“Muchas veces hago planes y no le pregunto a Él lo
que desea para mí”
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Tantas
separaciones en la vida matrimonial. Tantos sacerdotes o seminaristas que dejan
su camino. Tantas vocaciones seguras que pierden la fe y emprenden un rumbo
diferente… ¿Qué falla en el corazón? ¿Es incorrecta la primera decisión o la de
ahora? ¿O tal vez ninguna sea incorrecta?
Es como si pareciera fácil cambiar el camino emprendido y
comenzar otro totalmente diferente. Fácil cambiar las decisiones tomadas cuando
experimento la fragilidad de mi corazón. Fácil borrar toda una vida de
esfuerzos en un solo acto, en un momento de miedo o de duda.
¿Cómo se puede rehacer la vida después de
sufrir el dolor, la pérdida, el cambio de camino?
Tantas separaciones en la vida matrimonial.
Tantos sacerdotes o seminaristas que dejan su camino. Tantas vocaciones seguras
que pierden la fe y emprenden un rumbo diferente.
¿Qué falla
en el corazón del hombre? ¿Es incorrecta la primera decisión o la de ahora? ¿O
tal vez ninguna sea incorrecta?
Ya no lo sé.
No juzgo tantas decisiones posibles. Son
respetables y nunca me atrevería a opinar si están bien o mal. Sólo sé que un camino
emprendido crea expectativas. Cualquier decisión que tomo tiene sus
consecuencias. Y afecta a muchas vidas.
¿Tengo
que ser fiel hasta el final de mi vida, aunque no sea feliz, ni pleno, aunque
no tenga sentido la vida que llevo? He escuchado con frecuencia esta
pregunta. Y no me gustaría estar en ese corazón que sufre esta duda tan
profunda.
Todas mis decisiones tienen consecuencias. Algunas dolorosas. Sufren
inocentes. Cambian tantas cosas… Un sí o un no. Las cosas no siguen igual. No
es lo mismo un sí para siempre que un hasta aquí hemos llegado.
Tal vez en ocasiones nunca se debió
emprender el primer viaje. Dios lo permitió y permite ahora otros planes, otros
caminos, me hizo libre. A lo mejor sucede lo que comentaba una persona:
“Muchas
veces hago planes y no le pregunto a Él lo que desea para mí”.
¿Es posible hacer
planes y tomar decisiones importantes sin hablarlo antes con Dios? Totalmente posible. Y
luego puede que el camino sea insoportable. Y la felicidad soñada nunca llegue
a realizarse.
Quizás
puedo tomar mi vida en mis brazos, armarme de valor y entereza y continuar mi
camino con el corazón puesto en Dios para que me dé fuerzas. Puedo hacerlo. Pero
no puedo exigírselo a otros.
Entiendo entonces a los que cambian sus
planes, y toman decisiones diferentes a las que un día comenzaron. Pero
no deja de dolerme. Me duele por las consecuencias que implica toda
decisión.
No lo juzgo. Pero tampoco me da igual. Toda
decisión tiene consecuencias y tengo que hacerme responsable de mis actos.
¿Da igual?
Hoy
parece reinar la indiferencia. Todo vale, todo da igual. Nada importa. Cada uno
tiene sus derechos. Y es cierto. Pero ¿y los
daños causados?
La vida sigue, está claro. Pero quiero
hacerme responsable de mis decisiones y ser serio. Asumo los riesgos. Tomo en
mis manos mi vida y se la entrego a Dios.
Y asumo que lo que decido no siempre va a
ser aceptado, aprobado, respaldado. No quiero buscar causas ni culpables. Tal
vez sólo necesito hacer el duelo necesario.
Cambian las circunstancias, las personas y
su entorno. Y el daño está ahí y lo llevo en el pecho. Porque cada vida afecta.
Me doy cuenta de la influencia que tengo
sobre los demás. La influencia que todos tenemos. No me cierro en mi egoísmo
indiferente. No quiero caer en la tentación que comenta el papa Francisco:
“El
riesgo es que nos golpee un virus todavía peor, el del egoísmo
indiferente. Que lo que está pasando nos sacuda por dentro”.
Responsabilidad
Me
hago responsable. Asumo las consecuencias de mis actos. Entiendo que toda
decisión implica riesgos y renuncias. Respeto lo que cada uno decida en su
interior. No lo juzgo. Pero me importa.
Claro que me importan los cambios de planes
y las heridas que los cambios dejan. Acepto que haya decisiones que no lleguen
hasta el final de la vida. Pero me gustaría soñar con síes dados para
siempre.
Por eso celebro
con tanta alegría la fidelidad de los que se aman pasados muchos
años. Las vidas entregadas día tras día en fidelidad serena. El amor que no
desaparece de golpe. La vida consagrada que acepta con alegría la renuncia.
No juzgo otras decisiones, pero valoro la
verdad del amor cuidado durante toda una vida.
Carlos
Padilla Esteban
Fuente:
Aleteia