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20.6.20
UN MILAGRO PEQUEÑO Y RUBIO LLAMADO LAURA
Carmen
Álvarez, community manager de Aleteia en español, relata cómo estuvo al borde
de la muerte en pleno embarazo de su hija
En Aleteia contamos historias
de fe y de esperanza, de amor y solidaridad. Forma parte de nuestra misión de
comunicar al mundo lo que realmente importa. Pero esta que contamos hoy es
especial: es una historia que vivimos en el equipo español de Aleteia en
primera persona.
«El embarazo fue
normal. Tuve que hacer algo de reposo, pero nada especial que nos hiciera
sospechar», dice Carmen Álvarez.
Ella y su esposo Luis Romeu eran
padres de 6 niños, el mayor con 12
años.
«Acabábamos de salir de
una crisis matrimonial»
Acababan de superar
una crisis matrimonial y se habían mudado a Torrent,
una ciudad de Valencia (España). «Llevábamos unos días en la nueva casa»,
recuerda. El padre de Carmen estaba en un hospital: había sufrido una infección
recién operado de un cáncer de vejiga.
Era viernes. El 7 de
mayo de 2017. Carmen estaba embarazada casi de 23 semanas.
«Sentí un fuerte dolor de cabeza y de cuello, y Luis me llevó a Urgencias».
Pero volvieron a casa.
Al hospital en ambulancia
El sábado volvió el dolor «y a las 3 de la
tarde no pude más. Me dolían los ojos y el cuello, tenía mucha fiebre,
vomitaba. Pensé que no podía ser una
contractura muscular». Acudió el médico de Urgencias y se la llevaron en
ambulancia. Ahí comenzó una larga etapa de sufrimiento e incertidumbre.
Al contar la
historia, Carmen se da cuenta de que su memoria no se adapta a la sucesión
cronológica de hechos. «Recuerdo -explica- que una enfermera se quedó conmigo y
me trató con inmenso cariño. Me dijo ‘no te
preocupes que yo de aquí no me levanto’ y se pasó muchas horas
conmigo, como un ángel».
Diagnóstico: meningitis
bacteriana
En el Hospital
de la Fe de Valencia, esta vez llevaron a Carmen a la UCI (Unidad de Cuidados Intensivos).
«Al principio no era consciente de la gravedad de mi situación», dice. El
diagnóstico era meningitis bacteriana.
Su vida corría serio peligro.
El médico
habló con Luis el domingo por la tarde. Él tiene la conversación grabada a
fuego.
«Es posible que no pase
esta noche»
«Me dijo: ‘Está
muy grave, es posible que no pase esta noche’. Yo entendí que se refería al
bebé. Le dije que ya habíamos perdido un niño anteriormente. Pero me contestó
muy serio: ‘Yo no me refiero al bebé, Luis».
Luis
prosiguió: «No tenga problema, doctor, dígame lo que hay».
«Me estáis asustando»
Para el marido de Carmen, entonces se
presentó una cuestión crucial: «¿Cómo se lo digo a ella? Te das cuenta de que en esos momentos tienes la
obligación de ayudarle a que se prepare para la muerte».
«Entré
en la habitación de Carmen, acompañado por mi cuñada Inma, y le dije: ‘Cariño, es muy posible que te pongas cara
a Dios’. Carmen no era muy consciente de su gravedad hasta aquel
momento, y me dijo: ‘Me estáis asustando’. Ahora sí que iba en serio».
«Entonces caí en la cuenta», recuerda ella.
Luis
prosiguió: «Cuando lo veas, háblale de nosotros. Prepárate».
«No podía hilar el
padrenuestro»
Acudió un sacerdote a dar el sacramento de
la Unción de Enfermos. Ella explica que «me encontraba tan mal que no podía
hilar el padrenuestro. Entonces dije: ‘Señor,
no puedo rezar pero te ofrezco lo que estoy sufriendo'».
Aquella noche interminable
Luis pasó toda la noche pegado a ella,
«estaba llena de cables y tubos, y había una máquina que mostraba el oxígeno en
sangre. Recuerdo que 90 era el límite y ella estaba muy muy por debajo. Yo rezaba todo el rato ‘que suba, que suba'».
En aquel
hospital valenciano, la UCI está junto a la UCI neonatal, una sala de espera y
la capilla. «Vino mucha gente y tuvimos
mucho acompañamiento -recuerda Luis- de personas que incluso se quedaron a dormir en la sala».
