Conoce
a algunos de los hombres que se están convirtiendo en sacerdotes católicos en
el siglo XXI
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Cuando
le preguntaban, de niño, qué quería ser de mayor, siempre respondía que «sacerdote,
profesor y payaso». «Mi madre dice que se han cumplido las tres», bromea.
Francisco
Alejandro Pulido, de 30 años, es uno de los 21 hombres que se convierten en
sacerdotes este sábado en Madrid. La archidiócesis española explica algunas
de sus originales historias.
La
de Pulido, por ejemplo, es curiosa, porque aunque su familia no era
especialmente religiosa, él siempre tuvo clara su vocación.
Vivía
«una amistad muy profunda con Jesús, muy natural; no sabía que rezaba, para mí
era estar con mi amigo», recuerda.
Fue
su profesora de religión quien le llevó a involucrarse más en la vida de la
Iglesia. Después de estudiar Psicología, saltó de la plural Universidad
Complutense al seminario. Y de ahí, a la ordenación.
Sin billete a casa por el
COVID-19
El
desprendimiento de tanto en estos momentos difíciles de pospandemia lo está
viviendo de primera mano Antoine Sawadogo.
Natural
de Burkina Faso, este joven de 32 años tendría que estar ya en su diócesis de
Kaya para ordenarse allí el próximo 4 de julio.
Pero
«el Señor siempre nos sorprende y esto es el sentido de la vocación: si hemos
dicho sí desde el principio, ahora, que es un momento crucial, también tenemos
que saber decir este sí».
Así
se lo explicó en un mensaje de WhatsApp a su familia. La respuesta de su
hermano mayor explica, y mucho, el caldo de cultivo en el que nació la vocación
de Antoine.
«Nos
mandó un audio de 15 minutos con los pasajes del Evangelio en los que Cristo
pide a sus discípulos el despojamiento; entre ellos el de la llamada de Mateo,
al que Jesús le dijo “sígueme” y punto».
Sawadogo
también quiso ser sacerdote desde niño. Cuarto de cinco hermanos, nació
casualmente en Costa de Marfil, donde sus padres habían emigrado, en una población
sin iglesia y cuya parroquia estaba a más de 100 kilómetros.
Sus
padres y otros fieles crearon una comunidad cristiana atendidos por un
sacerdote que le «impactaba».
Ya
de vuelta, cuando contaba 10 años, en una Burkina Faso de mayoría musulmana, se
involucró en su parroquia, esta vez al lado de su casa, conoció a un grupo de
seminaristas menores y empezó a sentir el deseo de ser como ellos.
Y
también como «aquel cura que yo veía en el altar». Entró en el seminario menor,
luego en el diocesano, y cuando estaba en tercero, su obispo le envío a
estudiar a España junto a otro compañero.
«Quizás
en Navidad esté de vuelta en mi país y pueda celebrar mi primera Misa allí para
dar gracias al Señor junto a mi familia»…
Vocación tardía
Muy
diferente fue la vocación de José Ignacio Sánchez, que tiene 60 años y es el
mayor de los seminaristas. Todo surgió tras la muerte de su madre, en 2012, a
la que había cuidado en sus últimos años de vida.
Empezó
a asistir entonces a un grupo de la Comunidad de Grupos Católicos Loyola e
inició un acompañamiento espiritual con un sacerdote de allí con quien hizo
unos meses de discernimiento vocacional previos a su entrada en el seminario.
Ingeniero
industrial por ICAI y funcionario del Ministerio de Industria, José Ignacio ya
había estudiado en tiempos Teología. Reconoce que, a pesar de tener su vida muy
hecha, «no me costó nada adaptarme al seminario, lo he pasado fenomenal».
Los
futuros sacerdotes consideran que vivimos en una «sociedad postcristiana». Urge
la Iglesia en salida. «Este tiempo –dice Pulido– no es para replegarnos y
defendernos sino para ir a lo esencial del Evangelio, que no es una ideología,
es una relación viva con Cristo».
Archidiócesis de Madrid
Fuente:
Aleteia






