“La
solidaridad de tantas personas implicadas en ayudar a las víctimas de la
pandemia es el signo sencillo y palpable de la cercanía de Dios”
La
catedral de Nuestra Señora la Real de la Almudena en Madrid acogió una Misa por
las víctimas mortales del coronavirus al que asistieron los Reyes de España,
Felipe VI y Letizia, junto con sus hijas, las infantas Leonor y Sofía, así como
70 familiares de fallecidos a causa de la pandemia.
En
la Misa también participaron voluntarios de la pastoral de la salud, miembros
de las fuerzas armadas y miembros de los cuerpos de seguridad del Estado, así
como 35 cardenales y obispos.
El
Cardenal Juan José Omella, Arzobispo de Barcelona y presidente de la
Conferencia Episcopal Española, dijo a los presentes que “a consecuencia de la
grave crisis sanitaria de la Covid-19 muchas personas han padecido esta
enfermedad y desgraciadamente demasiadas han fallecido” y “la Iglesia que
peregrina en España hace suyo el dolor, el sufrimiento de los familiares de los
difuntos”.
“Dios
nunca abandona a sus hijos”, recordó el Arzobispo y recordó que “la solidaridad
de tantas personas implicadas en ayudar a las víctimas de la pandemia es el
signo sencillo y palpable de la cercanía de Dios”. También dio gracias “porque
hay en nuestra sociedad una gran reserva de humanidad y de caridad, de acción
solidaria”.
“Ahora,
estamos ofreciéndoles el mejor regalo que podrían recibir: nuestra oración y
acción de gracias por todos y cada uno de ellos”, destacó. “Es precisamente en
la celebración de la Eucaristía por su eterno descanso cuando oramos por ellos
a Dios para que los acoja en su Reino” y “damos gracias a Dios por sus
vidas y por su Misericordia y Bondad para con ellos”, resaltó el Purpurado.
“La
muerte es el paso desconocido que hemos de cruzar para pasar a la vida plena en
Dios y el tránsito para el reencuentro con nuestros hermanos que nos han
precedido”, indicó el Purpurado y animó a que “que esta experiencia vivida sea
también una oportunidad para avanzar en el camino espiritual. Que todo lo
vivido y sufrido sea acogido como una llamada a volver nuestra mirada y nuestra
existencia hacia Jesucristo”.
La
Misa estuvo presidida por el Cardenal Carlos Osoro, Arzobispo de Madrid y
vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española, quien pronunció también la
homilía.
En
su prédica recordó que “vivimos un tiempo en el que parece que todo se ha
oscurecido”, “por culpa del coronavirus hemos perdido a miles de personas con
nombres y apellidos, entre ellas a muchísimos mayores con experiencia y
sabiduría, y no hemos podido estar junto a nuestros seres queridos”.
“También
en estos meses he vuelto a sentir que no estamos solos, que Dios nos acompaña y
que no nos deja”, porque “Dios vive y está presente”, aseguró el Cardenal
Osoro.
Asimismo
recordó que “esta pandemia nos ha sorprendido a todos y ha roto nuestros
esquemas” y “lo primero y más humano es llorar como ellas y sentirnos
solidarios con las lágrimas de miles de personas que han perdido a sus seres
queridos y que aún viven las consecuencias de un duelo tan complejo”.
“Una
tormenta inesperada y furiosa llegó a nosotros con esta pandemia. Nos hemos
sentido frágiles y desorientados en este tiempo. Pero Jesús se dirige a
nosotros, como lo hizo con Marta o con los discípulos en la barca, para
decirnos: ‘Tu hermano resucitará’ y ‘¿por qué tenéis miedo?, ¿aún no tenéis
fe?’”, aseguró el Cardenal Osoro.
Por
eso animó a creer profundamente en las palabras del Señor para “poder abrir
caminos de esperanza y de vida” y descubrir “que todos somos necesarios e
importantes, que estamos llamados a remar juntos, que necesitamos confortarnos
mutuamente”.
El
Cardenal remarcó que lo vivido durante la pandemia “desenmascara nuestra
vulnerabilidad, deja al descubierto nuestras falsas y superfluas seguridades,
con las que construimos nuestros proyectos, agendas, rutinas y prioridades”,
pero está “la certeza de que Dios está con nosotros y de que eso ha de cambiar
nuestra forma de obrar”.
Por
eso animó a ser conscientes de que Jesús nos llama en estos momentos “a una
elección: hemos de separar lo que es necesario de lo que no lo es; es tiempo de
establecer el rumbo de la vida hacia ti y hacia los demás”.
Además
pidió recordar los sustantivos “hijos y hermanos” porque “somos todos hijos de
Dios y, por eso, hermanos entre nosotros”.
“Frente
al sectarismo, a la crispación y al enfrentamiento, en esta pandemia hemos
visto cómo muchas personas, creyentes y no creyentes, sacaban lo mejor de sí
mismas y daban una sencilla lección de solidaridad hasta dar la vida por cuidar
la ajena, conscientes precisamente de que somos hermanos”, recordó.
Insistió
también en la importancia de la labor del “personal sanitario y farmacéutico,
los transportistas, los empleados de supermercado, las personas de limpieza,
los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad”, entre otros, que “no han vivido para sí
mismos en estos meses, sino para los demás”.
Por
eso aseguró que “ahora, cuando afrontamos una crisis económica y social sin
precedentes, hay que seguir cimentando nuestra sociedad así para que nadie se
quede atrás”.
“Impulsados
por Jesucristo, en este momento los cristianos decimos: Señor, creemos que tú
eres la resurrección y la vida, que estás vivo y que una vez más te acercas a
nuestras vidas en el misterio de la Eucaristía, te acercas como lo hiciste con
Marta y con todos los discípulos que, desde hace 21 siglos, han conformado la
Iglesia que tú fundaste”.
“A
los que vivimos la comunión con Él, nos pide que defendamos el derecho a la
esperanza. Es una esperanza nueva, que viene de Dios, de sentirnos en sus manos
siempre”, aseguró.
El
Arzobispo de Madrid pidió “dar esperanza practicando las bienaventuranzas”,
“dar ánimo abriendo el corazón” y también alentó a no guardar “este tesoro que
es Jesucristo para nosotros”.
“El
Señor, que se ha dirigido a nosotros con su Palabra, ahora se hace presente en
el misterio de la Eucaristía aquí en este altar. Recibámoslo, dejemos que entre
en nuestra vida. Con su cercanía, al darnos su vida, nos hará estar cercanos a
todos los hombres para dar vida”, destacó.
Fuente:
ACI Prensa