«No lo viví con angustia»
«Reconozco -comenta Luis- que no viví esos
días con angustia. Pensándolo después, estoy convencido de que estaba muy sostenido por la oración de
tantas personas y por eso estaba sereno. Iba a la capilla pero no sentía una
especial presencia de Dios en mi interior, en cambio sí que noté Su cercanía en
los que me rodeaban y eso era lo que me hacía seguir. Jamás me dejaron solo».
Para Carmen,
fue esencial el apoyo de su hermana mayor, Inma.
«Todos estaban pendientes, pero ella era físicamente la que estuvo más a mi
lado. Siempre ha sido mi baluarte, pero en esos días me ayudó
extraordinariamente».
Oraciones desde todo el
mundo
«Nos hemos enterado después -relata el
matrimonio- que hubo gente rezando en muchos países. La petición de oración por Whatsapp y por
teléfono dio la vuelta al mundo. En la India, en Latinoamérica…».
Los
compañeros de trabajo de Aleteia se conectaban diariamente por videoconferencia
desde varios países para rezar el rosario juntos por ella.
Carmen
afirma: «De todo lo que nos sucedió tengo dos cosas muy claras: el poder de la oración y la gente que nos
acompañó«.
Diez días en cuidados
intensivos
Carmen no falleció aquella noche como
preveía el médico, ni la siguiente ni la siguiente. Fueron 10 días en la UCI a los que seguirían
otros 15 en planta.
A su vez, la
pareja asegura que mientras Carmen estaba en la UCI sucedieron más cosas
extraordinarias: «Ocurren milagros cerca de los milagros», dice ella.
La acción de Dios
«Mi enfermedad fue ocasión para que Dios
actuara en otras personas».
Cuenta, por ejemplo, que «se presentó un sacerdote con el que yo no tenía
relación prácticamente y me dijo que cuando le habían llamado para que rezara
por mí, estaba llorando a punto de dejarlo todo, su sacerdocio, su vocación.
Dios se sirvió de eso para tocar su corazón y recordarle su misión en la vida. ‘Has
salvado mi sacerdocio’, me dijo».
«También
hubo-añade- reconciliaciones, gente
que no se hablaba en años y que recuperó la relación familiar o de amistad».
«Algunos médicos
aconsejaban que yo abortara»
Pasaron los días y la meningitis bacteriana
fue remitiendo. El cuerpo de Carmen se recuperaba. Su embarazo seguía adelante.
«El día en que estaba de 23 semanas y 4 días me puse de parto. Faltaban tres
días para que mi bebé estuviera protegida legalmente. Si no iban bien las
cosas, se le consideraría material
biológico nada más».
«Gracias a
Dios, mi ginecólogo trabajaba en
Urgencias en el mismo hospital y mientras yo estuve en la UCI podía
hacerme seguimiento», dice. «Para él no fue fácil. Otros médicos del hospital
aconsejaban que yo abortara porque en esas condiciones el feto podía nacer con
muchas secuelas, y él y otro doctor
tuvieron que defender la vida del bebé en más de una reunión».
«El ginecólogo se partió
la cara por mí»
En una de aquellas reuniones médicas, el
ginécologo llegó a tener que enfrentarse seriamente con los que apostaban por
el aborto: «Dejadle ser madre». «Se
partió la cara por mí», dice Carmen.
Con
medicación se consiguió frenar el parto. Por el momento.
La
organización familiar en esos días no fue fácil. «Los 6 niños estaban
repartidos. Al mayor, Javi, que
tenía 12 años, le hicieron bullying en
el colegio por tener muchos hermanos».
Pero la
medicación logró controlar el embarazo y Carmen mejoró considerablemente. Le
dieron el alta «y por fin pude volver a casa. Estaba muy débil, pero así pude
seguir 4 semanas más».
«Vamos a sacarla adelante»
Hasta que estuvo de 27 semanas y 6 días. «Aquel día me puse de
parto por la noche y ya no hubo manera de frenar más el embarazo. Entonces tuve
mucho miedo de que se muriera el bebé».
Carmen
agradece, una vez más, que en ese momento alguien le acompañara y le dijera las
palabras que necesitaba oír: «Una médico residente pediatra del Hospital, que
es del Camino Neocatecumenal, me
dijo: ‘tranquila, que vamos a sacarla adelante'».
Laura -Laurita, como la llaman cariñosamente-
estaba pidiendo paso.
