Lo que yo creía que me iba a conceder no estaba dentro de sus planes y no
pude evitar cerrarme a Él
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Hernan Pinera CC |
Tuve una
conversación sincera con Él por primera vez en semanas. Me senté en el fondo de
la capilla y lo miré con resentimiento. No tenía palabras para Él por pura
terquedad y orgullo. Mi tristeza no me permitía verlo. Me quedé en la capilla
durante diez minutos antes de decirle que había terminado.
Estuve abrigando
rabia contra Dios durante meses. Confié en el Señor y no obtuve el resultado
positivo que pensé. Me sentí herida y traicionada por el Señor
cuando supe que Él nunca cedió, que lo que yo creía que me iba a conceder no
estaba dentro de sus planes.
Pero si Él
quiere lo mejor para mí, si Él es el amor perfecto, ¿por qué estaba enojada con
Él?
Cuando estás en una relación personal con
alguien, es obvio que habrá temporadas de enojo y resentimiento que te alejarán
un poco de esa persona, pero a veces, existe una falsa idea de que no
hay dolor en la relación personal con Cristo.
Si miramos nuestra humanidad
caemos en la cuenta de que fácilmente nos encontramos heridos de
desconfianza en Dios cuando cuestionamos su autoridad o su actuar en nuestra
vida.
Sabemos que es un dolor
autoinfligido (a menudo no intencional) el que sentimos al separarnos de lo
esencial, de lo que sabemos nos da la paz. Sin embargo, nos encontramos
enojados como si fuera su culpa y seguimos alejándonos de Él.
Apertura y honestidad
Sé a ciencia cierta que mi temporada de ira
podría haber sido mucho más corta y llevadera si hubiera sido auténtica en mi
oración.
No
estaba siendo directa acerca de mis emociones, pues pensaba que estaba mal que
sintiera enojo hacia Él. No me abrí lo suficiente, me convencí de que era algo
que tenía que arreglar antes de llevarlo a Dios.
Sin embargo, cuando Dios dice
que nos quiere todos, realmente lo quiere TODO. Quiere que acudamos
a Él con nuestros deseos, emociones, pensamientos y sentimientos; sean
positivos o negativos.
Al ocultar nuestras emociones
por venganza o por un deseo de control, nos convertimos en hijos pasivos y nos
olvidamos del que nos ama.
Esto es exactamente lo que el
mal quiere en nosotros: alejarnos de la confianza en la capacidad de Dios para
intervenir en cada situación de nuestra vida.
Sé
real. Ve ante Dios y dile cómo te sientes. No retengas nada, ponlo todo en su Cruz. Él es un Dios de
amor y de perdón, lento a la ira y rico en bondad.
Al abrirte, Él anhela abrirse
aún más derramando su amor en todas las direcciones. Él no te rechazará, sino
que te demostrará su amor una y otra vez.
Dejarse ayudar
Mientras atraviesas una temporada de enojo,
es crucial tener a alguien con quien hablar;
especialmente si te resulta difícil estar completamente abierto con el Señor.
Un acompañante espiritual puede
ser cualquier persona a la que puedas recurrir como guía en tu fe y en tu
relación con Cristo. Un acompañante te da la oportunidad de procesar tu caminar
mientras recibes su orientación para avanzar en tu amistad con Dios.
No te rindas
Es muy fácil decir que no vale la pena
luchar cuando te sientes herido y traicionado. Pero el Señor no se aleja tan
fácilmente como lo haces tú. Él sigue luchando, sigue buscándote y sigue
tocando la puerta de tu corazón.
Sin embargo, Él no se obligará a
sanarnos sin nuestro consentimiento. Nosotros
también debemos seguir trabajando para abrirnos, romper nuestro silencio y
acudir a Él en medio de la tormenta.
No te desanimes, cada esfuerzo
pequeño que haces, aunque sea del tamaño de una semilla de mostaza, se
multiplica. Así que pelea la buena pelea. Vale la pena.
Con la ayuda de mis amigos, la autenticidad
en la oración y el impulso para seguir adelante, finalmente me encontré abierta
y en paz.
Tomó mucho trabajo, tiempo y
sacrificio, pero fue como si finalmente me reuniera con un viejo amigo, con
alguien que en realidad nunca se había ido, con el lugar en el que mi corazón
había estado siempre.
Rezo para que si
algún día pasas por una temporada de enojo, esta, en vez de alejarte,
fortalezca tu relación con el Señor, como lo hizo conmigo.
Deja que Él te ame, incluso si tú
no lo quieres. No permitas que tu ira coseche y se convierta en mal fruto.
Siembra siempre la búsqueda, el agradecimiento y el asombro.
Acá te dejo algunos salmos que
puedes rezar desde el corazón cuando las palabras no broten:
Salmo 22 – Petición de liberación
del sufrimiento
Salmo 25 – Oración por una guía
Salmo 26 – Petición de justicia
y declaración de rectitud
Salmo 37 – Exhortación a la
paciencia y a la confianza
Salmo 38 – La súplica de
sanación de un penitente
Salmo 42 – El anhelo de Dios y
su ayuda en la angustia
Salmo 43 – Oración a Dios en
tiempo de apuro
Salmo 61 – Garantía de la
protección de Dios
Salmo 62 – Canción de confianza
en Dios
Salmo 69 – Oración por la
liberación
Salmo 77 – Los poderosos hechos
de Dios son recordados
Salmo 88 – Oración de ayuda en
el desaliento
Salmo 102 – Oración al Rey
Eterno por Ayuda
Luisa Restrepo
Fuente: Aleteia