Como
las sin techo
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Misa en la Casa Santa Marta, 2 abril 2020 © Vatican Media |
“Pidamos
a Santa Teresa de Calcuta que despierte en nosotros un sentido de cercanía a
tantas personas que en la sociedad, en la vida normal, viven escondidas pero,
como los sin techo, en el momento de la crisis, se destacan de esta manera”.
Esta
es la petición de oración del Santo Padre en la Misa de la Casa Santa Marta transmitida
ayer, 2 de abril de 2020, en directo debido a la pandemia del coronavirus.
Problemas ocultos
De
este modo, Francisco recordó que en “estos días de dolor y tristeza ponen de
manifiesto tantos problemas ocultos. En el periódico, hoy, hay una foto que
golpea el corazón: tantas personas sin hogar en una ciudad tiradas en un
estacionamiento, bajo observación… hay tantas personas sin hogar hoy”.
Al
principio de la celebración eucarística el Papa recitó la antífona de entrada
“Cristo es mediador de una Nueva Alianza entre Dios y los hombres, a fin de
que, habiendo muerto para redención de los pecados cometidos en la primera
Alianza, los que son llamados reciban la herencia eterna que ha sido prometida”
(Heb 9,15).
Hemos sido elegidos
En
su homilía, el Pontífice reflexionó sobre las lecturas de hoy, tomadas del
libro del Génesis (Gn 17, 3-9) y del Evangelio de Juan (Jn 8, 51-59) y que
tienen como centro la figura de Abraham, la alianza con Dios y el nuevo anuncio
de Jesús que viene a “rehacer” la creación perdonando nuestros pecados.
En
este sentido, señaló que “somos cristianos porque hemos sido elegidos” y en
esta elección “hay una promesa de esperanza” cuyo signo es la fecundidad de
Abraham.
La
alianza “es fidelidad, ser fiel. Hemos sido elegidos, el Señor nos ha dado una
promesa, ahora nos pide una alianza. Una alianza de fidelidad”.
Camino hacia la promesa
Y
prosiguió: “El cristiano es cristiano no para que pueda hacer ver la fe del
Bautismo: la fe del Bautismo es un papel. Tú eres cristiano si dices que sí a
la elección que Dios ha hecho de ti, si vas detrás de las promesas que el Señor
te ha hecho y si vives una alianza con el Señor: esta es la vida cristiana”.
Los
pecados en este recorrido están siempre en contra de tres dimensiones: no
aceptar la elección adorando ídolos, no esperar en la promesa y olvidar la
alianza, indicó.
Por
ello, finalmente, el Obispo de Roma pidió que camino del cristiano sea
“consciente de ser elegido, gozoso de ir hacia una promesa y fiel en el
cumplimento de la alianza”.
A continuación, sigue el
texto de la homilía ofrecido por Vatican News.
Homilía del Santo Padre
El
Señor siempre ha recordado su alianza. Lo repetimos en el Salmo Responsorial.
El Señor no olvida, nunca olvida. Sí, solo olvida en un caso, cuando perdona
los pecados. Después de perdonar pierde la memoria, no recuerda sus pecados. En
otros casos Dios no olvida. Su fidelidad es memoria. Su fidelidad a su pueblo.
Su fidelidad a Abraham es el recuerdo de las promesas que hizo. Dios eligió a
Abraham para hacer un camino. Abraham es un elegido, era un elegido. Dios lo
eligió. Luego en esa elección le prometió una herencia y hoy, en el pasaje del
Libro del Génesis, hay un paso más. En cuanto a ti, mi alianza es contigo. La
alianza. Una alianza que le hace ver a lo lejos su fecundidad: te convertirás
en el padre de una multitud de naciones. La elección, la promesa y la alianza
son las tres dimensiones de la vida de fe, las tres dimensiones de la vida
cristiana.
Cada
uno de nosotros es un elegido, nadie elige ser cristiano entre todas las
posibilidades que le ofrece el «mercado» religioso. Somos cristianos porque
hemos sido elegidos. En esta elección hay una promesa, hay una promesa de
esperanza, el signo es la fecundidad: «Abraham serás padre de una multitud de
naciones y serás fecundo en la fe». Tu fe florecerá en las obras, en las buenas
obras, en las obras de fecundidad también, una fe fecunda. Pero debes – el
tercer paso – observar la alianza conmigo». Y la alianza es fidelidad, ser
fiel. Hemos sido elegidos, el Señor nos ha dado una promesa, ahora nos pide una
alianza. Una alianza de fidelidad.
Jesús
dice que Abraham se regocijó pensando, viendo su día, el día de la gran
fecundidad, aquel hijo suyo – Jesús era el hijo de Abraham – que vino a rehacer
la creación, que es más difícil que hacerla, dice la liturgia – vino a redimir
nuestros pecados, a liberarnos.
El
cristiano es cristiano no para que pueda hacer ver la fe del bautismo: la fe
del bautismo es un papel. Tú eres cristiano si dices que sí a la elección que
Dios ha hecho de ti, si vas detrás de las promesas que el Señor te ha hecho y
si vives una alianza con el Señor: esta es la vida cristiana. Los pecados del
camino están siempre en contra de estas tres dimensiones: no aceptar la
elección y nosotros «elegir» tantos ídolos, tantas cosas que no son de Dios. No
aceptar la esperanza en la promesa, ir, mirar de lejos las promesas, incluso
muchas veces, como dice la Carta a los Hebreos, saludándolas de lejos y hacer
que las promesas estén hoy con los pequeños ídolos que nosotros hacemos, y
olvidar la alianza, vivir sin alianza, como si estuviéramos sin alianza.
La
fecundidad es la alegría, esa alegría de Abraham que vio el día de Jesús y se
llenó de alegría. Esta es la revelación que la palabra de Dios nos da hoy sobre
nuestra existencia cristiana. Que sea como aquella de nuestro Padre: consciente
de ser elegido, gozoso de ir hacia una promesa y fiel en el cumplimento de la
alianza.
El
Papa terminó la celebración con la adoración y la bendición eucarística,
invitando a hacer la comunión espiritual.
Oración para la comunión
espiritual
“Creo, Jesús mío, que
estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar.
Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma,
pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a
mi corazón. Y como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno del todo a Ti.
Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén”.
Antes
de salir de la capilla dedicada al Espíritu Santo, se cantó la antigua antífona
mariana Ave Regina Caelorum (Ave Reina del Cielo): “Salve, Reina de los
cielos, y Señora de los ángeles; salve, raíz; salve, puerta que dio paso a
nuestra luz. Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve, oh
hermosa doncella, ruega a Cristo por nosotros”.
Larissa
I. López
Fuente:
Zenit