Durante
17 días estuvo intubado recibiendo respiración artificial y muy cerca de la
muerte
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| Mons. Derio Olivero / Crédito: VITADIOCESANA |
El
obispo italiano de la Diócesis de Pinerolo, sufragánea de la Diócesis de Turín,
Mons. Derio Olivero, narró su experiencia como paciente de COVID-19, enfermedad
que puso en peligro su vida y provocó su internamiento en un hospital local.
El
Prelado de 59 años, que ya fue dado de alta, había sido hospitalizado desde 19
de marzo hasta el 5 de mayo. Durante 17 días estuvo intubado recibiendo
respiración artificial y muy cerca de la muerte.
“Para
comprender lo que nos está diciendo este tiempo, primero debo referirme a mi
experiencia como paciente de COVID. Hubo un momento, dos o tres días, en el que
estuve muy cerca de la muerte. El cuerpo mismo se estaba evaporando, y las
muchas cosas que hice, los muchos proyectos que tenía en mente, las cosas de la
vida, también se evaporaban. Y en esta evaporación, solo dos cosas se
mantuvieron firmes, dos cosas que, por lo tanto, eran el verdadero yo, mi
núcleo duro, mi identidad: una gran confianza, que yo como creyente llamo
confianza en Dios, es decir, la certeza de una Presencia, y los muchos queridos
rostros con los que he establecido relaciones”, escribió el Obispo en un libro
que publicó recientemente.
En
su libro “Non è una parentesi” (No es un paréntesis), Mons. Olivero cuenta su
experiencia como paciente de coronavirus COVID-19 y busca aportar con una
reflexión sobre el futuro, el cual piensa que debe construirse sobre un
contexto más humano y con una mirada de fe.
En
una entrevista con ACI Stampa –agencia en italiano del Grupo ACI–, el Prelado
explicó “por qué esta pandemia no es un paréntesis”, idea que da nombre a su
libro.
“Ningún
evento en nuestra vida es un paréntesis simple. Hay un lema en el que creo
mucho, y solía repetirlo antes y ahora más que nunca, éste dice: ‘No es lo que
sucede, sino cómo reaccionas a lo que sucede, lo que constituye tu vida’. Es
verdad. No es lo que sucede lo que hace la esencia de tu vida, sino cómo
reaccionas a lo que sucede”, comentó.
“El
ejemplo clásico: si decides ir al mar o las montañas con tus amigos el domingo,
y ese día llueve, desafortunadamente no puedes hacer nada con la lluvia. Pero
puedes pasar el día refunfuñando por la ventana y por la noche estarás triste y
cansado; o puedes llamar a tus amigos y decidir ir a visitar una exposición de
pintura y luego comer una pizza: ese domingo se convierte en un hermoso
domingo, incluso si la lluvia sigue cayendo”, continuó.
Mons.
Olivero explica que siempre dependerá “de cómo lidiemos con la vida”, es decir,
que no deberíamos “dejar que algo suceda”, sino que “ese algo debe hablarnos y
hacernos tomar decisiones, especialmente cuando no es un día lluvioso, pero sí
una tragedia durante un largo período de meses, como la pandemia”.
“Esta
es la razón por la que no podemos pensar que es solo un paréntesis que se
cierra. Debemos dejarlo hablar y tomar algunas decisiones a la luz de lo que
dice, porque esta pandemia no es enviada por Dios, sino que en esta pandemia
Dios habla; por lo tanto, sería un pecado contra el Espíritu no dejarlo
hablar”, agregó.
Al
recordar sobre su experiencia como paciente de COVID-19, resaltó “sobre todo la
habilidad y amabilidad del personal sanitario”.
“Realmente
es algo que marca la diferencia cuando estás enfermo por mucho tiempo. Y luego
el recuerdo del riesgo a morir: me enfrentaba conscientemente a la muerte.
Estar frente a la muerte es algo que hace la verdad. Hace la verdad en ti y te
libera, es decir, no puedes jugar frente a la muerte: eres lo que eres sin
esconder nada”, explicó.
El
Prelado dijo que ante la muerte “surgen cosas realmente importantes” y que vio
dos cosas de forma clara: “El confiar en Dios, en el que puedes descansar
incluso si la muerte llega y destruye todo”, así como “de las personas con las
que construiste algo”.
“Ante
la muerte, me vinieron a la mente muchas caras de seres queridos y esas se
mantuvieron firmes, verdaderas y constituyeron mi identidad. Tenía la capacidad
de confiar en Dios y entablar relaciones: esto permanece mucho en mi corazón”,
añadió.
Acerca
del futuro después de la pandemia, el Obispo italiano aseguró que es importante
volver a creer en él y no tener miedo.
“Debemos
tomar el futuro como una oportunidad, porque es así. Esto se aplica a todos:
creyentes y no creyentes. El futuro es siempre una oportunidad (…) es algo para
construir juntos, comenzando a soñarlo. Si no se sueña nada en el futuro, no
pasará nada. Si, por otro lado, soñamos con algo bueno y hermoso, al menos
podremos lograr una parte. Creo que esta es la forma de ver la oportunidad”,
indicó.
Por
otro lado, dijo que el papel de los cristianos en este tiempo es el “ser
portadores de confianza”, el ser “aquellos que creen en un Padre que nos
acompaña, que nos cuida y nos prepara para una celebración al final de nuestra
historia”.
“Los
cristianos son aquellos que creen que el Señor resucitado está verdaderamente
aquí y camina y nos abre el camino y que el Espíritu Santo nos apoya para
hacernos mejores a nosotros y a nuestra sociedad; camina para construir
fraternidades; golpes para construir fraternidad”, añadió.
En
otro punto de la entrevista, Mons. Olivero destacó que la Iglesia debe aprender
a no construir “un muro” donde haya cristianos “comprometidos, practicantes de
todos los domingos, los ‘correctos’ de un lado”, pero “fuera del muro están los
‘no practicantes’, los ‘no regulares’”.
El
Prelado cree que las medidas de confinamiento por la pandemia y el cierre de
iglesias demostraron que “no hay un muro” como tal, sino que “todos somos hijos
de Dios en un viaje y en búsqueda”.
“Todos
tenemos el Espíritu en nosotros y debemos aprender a mirar a los demás de esta
manera. Solo si aprendes a mirar a los demás. Solo si aprendes a mirarlos con
esta confianza y fe, realmente aprenderás a estar cerca. De lo contrario, la
Iglesia también corre el riesgo de ser divisiva; y cuando comienza a ser una
fuente de división, ciertamente comienza a causar daños y heridas”, comentó.
Finalmente,
Mons. Olivero reflexionó que el episcopado debe reconocer “que muchas veces
hemos causado heridas con nuestro propio cuidado pastoral y con nuestra forma
divisiva de hablar; con la forma en que miramos sospechosamente a los demás”.
“Es
muy importante ser un cristiano ‘comprometido’ e ir a Misa el domingo, pero
esto no debe convertirse en una forma de crear un grupo ‘cerrado’. De hecho, la
Misa, primero, debe ser una ocasión para ayudarnos a cuidar a los demás. Una
‘Iglesia saliente’ es la primera forma de ser un hospital de campaña”,
concluyó.
Traducido
y adaptado por Diego López Marina. Publicado originalmente en CNA.






