Lograr
la “comunión visible entre nosotros”
![]() |
(C) Cathopic. Parroquia Madridejos |
Felipe Arizmendi Esquivel, obispo emérito
de San Cristóbal de Las Casas, y responsable de la Doctrina de la Fe en
la Conferencia
del Episcopado Mexicano, analiza cada miércoles en zenit un
tema de actualidad desde tres claves: Ver, pensar y actuar. Este miércoles, 15
de julio de 2020, el prelado mexicano reflexiona sobre la importancia de la
cercanía física, cuando sea posible, frente a la virtual.
VER
Por
la pandemia COVID-19, no hemos podido estar cerca de familiares, amigos,
vecinos y compañeros de escuela o de trabajo, ni en fiestas, ni en situaciones
críticas. Lo más triste es que no hemos podido visitar a enfermos, para
consolarlos y fortalecerlos, y no ha sido posible que las familias acompañen a
sus parientes agonizantes, ni que celebren sus funerales como es tradicional.
Tampoco han podido los fieles creyentes participar físicamente en las
celebraciones de su fe, y la pastoral en las parroquias no se ha desarrollado
como siempre.
Sin
embargo, los modernos medios electrónicos nos han mantenido cercanos y unidos.
Han sido muy útiles celulares (móviles), mensajes, videollamadas, reuniones
virtuales, etc. Ha sido consolador que intubados en hospitales pudieran estar
en contacto con su familia por estos medios. Confinados en nuestra casa, nos
hemos mantenido en comunicación constante con quienes hemos deseado
contactarnos. Casi todas las diócesis y parroquias han encontrado formas de
transmitir sus celebraciones a los fieles y de realizar algunas actividades
pastorales por estos medios.
Los
sacerdotes de la diócesis de Coatzacoalcos, con su obispo, me pidieron
acompañarles en un retiro a distancia, ellos cada quien en su parroquia y un
servidor desde casa en Toluca. Se conectaron 56; faltaron muy pocos, por
problemas de conectividad. Les compartí dos temas, cuyos contenidos enviamos
previamente a todos, y dirigí un tiempo de oración ante el Santísimo, con
participación de ellos desde su lugar.
Con
todo, la cercanía virtual no es lo mismo que la física. Caricias, abrazos y
besos electrónicos nunca serán lo mismo que los presenciales. De igual modo,
participar en una Misa virtual no expresa la misma profundidad que una
presencial. En caso de necesidad, suple una carencia y una limitación, pero
siempre hay que anhelar el contacto físico. Aunque no siempre la cercanía
física es plenamente humana, pues se dan muchos casos de esposos, padres e
hijos, incluso amigos y novios, que están cerca físicamente, pero muy lejanos
entre sí; casi no intercambian palabras, a no ser algunos monosílabos; cada
quien está atento a su celular y ni caso hacen a quien tienen cerca.
PENSAR
Nuestro
Padre Dios, que está en todas partes y rebasa espacios, distancias y tiempos,
quiso hacerse físicamente presente por la Encarnación de su Hijo eterno. Como
dice el evangelista Juan, “la Palabra se hizo carne y puso su Morada entre
nosotros, y hemos visto su gloria, la que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y verdad… Nadie ha visto jamás a Dios. El Hijo único, que está
en el seno del Padre, él lo ha manifestado” (Jn 1,14.18).
Así
lo expresa también San Pablo: “Cristo es imagen del Dios invisible,
primogénito de toda criatura” (Col 1,15). Esto explica la exclamación del
discípulo amado: “Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo
que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y palpado con
nuestras manos acerca de la Palabra de vida, -porque la vida se manifestó, la
hemos visto y somos testigos, les anunciamos esa vida eterna que existía junto
al Padre y se nos manifestó-, eso que hemos visto y oído también se lo
anunciamos a ustedes, para que vivan en comunión con nosotros. Y nosotros
estamos en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Les escribimos esto
para que nuestra alegría sea plena” (1 Jn 1,1-4).
La
cercanía física es determinante y siempre hemos de procurarla, cuando las
condiciones sanitarias lo permitan. Por ello, hay que tomar muy en cuenta el
peligro del que nos advierte el Papa Francisco: “Las dinámicas de los
medios del mundo digital, cuando se convierten en omnipresentes, no favorecen
el desarrollo de una capacidad de vivir sabiamente, de pensar en profundidad,
de amar con generosidad. Los grandes sabios del pasado, en este contexto,
correrían el riesgo de apagar su sabiduría en medio del ruido dispersivo de la
información. Esto nos exige un esfuerzo para que esos medios se traduzcan en un
nuevo desarrollo cultural de la humanidad y no en un deterioro de su riqueza
más profunda. La verdadera sabiduría, producto de la reflexión, del diálogo y
del encuentro generoso entre las personas, no se consigue con una mera
acumulación de datos que termina saturando y obnubilando, en una especie de
contaminación mental.
Al
mismo tiempo, tienden a reemplazarse las relaciones reales con los demás, con
todos los desafíos que implican, por un tipo de comunicación mediada por
internet. Esto permite seleccionar o eliminar las relaciones según nuestro
arbitrio, y así suele generarse un nuevo tipo de emociones artificiales, que
tienen que ver más con dispositivos y pantallas que con las personas y la
naturaleza. Los medios actuales permiten que nos comuniquemos y que compartamos
conocimientos y afectos. Sin embargo, a veces también nos impiden tomar
contacto directo con la angustia, con el temblor, con la alegría del otro y con
la complejidad de su experiencia personal. Por eso no debería llamar la
atención que, junto con la abrumadora oferta de estos productos, se desarrolle
una profunda y melancólica insatisfacción en las relaciones interpersonales, o
un dañino aislamiento” (Laudato si‘, 47).
ACTUAR
Contribuyamos,
con los cuidados sanitarios que se nos han recomendado, para que esta pandemia
pase ya, y podamos de nuevo encontrarnos no solo virtualmente, sino también en
forma presencial, para que nuestra comunión con el Dios invisible, se
manifieste en la comunión visible entre nosotros, con familiares y amigos, y
con todas las personas, sobre todo con quienes sufren soledad y pobreza.
Felipe
Arizmendi Esquivel
Fuente:
Zenit