? Sí: perdonar, porque si no
perdono, no seré perdonado. Al menos eso. Pero siempre el perdón”.
A
continuación, sigue la transcripción de la homilía del Papa realizada por la
edición italiana de Vatican News.
Homilía del Santo Padre
Jesús
viene de hacer una catequesis sobre la unidad de los hermanos y la terminó con
una hermosa palabra: “Les aseguro que si dos de ustedes, dos o tres, se ponen
de acuerdo y piden una gracia, se les será concedida”. La unidad, la amistad,
la paz entre los hermanos atrae la benevolencia de Dios. Y Pedro hace la
pregunta: “Sí, pero con las personas que nos ofenden, ¿qué debemos hacer? Si mi
hermano comete culpas contra mí, me ofende, ¿cuántas veces tendré que
perdonarlo? ¿Siete veces?”. Y Jesús respondió con aquella palabra que
significa, en su idioma, “siempre”: “Setenta veces siete”. Siempre se debe
perdonar. Y perdonar no es fácil. Porque nuestro corazón egoísta siempre está
apegado al odio, a las venganzas, a los rencores.
Todos
hemos visto familias destruidas por odios familiares que pasan de una
generación a otra. Hermanos que, frente al ataúd de uno de sus padres, no se
saludan porque guardan viejos rencores. Parece que es más fuerte aferrarse al
odio que al amor y éste es precisamente – digámoslo así – el tesoro del diablo.
Él se agazapa siempre entre nuestros rencores, entre nuestros odios y los hace
crecer, los mantiene ahí para destruir. Destruir todo. Y muchas veces, por
cosas pequeñas, destruye. Y también se destruye a este Dios que no vino a
condenar, sino a perdonar. Este Dios que es capaz de festejar con un pecador
que se acerca y olvida todo.
Cuando
Dios nos perdona, olvida todo el mal que hemos hecho. Alguien dijo: “Es la
enfermedad de Dios”. No tiene memoria, es capaz de perder la memoria en estos
casos. Dios pierde la memoria de las historias malas de tantos pecadores, de
nuestros pecados. Nos perdona y sigue adelante. Sólo nos pide: “Es lo mismo:
aprende a perdonar”, no sigas con esta cruz infecunda del odio, del rencor, del
“me la pagarás”. Esta palabra no es cristiana ni humana. La generosidad de
Jesús nos enseña que para entrar en el cielo debemos perdonar. Es más, nos
dice: “¿Vas a Misa?” – “Sí” – Pero cuando vas a Misa acuérdate de tu hermano
que tiene algo contra ti, y reconcíliate primero; no vengas a mí con el amor
hacia mí en una mano y el odio para con tu hermano en la otra. Coherencia del
amor. Perdonar. Perdonar de corazón.
Hay
gente que vive condenando a la gente, hablando mal de la gente, ensuciando
constantemente a sus compañeros de trabajo, ensuciando a sus vecinos, a sus
parientes, porque no perdonan algo que les han hecho, o no perdonan algo que no
les gustó. Parece que la riqueza propia del diablo es ésta: sembrar amor al
no-perdonar, vivir apegados al no-perdonar. Y el perdón es condición para
entrar en el cielo.
La
parábola que nos cuenta Jesús es muy clara: perdonar. Que el Señor nos enseñe
esta sabiduría del perdón que no es fácil. Y hagamos una cosa: cuando vayamos a
confesarnos, a recibir el sacramento de la reconciliación, primero preguntemos:
“¿Yo perdono?”. Si siento que no perdono, no hagas de cuenta que pides perdón,
porque no serás perdonado. Pedir perdón significa perdonar. Van juntos. No
pueden separarse. Y aquellos que piden perdón para sí mismos como este señor,
al que el patrón le perdona todo pero él no perdona a los demás, terminarán
como este señor. “Así también mi Padre celestial lo hará con ustedes si no
perdonan de corazón cada uno a su propio hermano”.
Que
el Señor nos ayude a comprender esto y a bajar la cabeza, a no ser soberbios, a
ser magnánimos en el perdón. Al menos a perdonar “por interés”. ¿Cómo es eso?
Sí: perdonar, porque si no perdono, no seré perdonado. Al menos eso. Pero
siempre el perdón.
Larissa
I. López
Fuente:
Zenit