«Llegó
el momento del parto y nació Laura, prematura. Pero solo se le oyó un lamento y dejó de respirar. Se hizo un silencio
y se abalanzaron sobre ella un montón de médicos y enfermeras. El quirófano
estaba lleno. Rápidamente trataron de reanimarla y se la llevaron. Ni siquiera
pude verla».
«No pude ver a mi bebé»
«Me pasé aquella noche llorando», recuerda
Carmen. «Hasta entonces yo no había sentido pena, pero en ese momento fue
terrible, era el dolor acumulado en
el hecho de no poder ver a mi hija».
«Al cabo de
unas horas me trajeron una foto de Laura y por fin pude verla al menos».
Al día
siguiente, acompañaron a Carmen en silla
de ruedas hasta la UCI de neonatos. Y, una vez más, el recuerdo va
para los sanitarios: «Me trataban con inmenso cariño, con mucha calidad humana».
«Era
como un paquetito de arroz»
Era el 16 de junio de 2017. Contra todo
pronóstico, Laura había nacido y pesaba 1,200 kg. «Era
como un paquetito de arroz», comenta su padre.
Bautizo
en la UCI
Laura debería pasar todavía un mes en la
UCI neonatal. «Allí la bautizamos. Pedimos que acudiera un sacerdote amigo
nuestro y fue muy emotivo. A la vez, cuando lo recordamos nos reímos de algunos
detalles, como que llevábamos agua del
Jordán pero metida en un botellín de agua de Bezoya (una marca
española muy popular)».
Ahora bromean
con esta anécdota, como que «el aceite que usó el sacerdote para dar la Unción de Enfermos a Carmen tuvo que
ser el de una botellita de aceite La Española del bar del hospital, porque con
las prisas el cura no había podido ir a buscar los óleos», apostilla Luis.
«Fueron días de lo más accidentado junto con lo más sublime», concluye.
Sublime
como el detalle de un sacerdote de los Cooperadores de la Verdad que en esa
época acudía al hospital a recibir quimioterapia. «Se enteró de que Laurita
estaba en la UCI y cada día pasó a bendecirla. Luego nos enteramos de que él
estaba en tratamiento».
Laura significa victoria
¿Por qué la llamaron Laura? «Nos gustaba y
era el nombre de una amiga mía italiana», dice Carmen. «Pero mi hermana Inma me
explicó que el nombre de Laura hacía
referencia al laurel de la victoria. No podía ser más apropiado».
Cada
jornada, desde entonces, fue un pequeño paso en positivo «que nos parecía una
gran victoria para Laura: hoy es el día en que ha hecho tal cosa, hoy por
primera vez ha hecho tal otra… Pasas
mucho miedo y rezas. Hasta que un día nos dicen que pasamos al box 3, que es la cunita de la UCI neonatal
en que ya no hay incubadora, ya no hay tubos…». ¡Gracias a Dios, por fin!
«Estuvimos tres días en ese box».
«En la UCI neonatal hicimos mucha piña con
las demás mamás. Todavía hoy seguimos hablando por el grupo de whatsapp.
Aquella experiencia te une mucho», asegura Carmen.
El 7 de agosto de 2017, la bebé Laura
salía del hospital en brazos de mamá.
Laura ha cumplido 3 años
Han transcurrido tres años. Laura va a
entrar en P-3 el próximo mes de septiembre. «Es muy alegre ¡y es la más espabilada de los hermanos!»,
comentan sus padres. «Cuando Dios hace
un milagro, lo hace completo», afirma Carmen.
En
los primeros meses de estar en casa, Carmen y Luis confiesan que seguían
teniendo miedo de cómo iba a evolucionar la salud de Laura: «A todo le tenías
que restar dos meses, porque había nacido prematura y eso entraba dentro de lo
normal, pero aún así temes por su vida»,
reconocen.
Visto ya con
cierta distancia, ese tiempo supuso «un gran
salto de calidad en nuestro matrimonio y en nuestra familia. Después de
haber pasado la crisis matrimonial, todo aquello vino a ser la cruz que sellaba nuestra unión».
«Dios
habló por medio de la gente que nos acompañó»
«El Señor -dice Luis- no se manifestó como
habríamos imaginado en los milagros sino que nos habló
por medio de la gente que nos acompañó. Fue una actuación muy palpable:
Dios actuando a través de las personas. Esa es la lección
de vida que saco de todo aquello».