Ha llegado el momento de pensar un poco más allá y saber que
Dios es amor
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En
este mes de marzo el mundo anda muy revuelto a causa del coronavirus que
infecta a centenares de miles de personas en más de 120 países de todo el mundo.
De algunos países no sabemos
nada o muy poco por falta de estadísticas o de control sanitario. En Lesbos,
donde decenas de miles de refugiados sirios se hacinan en esta isla del
Mediterráneo, huyendo de la guerra de Siria, ya se ha detectado un caso de
coronavirus.
A lo largo de la historia,
el número de pandemias ha sido muy numeroso. La principal, la peste en la Edad
Media y Moderna.
Muchos han sido los santos
que han alcanzado los altares por su arrojo en el cuidado de enfermos
infectados de peste, virus o bacterias mortales. En tiempos de Jesucristo
estaba la lepra.
Hoy
a causa del coronavirus hay quien vive sin esperanza, por su falta de fe. En la
civilización actual se tiene un gran miedo a vivir en el riesgo: todo ha de ser previsible
y tocarlo con la mano.
Sin embargo, desde los
tiempos bíblicos sabemos que Dios envía a los hombres enfermedades, plagas,
etc., pidiendo su conversión.
Dios está por encima del
espacio y del tiempo, y no lo podemos entender: los
designios de Dios son inescrutables y la sabiduría del hombre limitada.
Hoy hemos visto cómo la
bolsa se hunde, el precio del petróleo bajando a mínimos, perjudicando a los
países productores (los de Oriente Medio, Rusia, Nigeria, Méjico, Venezuela y
Brasil, entre otros), aunque beneficiando a los países importadores.
El turismo, las compañías
aéreas y de transportes, así como hoteles y restaurantes están vacíos. Hemos
vivido un “Lunes Negro” en la bolsa.
En muchos sitios ya no nos
dejan desplazar de un sitio a otro, por ejemplo, entre Italia y España. Se cierran
colegios y universidades, los deportes, el fútbol y otros, se celebran a puerta
cerrada, la gente, especialmente la gente mayor, tiene miedo de salir de casa,
tiene miedo al contagio.
En el Vaticano, el papa
Francisco debe aparecer en pantalla. En las misas no se da la paz con la mano…
Hay personas que viven en la
zozobra, en la incertidumbre, en el miedo sobre su futuro y el futuro de su
familia. ¿Y Dios? ¿No ha llegado el momento de pensar un poco más allá y saber
que Dios es amor? ¿Qué espera un acto de conversión nuestro en la cuaresma que
celebramos, en espera de la Pascua de Resurrección?
¿No ha
llegado el momento de volver la mirada al cielo?
Tal vez por Pascua esté ya
el virus controlado, pues China y Japón han demostrado que el coronavirus es
controlable, y se sabe cómo aislarlo y parar los contagios, con la higiene
personal y evitando multitudes.
Las autoridades hacen bien
en cuidar de los hombres, de la salud pública, pero la Iglesia se ocupa del
alma y pide al hombre que vuelva su mirada al infinito, a Dios, a la Virgen
María, Madre de Dolores, pero también Madre de la Iglesia y de la humanidad.
“Vuelve a nosotros tus ojos
misericordiosos”, decimos en la Salve.
Madre de los Dolores, pero
al mismo tiempo Madre Gloriosa, que con Jesús repite sus palabras: no tengáis
miedo, “Yo (Jesús) he vencido al mundo”. Entonces ¿por qué tanto miedo al
coronavirus?
Salvador Aragonés
Fuente: Aleteia






