‘Ordo Virginum’
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Consagración de vírgenes (C) Andrea Pieretti |
“Vuestra
llamada pone de relieve la inagotable y multiforme riqueza de los dones del
Espíritu del Resucitado” dice el Papa Francisco a las vírgenes consagradas por
el Ordo Virginum,
en su mensaje escrito con motivo del 50º aniversario de la promulgación del
Rito de la Consagración de las vírgenes.
Un texto
escrito por el Santo Padre en la basílica San Juan de
Letrán el 31 de mayo de 2020, solemnidad de Pentecostés –coincidiendo con el
día en que el rito cumplió 50 años desde su promulgación–, y difundido por la
Santa Sede este 1 de junio de 2020.
Fue el 31 de
mayo de 1970, por deseo de Pablo VI, cuando la Sagrada Congregación para el
Culto Divino promulgó el nuevo Rito de Consagración de las Vírgenes, que supuso
un renacer de la antigua Orden de las Vírgenes: una de las vocaciones
religiosas más antiguas existentes en las comunidades cristianas desde los
inicios de la Iglesia.
Para la fecha,
estaba previsto celebrar un encuentro internacional convocado por la
Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida
Apostólica, pero, debido a la pandemia, no ha sido posible.
El Ordo
Virginum, también conocido como el Orden de las Vírgenes Consagradas, es un
ritual considerado como una de las primeras formas de vida consagrada femenina
en la Iglesia, informa Vatican News.
“Hablamos de una vocación cuyo origen se remonta a los inicios del cristianismo
y por medio del cual las mujeres, sin abandonar sus hogares, se entregaban
totalmente a Jesucristo y a la misión evangelizadora”.
Publicamos
seguidamente el Mensaje que el Papa Francisco envía a las Hermanas consagradas
según el Ordo Virginum en ocasión del 50º aniversario de la
Promulgación del Rito de la Consagración de las vírgenes:
Mensaje del
Papa Francisco
Queridas
hermanas:
1. Hace
cincuenta años la Sagrada Congregación para el Culto Divino, por mandato de san
Pablo VI, promulgaba el nuevo Rito de la Consagración de las vírgenes.
La pandemia aún en curso ha obligado a aplazar el encuentro internacional
convocado por la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las
Sociedades de Vida Apostólica para celebrar este importante aniversario. Sin
embargo, deseo igualmente unirme a vuestra acción de gracias por este “doble
don del Señor a su Iglesia” ―como os dijo san Juan Pablo II con ocasión del 25
aniversario―: el Rito renovado y un Ordo
fidelium “restituido a la comunidad eclesial” (Discurso a las
participantes en el Congreso Internacional del Ordo virginum, 2 junio
1995).
Vuestra forma
de vida encuentra su primera fuente en el Rito, tiene su
configuración jurídica en el can. 604 del Código de Derecho Canónico, y desde
2018 en la Instrucción Ecclesiae Sponsae imago. Vuestra llamada
pone de relieve la inagotable y multiforme riqueza de los dones del Espíritu
del Resucitado, que hace nuevas todas las cosas (cf. Ap 21,5).
Al mismo tiempo, es un signo de esperanza: la fidelidad del Padre pone aún hoy
en el corazón de algunas mujeres el deseo de ser consagradas al Señor en la
virginidad vivida en su ambiente social y cultural ordinario, arraigadas en una
Iglesia particular, en una forma de vida antigua y al mismo tiempo nueva y
moderna.
Acompañadas por
los obispos, habéis profundizado en la especificidad de vuestra forma de vida
consagrada, experimentando que la consagración os constituye en la Iglesia
un Ordo fidelium particular. Proseguid en este camino,
colaborad con los obispos para encontrar serios itinerarios de discernimiento
vocacional y de formación inicial y permanente. En efecto, el don de vuestra
vocación se manifiesta en la sinfonía de la Iglesia, que se edifica cuando
puede reconocer en vosotras mujeres capaces de vivir el don de la sororidad.
2. Cincuenta
años después del Rito renovado, quisiera deciros: ¡no apaguéis
la profecía de vuestra vocación! Estáis llamadas, no por mérito vuestro, sino
por la misericordia de Dios, a hacer resplandecer en vuestra existencia el
rostro de la Iglesia, Esposa de Cristo, que es virgen porque, a pesar de estar
compuesta por pecadores, custodia íntegra la fe, concibe y hace crecer una
humanidad nueva.
