Los
“Judas” de nuestro tiempo
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Misa en la Casa Santa Marta, 8 abril 2020 © Vatican Media |
“Recemos
hoy por la gente que en esta época de pandemia hace comercio con los
necesitados. Se aprovechan de las necesidades de los demás y los venden: los
mafiosos, los usureros y muchos otros. Que el Señor toque sus corazones y los
convierta”.
Esta
es la plegaria de oración del Santo Padre en la Misa de la Casa Santa Marta de ayer, 8
de abril de 2020, emitida en directo diariamente debido a la pandemia de
coronavirus.
En
su homilía de este Miércoles Santo, Francisco meditó sobre el Evangelio de
Mateo del día (Mt 26, 14-25), que relata la traición de Judas.
Servir a Dios y al dinero
En
este sentido, el Papa recuerda que también en la sociedad actual hay Judas,
gente que traiciona, que incluso vende a sus seres queridos por sus propios
intereses.
Como
Judas, en estos tiempos hay gente que quiere servir a Dios y al dinero: “los
explotadores ocultos que son socialmente impecables, pero bajo la mesa
comercian, incluso con la gente: no importa. La explotación humana consiste en
vender al prójimo”.
El diablo, mal pagador
El
amor por el dinero de Judas lo llevó “fuera de las reglas, a robar, y de robar
a traicionar hay un paso, pequeñito. Quien ama demasiado el dinero traiciona
para tener más, siempre: es una regla, un hecho”, indica el Pontífice.
Judas
dejó a sus discípulos en el mundo, que no son sus discípulos, sino los del
diablo. Y al apóstol “fue el diablo quien lo llevó a este punto. ¿Y cómo
terminó la historia? El diablo es un mal pagador. No es un pagador confiable.
Te promete todo, te hace ver todo y al final te deja solo en tu desesperación a
ahorcarte”.
Elegir la lealtad
De
este modo, el Obispo de Roma invita a pensar “en tantos Judas
institucionalizados en este mundo, que explotan a la gente”, así como “en el
pequeño Judas que cada uno de nosotros tiene dentro de sí a la hora de elegir:
entre lealtad o interés”.
“Cada
uno de nosotros tiene la capacidad de traicionar, de vender, de elegir por el
propio interés. Cada uno de nosotros tiene la posibilidad de dejarse atraer por
el amor al dinero o a los bienes o el bienestar futuro. ‘Judas, ¿dónde estás?’.
Pero la pregunta la hago a cada uno de nosotros: ‘Tú, Judas, el pequeño Judas
que tengo dentro: ¿dónde estás?’”, concluyó.
A continuación, sigue la
transcripción de la homilía completa del Santo Padre ofrecida por Vatican
News.
Homilía del Papa
El
Miércoles Santo también se llama “Miércoles de la Traición”, el día en que se
subraya en la Iglesia la traición de Judas. Judas vende al Maestro.
Cuando
pensamos en el hecho de vender a la gente, nos viene a la mente el comercio
hecho con los esclavos de África para llevarlos a América – una cosa antigua –
luego el comercio, por ejemplo, de las jóvenes Yazide vendidas a Daesh: pero es
una cosa lejana, es una cosa … También hoy en día se vende gente. Todos los
días. Hay Judas que venden a sus hermanos y hermanas, explotándolos en su
trabajo, no pagando lo justo, no reconociendo los deberes… Es más, venden
muchas veces las cosas más queridas. Creo que para estar más cómodo un hombre
es capaz de alejar a los padres y no verlos más, ponerlos protegidos en una
casa hogar y no ir a verlos… vende. Hay un dicho muy común que, hablando de
gente así, dice que “éste es capaz de vender a su madre”: y la venden. Ahora
están tranquilos, están alejados: “Cuídenlos ustedes…”.
Hoy
en día el comercio humano es como en los primeros días: se hace. ¿Y esto por
qué? Porque Jesús lo dijo. Él le dio dinero a un señor. Jesús dijo: “No puedes
servir a Dios y al dinero”, dos señores. Es lo único que Jesús establece y cada
uno de nosotros debe elegir: o sirves a Dios, y serás libre en la adoración y
el servicio, o sirves al dinero, y serás esclavo del dinero. Esta es la opción
y mucha gente quiere servir a Dios y al dinero. Y esto no puede hacerse. Al
final fingen que sirven a Dios para servir al dinero. Los explotadores ocultos
que son socialmente impecables, pero bajo la mesa comercian, incluso con la
gente: no importa. La explotación humana consiste en vender al prójimo.
