Palabras
antes del Ángelus
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| Ángelus 2 agosto 2020 (C) Vatican Media |
En
este domingo, 2 de agosto, el santo Padre se asomó a la ventana del estudio del
Palacio Apostólico vaticano para recitar el Ángelus con los fieles y peregrinos
reunidos en la plaza de San Pedro.
“El
Evangelio de este domingo nos presenta el milagro de la multiplicación de los
panes”, dice el Papa y “en este pasaje evangélico es evidente la referencia a
la Eucaristía, sobre todo donde describe la bendición, la fracción del pan, la
entrega a los discípulos, la distribución a la gente” (v. 19).
A
continuación, sigue la traducción no oficial de las palabras del Santo Padre al
introducir el Ángelus ofrecida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
Palabras del Papa
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El
Evangelio de este domingo nos presenta el milagro de la multiplicación de los
panes (cfr Mt 14,13-21). La escena se desarrolla en un lugar
desierto, donde Jesús se había retirado con sus discípulos. Pero la gente lo
alcanza para escucharlo y hacerse curar: sus palabras y sus gestos sanan y dan
esperanza. Al caer el sol, la multitud está todavía allí, y los discípulos,
hombres prácticos, invitan a Jesús a despedirse de ellos para que puedan ir a
buscar comida. Pero Él responde: “Dadles vosotros de comer” (v. 16).
¡Imaginamos las caras de los discípulos!
Jesús
sabe bien lo que va a hacer, pero quiere cambiar la actitud de ellos: no decir
“despídete, que se las arreglen, que encuentren ellos algo de comer”, no, sino
“¿qué nos ofrece la Providencia para compartir?”. Dos actitudes contrarias. Y
Jesús quiere llevarles a la segunda actitud, porque la primera propuesta es la
propuesta de un hombre práctico, pero no generosa: “despídete, que vayan a
encontrar, que se las arreglen”. Jesús piensa de otra manera. Jesús, a través
de esta situación, quiere educar a sus amigos de ayer y de hoy en la lógica de
Dios. ¿Y cuál es la lógica de Dios que vemos aquí? La lógica del hacerse cargo
del otro. La lógica de no lavarse las manos, la lógica de no mirar a otro lado.
La lógica del hacerse cargo del otro. El “que se las arreglen” no entra en el
vocabulario cristiano.
Apenas
uno de los Doce dice, con realismo: “No tenemos aquí más que cinco panes y dos
peces”, Jesús responde: “Traédmelos acá” (vv. 17-18). Toma esa comida entre sus
manos, levanta los ojos al cielo, pronuncia la bendición e inicia a partir y a
dar las porciones a los discípulos para distribuirlas. Y esos panes y esos
peces no terminan, basta y sobra para miles de personas.
Con
ese gesto Jesús manifiesta su poder, pero no de forma espectacular, sino como
señal de la caridad, de la generosidad de Dios Padre hacia sus hijos cansados y
necesitados. Él está inmerso en la vida de su pueblo, comprende los cansancios,
comprende los límites, pero no deja que ninguno se pierda o falte: nutre con su
Palabra y dona alimento abundante para el sustento.
En
este pasaje evangélico se percibe también la referencia a la Eucaristía, sobre
todo donde describe la bendición, la fracción del pan, la entrega a los
discípulos, la distribución a la gente (v. 19). Y cabe señalar el vínculo
estrecho entre el pan eucarístico, alimento para la vida eterna, y el pan
cotidiano, necesario para la vida terrena. Antes de ofrecerse a sí mismo al
Padre como Pan de salvación, Jesús se preocupa por el alimento para aquellos
que lo siguen y que, por estar con Él, se han olvidado de hacer provisiones. A
veces se contrapone espíritu y materia, pero en realidad el espiritualismo,
como el materialismo, es ajeno a la Biblia. No es un lenguaje de la Biblia.
La
compasión, la ternura que Jesús ha mostrado respecto a la multitud no es
sentimentalismo, sino la manifestación concreta del amor que se hace cargo de
las necesidades de las personas. Y nosotros estamos llamados a acercarnos a la
celebración eucarística con estas mismas actitudes de Jesús: en primer lugar
compasión de las necesidades de los otros. Esta palabra que se repite en el
Evangelio cuando Jesús ve un problema, una enfermedad o esta gente sin comida.
“Tuvo
compasión”. Compasión no es un sentimiento puramente material; la verdadera compasión
es padecer con, tomar sobre nosotros los dolores de los otros. Quizá nos hará
bien hoy preguntarnos: ¿yo tengo compasión? Cuando leo las noticias de las
guerras, del hambre, de las pandemias, tantas cosas, ¿tengo compasión de esa
gente? ¿Yo tengo compasión de la gente que está cerca de mí? ¿Soy capaz de
padecer con ellos, o miro a otro lado o digo “que se las arreglen”? No olvidar
esta palabra “compasión”, que es confianza en el amor providente del Padre y
significa valiente compartir.
María
Santísima nos ayude a recorrer el camino que el Señor nos indica en el
Evangelio de hoy. Es el recorrido de la fraternidad, que es esencial para
afrontar las pobrezas y los sufrimientos de este mundo, especialmente en este
momento grave, y que nos proyecta más allá del mundo mismo, porque es un camino
que inicia en Dios y a Dios vuelve.
Raquel
Anillo
Fuente:
Zenit






