Una
fotografía del médico Néstor Ramírez rezando el Rosario es un símbolo de fe en
medio de la situación que vive Colombia, un país que sufre por la pandemia y
carece de un sistema de salud adecuado para atenderla
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| Facebook-Luis Alberto Gallego |
Como es habitual en medio de sus jornadas
de trabajo, el médico anestesiólogo Néstor Ramírez Arrieta aprovecha cualquier
oportunidad para orar con el Rosario y así captaron su imagen en una clínica de
la ciudad de Cartagena.
“Él cómo muchos médicos, soportan turnos
interminables, y una presión emocional muy fuerte que muchos no seríamos
capaces de resistir. Aún así en momentos cortos de descanso, saca su rosario y
se entrega a la oración. Aunque diferimos de la manera de adorar y orar
¿Alguien duda que DIOS no escucha esta oración?”.
Con esta emotiva leyenda acompañó la
fotografía del doctor Ramírez el pastor evangélico Luis Alberto Gallego,
publicación que ha sido compartida y comentada por miles personas en redes
sociales.
“No lo dudo, Dios escucha nuestras plegarias, a Él lo que más
le agradaba era sanar enfermos y soy testigo diariamente su presencia. Él actúa
a través de mis manos, le pido que utilice mi ministerio de sanación, más ahora
que atravesamos por una situación tan difícil”, dijo con toda
convicción a Aleteia el médico Ramírez, uno de los tantos
profesionales que luchan por salvar vidas en un país en el que la crisis en su
sistema de salud se ha agravado con el covid-19.
En Colombia han fallecido 3.641 personas
por coronavirus y más de 106.000 se han infectado según informe oficial del dos
de julio, día en que fueron reportados 4.101 nuevos casos.
La situación no es fácil porque sus
recursos hospitalarios son insuficientes, la pobreza obliga a muchos de sus
habitantes a salir para conseguir el sustento familiar y otros no acatan las
medidas de prevención. Cartagena es una de las ciudades más golpeadas por el
virus: cerca de 8.600 contagiados y 344 fallecidos.
“No temas, yo estoy contigo”
En este difícil contexto, los médicos,
enfermeros y todos los profesionales de la salud son un grupo muy vulnerable,
no solo por los riesgos de contagio, también por las deficiencias laborales y
operativas del sistema de salud colombiano y por la incomprensión de ciudadanos
que los han estigmatizado, llegando al extremo de amenazarlos de muerte y
agredirlos.
Consciente de esta situación, sale a trabar
diariamente el doctor Ramírez a la Clínica
Madre Bernarda –de la comunidad de Hermanas Franciscanas–
pero con la tranquilidad de estar protegido por las mejores armas: la oración,
la Eucaristía, el Rosario, la Sangre de Cristo y los sacramentales. Sus días
transcurren entre tensiones, lucha por salvar vidas, precauciones, pacientes
recuperados, el milagro de la vida y oración permanente.
“Hace algunos días tuve que realizar una
traqueostomía en la sala COVID. Es la segunda vez que siento un gran temor en
la pandemia, pero también una gran esperanza. Después de ingresar por un
laberinto, ser vestido por dos personas, tener dos overoles, caretas, guantes y
tapabocas, realizamos el procedimiento, uno de los que más contagios produce en
el equipo médico. Si la gente tuviera la oportunidad de ver esos cuadros, no
saliera a la calle, no aceleraran la reapertura de sectores económicos y
tuviera más cuidado”,
contó a Aleteia.
Al salir, el médico aprovechó que la sala
de espera estaba vacía y tomó una de las lecturas bíblicas disponibles, el
mensaje de Dios fue claro y contundente: “No temas, yo estoy contigo”, suficiente para
fortalecerlo y darle la tranquilidad para seguir operando.
Cada turno de 24 horas y cada cirugía son
oportunidades de oración para el doctor Ramírez: “Muchos pacientes, a pesar de la anestesia
general, me han manifestado que han sentido algo espiritual, una sensación
difícil de describir. Cuando los veo vulnerables, oro por ellos y ellos lo
sienten. Es Dios actuando a través de mis manos”.
Él ha sido testigo de milagros en las salas
de cirugía, como el caso del bebé de 4 meses con una malformación congénita en
el cráneo, que debió operar una mañana sin tiempo para prepararse:
“Es una cirugía poco común en la que los
especialistas desarman el cráneo y el paciente sangra mucho. Lo único que pude
hacer media hora antes fue revisar un artículo e irme al Sagrario a decirle a
Dios que tomara el control. El niño no sangró, despertó y me dedicó una sonrisa
angelical, ahí supe una vez más que Dios se paseó por ese lugar”.
Un caso similar lo vivió con otro niño a
quien operaron por laparoscopia de un tumor biliar y no despertaba después de
la cirugía; luego de un examen de gases arteriales para ver el estado de cada
célula se determinó que tenía muerte cerebral. “Para mí fue terrible, le dije a
Dios que no permitiera que mi ministerio quedara truncado y pedí oración a mi
esposa y sacerdotes amigos”, al mismo tiempo le dijo al médico
intensivista: “Aplica
tus conocimientos que Dios tiene el control de todo”. Para
la gloria de Dios del niño despertó al día siguiente y aunque lo debieron
intervenir nuevamente, hoy goza de buena salud.
El Rosario, compañero fiel
La vida de Néstor Ramírez se divide en dos:
antes y después de conocer a Cristo. Su caminar espiritual desde hace 18 años
le permite evangelizar mientras aplica la ciencia. No ha sido fácil, al
principio algunas personas le hacían bromas y le pedían la bendición, pero poco
a poco sus compañeros de trabajo se dieron cuenta que es un hombre de fe.
“Después de una crisis familiar y una vida
mundana, tuve la oportunidad de sentir cara a cara a Dios en un día de soledad.
Comencé asistir a grupos de oración, me dejé guiar por asesores espirituales,
volví a la Eucaristía, empecé a estudiar la vida de la Virgen María y le fui
cogiendo amor al Rosario, compañero fiel en mi vida profesional hasta el punto
que rezo entre 5 y 10 cada día”,
asegura.
Las oraciones de su esposa, María Bernarda
López, ayudaron a su conversión y hoy, con 36 años de matrimonio, caminan de la
mano de Dios, quien sostiene a su familia, compuesta además por sus tres hijos
y un nieto.
Néstor no se ve alejado de un quirófano: “A
pesar de las dificultades para ejercer mi profesión, seguiré ayudando a tantos
enfermos que imploran misericordia porque yo trabajo para Dios y no para los
hombres. Voy a seguir hasta donde Él me dé fuerzas”.
Lucía
Chamat
Aleteia
Colombia