Judas
se ha ido, pero ha dejado discípulos, que no son sus discípulos sino el diablo.
No sabemos cómo fue la vida de Judas. Un muchacho normal, tal vez, e incluso
con inquietudes, porque el Señor lo llamó a ser discípulo. Él nunca logró
serlo: no tenía boca de discípulo ni corazón de discípulo, como hemos leído en
la primera lectura. Era débil en el discipulado, pero Jesús lo amaba…
Luego
el Evangelio nos hace comprender que le gustaba el dinero: en casa de Lázaro,
cuando María ungió los pies de Jesús con aquel perfume tan caro, hizo la
reflexión y Juan subrayó: “Pero no lo dice porque amaba a los pobres: porque
era ladrón”. El amor por el dinero lo había llevado fuera de las reglas, a
robar, y de robar a traicionar hay un paso, pequeñito. Quien ama demasiado el
dinero traiciona para tener más, siempre: es una regla, un hecho. El Judas muchacho,
quizás bueno, con buenas intenciones, termina siendo un traidor hasta el punto
de ir al mercado a vender: “Fue a donde estaban los jefes de los sacerdotes y
les dijo: ‘¿Cuánto me darán si se los entrego?’”. En mi opinión, este hombre
estaba fuera de sí.
Una
cosa que me llama la atención es que Jesús nunca le dice “traidor”; dice que
será traicionado, pero no le dice a él “traidor”. Nunca dice: “Vete, traidor”.
¡Nunca! Es más, le dice: “Amigo”, y lo besa. El misterio de Judas… ¿Cómo es el
misterio de Judas? No sé… Don Primo Mazzolari lo explicó mejor que yo… Sí, me
consuela contemplar aquel capitel de Vézelay: ¿cómo terminó Judas? No lo sé.
Jesús amenaza fuertemente, aquí; amenaza fuertemente: “¡Ay de aquel hombre por
quien el Hijo del Hombre es traicionado: sería mejor para ese hombre si nunca
hubiera nacido!” ¿Pero eso significa que Judas está en el infierno? No lo sé.
Yo miro el capitel. Y escucho la palabra de Jesús: “Amigo”.
Pero
esto nos hace pensar en otra cosa, que es más real, más que hoy: el diablo
entró en Judas, fue el diablo quien lo llevó a este punto. ¿Y cómo terminó la
historia? El diablo es un mal pagador. No es un pagador confiable. Te promete
todo, te hace ver todo y al final te deja solo en tu desesperación a ahorcarte.
El
corazón de Judas, inquieto, atormentado por la codicia y atormentado por el
amor a Jesús, un amor que no ha logrado hacerse amor, atormentado por esta
niebla, vuelve hacia los sacerdotes pidiendo perdón, pidiendo salvación. “¿Qué
tiene que ver eso con nosotros? Es algo tuyo…”: El diablo habla así y nos deja
en la desesperación.
Pensemos
en tantos Judas institucionalizados en este mundo, que explotan a la gente. Y
también pensemos en el pequeño Judas que cada uno de nosotros tiene dentro de
sí a la hora de elegir: entre lealtad o interés. Cada uno de nosotros tiene la
capacidad de traicionar, de vender, de elegir por el propio interés. Cada uno
de nosotros tiene la posibilidad de dejarse atraer por el amor al dinero o a
los bienes o el bienestar futuro. “Judas, ¿dónde estás?” Pero la pregunta la
hago a cada uno de nosotros: “Tú, Judas, el pequeño Judas que tengo dentro:
¿dónde estás?”.
El
Papa terminó la celebración con la adoración y la bendición eucarística,
invitándonos a hacer la comunión espiritual.
He
aquí la oración recitada por el Papa: “Creo, Jesús mío, que estás real y
verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre
todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo
hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y
como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no
permitas que jamás me aparte de Ti. Amén”.
Antes
de salir de la capilla dedicada al Espíritu Santo, se cantó la antigua antífona
mariana Ave Regina Caelorum (Ave Reina del Cielo): “Salve, Reina de
los cielos y Señora de los Ángeles; salve raíz, salve puerta que dio paso a
nuestra luz. Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve,
agraciada doncella, ruega a Cristo por nosotros”.
Larissa
I. López
Fuente:
Zenit