Perseverar
con fidelidad en el sueño que Dios ha puesto en el alma de una persona la hace
realmente fuerte
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N./Unsplash | CC0 |
Me gustan las personas con ideas claras. Esas que
no se amilanan ante el primer inconveniente en medio de su camino. Aquellas que
luchan contra la marea, contra los vientos contrarios, queriendo llegar siempre
al puerto marcado.
Me gustan los
hombres de una sola idea, capaces de vencer en todas las adversidades porque
arde un fuego en sus corazones que los anima a seguir luchando.
Comenta
Nietzsche: «Temo
al hombre de una sola idea».
Es temible ese hombre que no es fácilmente
manipulable. Sabe lo que quiere, tiene claro hacia dónde va, ama la idea que
habita su alma e incluso, cuando las circunstancias son adversas, no duda, no se desanima, sigue corriendo y
creyendo que todo es posible.
Ese hombre
insobornable me asusta. No tiene un precio. No se le puede comprar. Tiene un
gran amor en su alma y no deja que se apague, que se ahogue, que muera. El otro
día leía una frase de François de La Rochefoucauld:
«La ausencia disminuye las pequeñas pasiones
y aumenta las grandes, lo mismo que el viento apaga las velas y aviva las
hogueras».
Quisiera ser
yo también así. Tener una idea, un fuego en el alma, un sueño, una pasión por
la vida que no se apaga con el viento, ni con la ausencia.
Quisiera
mantenerme fiel en el tiempo perseverando por
aquello en lo que creo.
Me dicen que
soy obsesivo a veces. Que me empeño en algo y no cejo hasta que lo consigo.
Como una ardilla que no deja de perseguir esa bellota que desea.
Tengo algo de
eso, y es que no quiero ser de los que cambian volátilmente de una cosa a otra
desperdiciando la vida, dependiendo de lo que los demás ven, creen o piensan.
Me gustaría
perseverar hasta la línea de meta, entregándolo todo sin querer guardarme nada.
Llegar hasta el final movido por el viento. Quiero ser fiel a ese sueño que Dios
ha sembrado en mi alma.
Entregarse totalmente
Creo en las personas que se juegan la vida
en todo lo que hacen. Toman la iniciativa, se ponen en camino, no aguardan a
que los demás hagan lo que es de todos.
En esta
entrega no llevan cuenta del bien que hacen, no se comparan. No tienen miedo a
perder y se arriesgan. Confían en que siempre pueden ganar.
Pero lo más
importante es que se dan por entero sin temer la posibilidad de la derrota.
Viven sin reservarse nada. Sin miedo a perderlo
todo.
He
descubierto a mi alrededor personas enamoradas de la vida que la aman hasta el
final. Y me he topado con otras que sufren sin amar, con ese miedo a perder que
congela sus almas.
Elijo el
fuego de las primeras. Y me duele la angustia de las segundas.
Fuerza para luchar
Muchas personas ante las contrariedades y
dificultades se vienen abajo y no luchan más. Desconfían del futuro. Como si
las cosas no fueran a mejorar nunca.
Conozco a
otros que están construyendo para la eternidad y
no se desaniman cuando comienzan los pequeños fracasos que trae la vida.
Cuando se
levantan muros que impiden ver el futuro ellos se alzan por encima y miran el
mañana.
Creo en esos
enamorados de Dios y de la vida que confían no sé bien cómo en un futuro
prometedor que aún no ven. Quiero ser yo de
esos que sueñan con lo imposible en medio de tantos desastres.
Quiero ser yo
de los que levantan castillos en el aire aun sin tener medios para hacerlo.
Quiero ver oportunidades donde muchos ven posibles
derrotas y viven con miedo.
Me gusta la
alegría confiada de los santos que no se acaba nunca y los lleva a luchar
empecinados contra toda adversidad.
Entusiasmar a otros
Me gustaría contagiar confianza en todo lo
que hago y encender el fuego en otros corazones en las batallas. Si
soñamos un sueño común, las posibilidades de conseguirlo aumentan. Si
consigo que mi idea la sueñen otros mi idea se volverá más fuerte, eso siempre
pasa.
Hay un anhelo
de infinito muy dentro de mí. Comentaba un conferenciante: «El tiempo es la excusa de los
cobardes. ¿Tengo un sueño o una visión? Es
necesario convertir un sueño en visión. Dar un primer paso».
Cuando el
sueño se convierte en visión todo cambia. Dejo de construir castillos sin
sentido y me pongo manos a la obra. Mi sueño es realizable y se convierte en
pasión, en proyecto, en deseo compartido por otros, ya no solo mío.
Una
visión puede cambiar la realidad y hacerla mejor de lo que es ahora.
Temo al hombre
de una sola idea. Ese luchador movido por una pasión que habita su alma. Es lo
que yo quiero. No me desanimo. Me pongo en marcha y aparto los
impedimentos que quieren detener mis pasos.
Carlos
Padilla Esteban
Fuente:
Aleteia