Sumérgete
en la historia de ‘La Maestà’, el retablo más grande jamás pintado
Realizado
a comienzos del siglo XIV por Duccio di Buoninsegna, está expuesto hoy en día
en Florencia en el Museo dell’Opera del Duomo. “Maestro del espacio y el
tiempo, Duccio visualiza lo esencial del texto sacro: sus pinturas hablan de
amor, de compartir, de escuchar, de odio, de traición, de perdón”, explica
Michel Feuillet en ‘L’Évangile en majesté’, una obra dedicada al maestro
italiano
Todo
comienza como comienzan las historias hermosas. A comienzos del siglo XIV, en
el Trecento italiano, los responsables de la catedral de Siena deciden
reemplazar el retablo del altar mayor. Se aprueba un contrato con el maestro de
la Escuela sienesa, Duccio di Buoninsegna. No es un ciudadano apacible, pero es
un gran pintor. Debe trabajar solo, sin descanso. Menos de tres años después,
la obra está lo bastante avanzada para ser entregada a los mecenas. Entrega
solemne: el 9 de junio de 1311, en la ciudad de Siena, detrás del obispo y el
clero, el pintor y los magistrados siguen en procesión la obra maestra desde el
taller de Duccio hasta la catedral, mientras las campanas repican con
entusiasmo.
La
obra de arte es un inmenso políptico que despliega más de cincuenta paneles de
madera pintados en torno a una imagen central, a doble cara: una mira a la nave
de los fieles, la otra, al coro reservado a los canónigos. Pronto se la bautiza
como La Maestà. ¿Por qué? Porque la hoja central muestra a la Virgen en majestad
(maestà) presentando a su Hijo sentado sobre sus rodillas. Los cincuenta
paneles que se irradian a su alrededor, desde la predela a los pináculos,
ilustran la Encarnación, desde la Anunciación a la Asunción, justificando así
la majestad de la Virgen.
Resultaría
muy largo relatar la historia de este conjunto. Si abandonó el altar de la
catedral es porque fue salvajemente desmembrado en 1771. Los paneles serrados y
dispersos. En 1878, los paneles que sobrevivieron pasaron al Museo dell’Opera
del Duomo; en 1958, el políptico fue admirablemente restaurado y algunos
paneles permanecen en museos extranjeros.
A
estas fechas habría que añadir la del libro de Michel Feuillet, que acaba de
publicarse. Tiene por título L’Évangile en majesté, es decir, “el
Evangelio en majestad”. El papa Francisco prefiere el Evangelio simple y llano.
Pero vemos el sentido de esta elección. La Virgen en majestad convoca a su
alrededor la historia de la Salvación que su Hijo trajo a los hombres gracias a
su fiat. Y Michel Feuillet, que conoce tan bien a los Primitivos italianos
como la historia de la Salvación, de los profetas a los apóstoles, tuvo la
feliz inspiración de juntar los dos gracias a Duccio. No hay duda, en
efecto, de que Duccio, como Giotto, su contemporáneo en Florencia, hace
una obra de arte y de fe. Conoce las Escrituras, se inspira en ellas para cada
escena, tal y como queda reflejado. De ahí la organización del espacio, la
ubicación de los personajes, sus expresiones, sus gestos, los símbolos que les
rodean. Podría decirse que nace como un quinto Evangelio, un Evangelio según
Duccio, perfectamente fiel a los sinópticos y a san Juan.
Michel
Feuillet percibió la ventaja que tendría ver esta historia sagrada tal y como
la concibió Duccio: los fieles que encuentran una página del Evangelio cada
domingo; los padres y los catequistas que preparan a los niños para esta
página. Y todos ellos, incluso los que están allí solo como estetas, podrían
presentir un lenguaje de otro orden. Pero hay que saber leer estos
paneles. Entonces, a partir de su lectura, del todo rigurosa y sensible, Michel
Feuillet nos da la mano y, delante de cada panel, nos invita a entrar en la
escena: nada escapa a su mirada, está ahí como un doble de Duccio.
Una
doble alegría la de esta alianza de la estética y la mística: alegría para los
ojos y alegría para el alma. La Maestà brilla como nueva. Logra
aquello que se canta en el Salve Regina: Et Jesum (…) nobis post hoc
exsilium ostende. La Virgen nos muestra a su Hijo.
Bernard
Plessy
Fuente:
Aleteia






