Costumbres
y hábitos que enferman, personas tóxicas,… para todas una misma respuesta
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Hay
actitudes enfermas que me hacen daño y envenenan mi corazón. A veces hago cosas
buenas con mi vida, hago el bien, busco a Dios. Pero no dejo de lado actitudes
que me hacen mal. Actitudes que son hábitos adquiridos, o pecados que me
debilitan en la voluntad y en mi deseo de entrega.
Son dependencias, costumbres que me enferman.
Son como esas plantas que siguen creciendo en mi alma dejándome seco, yermo,
sin luz. No me dejan ser capaz de amar con madurez.
Me vuelvo adicto a las redes sociales y se
seca mi mundo interior. Me ato a dependencias enfermizas que me esclavizan al
pecado.
Pierdo el tiempo de mi vida en cosas que no
me alegran el alma, me agotan. Me canso de la vida que no me llena, porque
vivo buscándome a mí mismo.
A veces son relaciones que no me hacen
bien. Últimamente me recomiendan que acabe con las personas tóxicas de mi
entorno.
Y yo pienso en esas personas que no me
hacen bien y las catalogo como tóxicas. Esta persona me conviene, pienso, esta
otra no.
El que alguien me pueda hacer daño no es
motivo para apartarlo de mi vida. No
siempre la persona herida, que hiere por el dolor que lleva dentro, es una
razón suficiente para alejarla de mí.
Puede ser que su dependencia conmigo, o la
forma de llevar su relación, me hiera. Puede ser que sus palabras no siempre me
ayuden.
Pero quizás mi amor puede ayudarla a cambiar y
darle una oportunidad para dejar de ser dañina, para mí, para
otros.
Puede hacerla más positiva para el mundo
con el paso del tiempo. Puede hacerla más sana. Mi amor puede curar su herida.
No es magia, pero creo en el poder del amor
humano que cambia los corazones. También de las personas que son tóxicas.
No por ser tóxica una persona tomo la
decisión de eliminarla directamente de mi mundo. ¿Dónde queda la caridad, la
misericordia que quiero ejercer con los más débiles y heridos de
mi vida?
Quisiera tener un corazón manso para no
rebelarme con fuerza y rabia contra el que siembra el mal.
Carlos
Padilla Esteban
Fuente:
Aleteia