Juntamente con
el Espíritu, con toda la Iglesia y con todos los oyentes de la Palabra, estáis
invitadas a entregaros a Cristo y a decirle: “¡Ven!” (Ap 22,17),
para permanecer en la fuerza dada por su respuesta: “¡Sí, vengo pronto!” (Ap 22,20).
Esta visita del Esposo es el horizonte de vuestro camino eclesial, vuestra
meta, la promesa que hay que acoger cada día. De este modo “podréis ser
estrellas que orientan el camino del mundo” (BENEDICTO XVI, Discurso a
un grupo de vírgenes consagradas con ocasión del Segundo Congreso del “Ordo
Virginum”, 15 mayo 2008).
Os invito a
releer y meditar los textos del Rito, donde resuena el sentido de
vuestra vocación: estáis llamadas a experimentar y testimoniar que Dios, en su
Hijo, nos ha amado primero, que su amor es para todos y tiene la fuerza de
transformar a los pecadores en santos. En efecto, “Cristo amó a su Iglesia: Él
se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del
agua y la palabra” (Ef 5,25-26). Vuestra vida revelará la tensión
escatológica que anima a toda la creación, que impulsa toda la historia y nace
de la invitación del Resucitado: “Levántate, hermosa mía y vente” (cf. Ct 2,10;
ORÍGENES, Homilías sobre el Cantar de los cantares II,12).
3. La Homilía
propuesta por el Rito de Consagración os exhorta: “Amad a
todos y dad preferencia a los pobres” (n. 29). La consagración os reserva para
Dios sin haceros ajenas al ambiente donde vivís y en el que estáis llamadas a
realizar vuestro propio testimonio en el estilo de la proximidad evangélica
(cf. Ecclesiae Sponsae imago, 37-38). Que vuestra consagración
virginal, con esta cercanía específica a los hombres y mujeres de hoy, ayude a
la Iglesia a amar a los pobres, a reconocer la pobreza material y espiritual, a
socorrer a los más frágiles e indefensos, a los que sufren por la enfermedad
física y psíquica, a los pequeños y a los ancianos, a los que corren el riesgo
de ser descartados.
Sed mujeres
de misericordia, expertas en humanidad. Mujeres que creen “en lo revolucionario
de la ternura y del cariño” (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 288).
La pandemia nos enseña que “es tiempo de eliminar las desigualdades, de reparar
la injusticia que mina de raíz la salud de toda la humanidad” (Homilía en la
Celebración de la Divina Misericordia, 19 abril 2020). Que lo que está
sucediendo en el mundo os sacuda: no cerréis los ojos y no huyáis, atravesad
con delicadeza el dolor y el sufrimiento, perseverad en proclamar el Evangelio
de la vida plena para todos.
La Oración de
consagración, que invoca para vosotras los dones multiformes del Espíritu, pide
que viváis en una casta libertas (Rito de la Consagración
de las vírgenes, 38). Que este sea vuestro estilo de relación, para ser
signo del amor esponsal que une a Cristo con la Iglesia, virgen madre, hermana
y amiga de la humanidad. Con vuestra bondad (cf. Flp 4,5),
tejed relaciones auténticas, que rescaten a los barrios de nuestras ciudades de
la soledad y del anonimato. Sed capaces de parresia, pero mantened
alejada la tentación del parloteo y del chisme. Tened la sabiduría, la
iniciativa y la autoridad de la caridad, para oponeros a la arrogancia y
prevenir los abusos de poder.
4. En la
solemnidad de Pentecostés, deseo bendecir a cada una de vosotras, así como a
las mujeres que se están preparando para recibir esta consagración y a todas
las que la recibirán en el futuro. “El Espíritu Paráclito es dado a la Iglesia
como principio inagotable de su alegría de esposa de Cristo glorificado” (S.
PABLO VI, Exhort. ap. Gaudete in Domino, 29). Como signo de la
Iglesia esposa, que podáis ser siempre mujeres de la alegría, a ejemplo de
María de Nazaret, mujer del Magnificat, madre del Evangelio
viviente.
Roma, San Juan
de Letrán, 31 de mayo de 2020, solemnidad de Pentecostés.
FRANCISCO
© Librería Editorial Vaticana
Rosa
Die Alcolea
Fuente:
Zenit