Modelo
para las familias cristianas
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Francisco y Conchita Barrecheguren © Www.Barrecheguren.Com |
El
redentorista Francisco Barrecheguren Montagut y su hija Conchita, laica, están
más cerca de ser elevados a los altares. El Vaticano ayer, miércoles 6 de mayo
de 2020, comunicó que el Papa Francisco ha reconocido las virtudes heroicas de ambos.
Camino conjunto a los
altares
Sobre
este camino hacia la santidad de dos miembros de la misma familia, algunos
consideran que Conchita fue santa por influencia de su padre, pero Francisco
declararía con humildad que fue su hija la que con su santidad contribuyó a su
vida cristiana.
En
cualquier caso, es seguro que mutuamente debieron ayudarse para llegar a la
santidad y los dos pueden presentarse como modelos y protectores de las
familias cristianas.
Infancia y juventud de
Francisco
De
acuerdo a los datos ofrecidos por la web del santuario de Nuestra Señora del
Perpetuo Socorro, de los misioneros redentoristas en Granada, Francisco
Barrecheguren nació el 21 de agosto de 1881 en Lérida.
Desde
muy pequeño sufrió la pérdida de sus seres más queridos: a los 11 meses
falleció su padre, y a los 5 años su madre. Al quedar huérfano, sus tíos lo
adoptaron y se lo llevaron a Granada, donde viviría casi toda su vida.
En
1904 contrajo matrimonio con Concha García Calvo y un año después, el 27 de
noviembre del 1905, nació Conchita, su única hija.
Conchita, una vida
discreta y breve
La
vida de Conchita fue breve, no llegó a cumplir veintidós años. El primer
síntoma de su enfermedad fue una ligera afonía después de una peregrinación a
Lisieux en 1926. Finalmente, la joven fue diagnosticada con tuberculosis y los
médicos recomendaron trasladarla al Carmen, una finca que tenían sus padres
junto a los bosques de la Alhambra.
Frente
a la tuberculosis, poco conocida para la medicina de la época, solo quedó
aliviar las molestias que causaba. El desarrollo de la enfermedad de Conchita y
de los sufrimientos que la acompañaron suscitaron la admiración de quienes la
conocieron, pues la joven supo sacar fuerzas de flaqueza para combatirla.
La importancia de su fe
La
fe de Conchita le permitió “descubrir que los planes de Dios no son los suyos,
que tiene que aceptar que su vida, y su modo de seguir a Jesucristo y de estar
en la Iglesia, es el laical”, señala la web del proceso de Canonización de la
familia.
Conchita
murió en olor de santidad el 13 de mayo de 1927, justo diez años después de la
primera aparición de Fátima: “No buscó, ni vivió cosas llamativas. Simplemente
fue cristiana. Con su fe, respondió a las dificultades cotidianas y a los
desafíos que se le presentaban”, continúa el texto.
“Quienes
la conocieron, supieron estimarla y pensaron que estaban ante una persona
especial, extraordinaria y santa. Para todos era evidente su fe. Su persona fue
como una presencia que, discreta y débil, se echa en falta cuando, de forma
inesperada, desaparece. Eso ocurrió con ella”.
Francisco, misionero y
sacerdote
En
1937, Francisco enviudó. Nueve años, después, a los 65 años decidió
ingresar como postulante en los Misioneros Redentoristas de Granada y en 1947
hace su profesión religiosa en Nava del Rey, Valladolid.
Además,
en julio de 1949, sería ordenado sacerdote en Madrid, volviendo a Granada en
ese mismo verano. A partir de entonces, dedicó todo su tiempo a la celebración
de la Eucaristía en el santuario del Perpetuo Socorro y en el Carmen de
Conchita, a llevar la comunión a los enfermos, a dirigir el Rosario con el
pueblo y a llevar la correspondencia del proceso de Canonización de su hija
Conchita.
Modelo de esposo, padre y
religioso
El
Señor llamó a Francisco Barrecheguren el 7 de octubre de 1957. El ya venerable
es considerado “modelo de esposo, de padre, de educador, de religioso, de
hombre que supo cargar con la cruz y llevarla con valentía y alegría, con la
sonrisa siempre en el rostro y una palabra cariñosa y alentadora en los
labios”, describe la citada fuente.
Marino
Antequera García, profesor de Historia del Arte, confirma y destaca en el texto
de su proceso de Canonización que “sus notas predominantes eran: bondad,
sencillez, candor. La virtud sobresaliente en él fue la humildad; fue un hombre
que de nada presumió en la vida. Como hombre era sencillo, enteramente como un
niño. Conmigo estrechísimo; él era de suyo afectuoso y cariñoso con todo el
mundo. Como cristiano, santo, santo de verdad”.
En
1996, los restos del padre Barrecheguren se trasladaron del panteón familiar en
el cementerio de Granada a la iglesia de los Redentoristas. Desde ese momento,
el santuario de Ntra. Sra. del Perpetuo Socorro se ha convertido en un lugar de
peregrinación para muchos fieles que se encomiendan a él, muchos de los cuales
reconocen haber recibido favores por su intercesión.
Larissa
I. López
Fuente:
Zenit