San Junípero “defendió vivamente a los pueblos autóctonos”
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| Estatua de san Junípero (C) Teología para Millennials |
Este
lunes, en la sección “Teología para Millennials”,
el padre Mario Arroyo Martínez analiza las
recientes derribas de las estatuas de San Junípero Serra en San Francisco y los
Ángeles, enmarcadas en las protestas raciales en Estados por la muerte del
afroamericano George Floyd.
El
sacerdote mexicano aclara que “No se pueden hacer juicios sumarios con la
historia sin cometer profundas injusticias. San Junípero viene a ser muestra
palmaria de ello”. Así, recuerda que san Junípero fue un hombre que dejó su
tierra para dedicar su vida a evangelizar, que partió de su monasterio en
Querétaro, caminando 3327 kilómetros hasta San Francisco, que dio vida a las
misiones franciscanas en California, las cuales fueron cuna de las grandes
ciudades californianas de la actualidad.
San
Junípero “defendió vivamente a los pueblos autóctonos”, aclara don Mario
Arroyo. “No se perdonó un viaje hasta la Ciudad de México, cabeza del
virreinato, para presentar una ‘declaración de derechos’ que defendía a los
indígenas y exigía su protección”. Siga leyendo y descubra la apasionante vida
de este santo.
El
padre Mario Arroyo es licenciado en Filosofía por la Universidad Panamericana,
México D.F. Además, tiene un doctorado en Filosofía por la Pontificia
Universidad de la Santa Cruz, Roma. Actualmente vive en México y es profesor de
Teología en la Universidad Panamericana.
Junípero, el activismo y
la ignorancia
Es
realmente dolorosa la calumnia histórica que padece actualmente la señera
figura de San Junípero Serra. Una grave ofensa a la verdad que, como suele
suceder con la mentira, se utiliza para manipular la opinión pública,
sirviéndose de idiotas útiles que construyen un inmenso “hombre de
paja”, un falaz engaño. “Calumnia, que algo queda”, y queda más si los
destinatarios del engaño son ignorantes. En nuestros días vemos las funestas
consecuencias del matrimonio entre activismo político e ignorancia superficial,
hasta el punto de ver amenazadas las instituciones, bases de la sociedad
civilizada, mientras arteramente se reescribe la historia a beneficio de la
ideología en boga.
Es
doloroso que la furia iconoclasta desatada contra san Junípero surja en medio
de una sociedad muy desarrollada, con altos estándares de educación. Es triste
ver cómo la falta de seriedad y la ausencia de profundidad, es decir, la más
dolorosa superficialidad, se han apoderado del lugar que en el mundo va a la
vanguardia de la tecnología. No puede ser sino un pésimo augurio descubrir
cómo, donde se gestan los mayores adelantos tecnológicos, en la cuna del poder
de nuestra civilización, se erige impune la barbarie y se da culto a la
ignorancia.
Eliminar
las estatuas de San Junípero en Los Ángeles y San Francisco, establecer un
proceso inquisitorial en su contra, plagado de argumentos anacrónicos, selectivas
ignorancias y falsedades, legitimar el uso de la violencia, en lugar de la
discusión seria y el estudio profundos, no pueden ser sino señales de
manipulación, manifestación del declive de una civilización. Como antaño en
Roma, nuevamente los bárbaros se enseñorean del país más poderoso del mundo.
No
se pueden hacer juicios sumarios con la historia sin cometer profundas
injusticias. San Junípero viene a ser muestra palmaria de ello. Un hombre que
dejó su tierra para dedicar su vida a evangelizar, que partió de su monasterio
en Querétaro, caminando 3327 kilómetros hasta San Francisco, que dio vida a las
misiones franciscanas en California, las cuales fueron cuna de las grandes
ciudades californianas de la actualidad. Un hombre que aprendió la lengua de los
naturales californianos, convivió con ellos y los amó, resulta que ahora es
paladín del racismo, cuando no genocida.
San
Junípero defendió vivamente a los pueblos autóctonos. No se perdonó un viaje
hasta la Ciudad de México, cabeza del virreinato, para presentar una
“declaración de derechos” que defendía a los indígenas y exigía su protección.
En su epistolario destacan sus frecuentes denuncias de los abusos sexuales
cometidos contra las indígenas por los conquistadores. Se opuso a la aplicación
de la pena de muerte contra los que asolaron la misión de San Diego,
martirizando a un sacerdote amigo suyo, para mostrar así una señal de clemencia
cristiana, sentando así un nobel testimonio contra la pena de muerte en
territorio norteamericano. Por sus cartas tenemos conocimiento de la muy
positiva valoración e impresión que le causaron los naturales, y fue uno de los
primeros europeos en dejar constancia y ensalzar las bellezas naturales de
California.
Contra
lo que pudiera pensarse, las misiones no impusieron la fe por la fuerza. Por el
contrario, fueron comunidades multiculturales, donde nativos y españoles
trabajaron juntos y se mezclaron, dando origen a una población mestiza, a un
nuevo pueblo, con su propia cultura, del cual quedan todavía vestigios arquitectónicos,
musicales, literarios y religiosos. No se obligó a convertirse a los naturales,
y solo abrazaron la fe cristiana el 10 o el 20% de ellos.
El
“genocidio californiano” es un siglo posterior a San Junípero, coincide con la
“fiebre del oro” en California. Fue el primer gobernador de ese estado quien
impulso la guerra de exterminación contra los indígenas en 1851. De hecho, los
mismos norteamericanos han dejado abundante constancia de ello en la inmensa
mayoría de las películas western, donde siempre son masacrados los
malvados y crueles indígenas. Fue la caballería del ejército norteamericano la
principal encargada de perpetrar el genocidio, no los misioneros españoles. Por
eso no se puede sino deplorar la injusticia histórica que se comete contra uno de
los forjadores de California, San Junípero Serra.
P. Mario
Arroyo
Doctor en Filosofía
Doctor en Filosofía
Fuente:
Zenit






