Palabras
antes del Ángelus
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Ángelus 23 agosto 2020 (C) Vatican Media |
A
las 12 del mediodía de hoy, 23 agosto 2020, el Papa Francisco se asoma a la
ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano para recitar el Ángelus con
los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.
Hoy
Jesús, dice el Papa, nos hace una pregunta a cada uno de nosotros “Y ¿Para ti,
quién es Jesús?”. “Cada uno de nosotros debe dar una respuesta que no sea
teórica, sino que implique la fe, es decir la vida”.
A
continuación, sigue la traducción oficial de las palabras del Santo Padre al
introducir el Ángelus ofrecida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:
***
Palabras del Papa
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El
Evangelio de este domingo (cfr Mt 16,13-20) presenta el momento en el
que Pedro profesa su fe en Jesús como Mesías e Hijo de Dios. Esta confesión del
Apóstol es provocada por el mismo Jesús, que quiere conducir a sus discípulos a
dar el paso decisivo en su relación con Él. De hecho, todo el camino de Jesús
con los que le siguen, especialmente con los Doce, es un camino de educación de
su fe.
Antes
que nada Él pregunta: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?” (v.
13). A los apóstoles les gustaba hablar de la gente, como a todos nosotros. El
chisme gusta. Hablar de los demás no es tan exigente, por esto, porque nos
gusta; también “despellejar” a los otros. En este caso ya se requiere la
perspectiva de la fe y no el chisme, es decir, pregunta: “¿Quién dice la gente
que soy yo?”. Y los discípulos parece que hacen una competición en el referir
las diferentes opciones, que quizá en gran parte ellos mismos compartían. Ellos
mismos compartían. Básicamente, Jesús de Narazert era considerado un profeta
(v. 14).
Con
la segunda pregunta, Jesús les toca directamente: “¿quién decís que soy yo?”
(v. 15). A este punto, nos parece percibir algún instante de silencio, porque
cada uno de los presentes es llamado a involucrarse, manifestando el motivo por
el que sigue a Jesús; por esto es más que legítima una cierta vacilación.
También si yo ahora os preguntara a vosotros: “¿Para ti, quién es Jesús?”,
habrá un poco de vacilación. Les quita la vergüenza Simón, que con ímpetu
declara: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo” (v. 16). Esta respuesta, tan
plena y luminosa, no le viene de su ímpetu, por generoso que sea, – Pedro era
generoso – sino que es fruto de una gracia particular del Padre celeste. De
hecho, Jesús mismo lo dice: “No te ha revelado esto la carne ni la sangre – es
decir la cultura, lo que has estudiado – no, esto no te lo ha revelado. Te lo
ha revelado mi Padre que está en los cielos” (v. 17).
Confesar
a Jesús es una gracia del Padre. Decir que Jesús es el Hijo del Dios vivo, que
es el Redentor, es una gracia que nosotros debemos pedir: “Padre, dame la
gracia de confesar a Jesús”. Al mismo tiempo, el Señor reconoce la pronta
correspondencia de Simón con la inspiración de la gracia y por tanto añade, en
tono solemne: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las
puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (v. 18). Con esta afirmación,
Jesús hace entender a Simón el sentido del nuevo nombre que le ha dado,
“Pedro”: la fe que acaba de manifestar es la “piedra” inquebrantable sobre la
cual el Hijo de Dios quiere construir su Iglesia, es decir la Comunidad. Y la
Iglesia va adelante siempre sobre la fe de Pedro, sobre la fe que Jesús
reconoce [en Pedro] y lo hace jefe de la Iglesia.
Hoy,
escuchamos dirigida a cada uno de nosotros la pregunta de Jesús: “¿Y vosotros
quién decís que soy yo?”. A cada uno de nosotros. Y cada uno de nosotros debe
dar una respuesta no teórica, sino que involucra la fe, es decir la vida,
¡porque la fe es vida! “Para mí tú eres…”, y decir la confesión de Jesús. Una
respuesta que nos pide también a nosotros, como a los primeros discípulos, la
escucha interior de la voz del Padre y la consonancia con lo que la Iglesia,
reunida en torno a Pedro, continúa proclamando. Se trata de entender quién es
para nosotros Cristo: si Él es el centro de nuestra vida, si Él es el fin de
todo nuestro compromiso en la Iglesia, de nuestro compromiso en la sociedad.
¿Quién es Jesús para mí? Quién es Jesucristo para ti, para ti, para ti… Una
respuesta que nosotros debemos dar cada día.
Pero
estad atentos: es indispensable y loable que la pastoral de nuestras
comunidades esté abierta a las muchas pobrezas y emergencias que están por
todos lados. La caridad es siempre la vía maestra del camino de fe, de la
perfección de la fe. Pero es necesario que las obras de solidaridad, las obras
de caridad que nosotros hacemos, no desvíen del contacto con el Señor Jesús. La
caridad cristiana no es simple filantropía sino, por un lado, es mirar al otro
con los mismos ojos que Jesús y; por el otro, es ver a Jesús en el rostro del
pobre. Este es el camino verdadero de la caridad cristiana, con Jesús en el
centro, siempre.
María
Santísima, bienaventurada porque ha creído, sea para nosotros guía y modelo en
el camino de la fe en Cristo, y nos haga conscientes de que la confianza en Él
da sentido pleno a nuestra caridad y a toda nuestra existencia.
Raquel
Anillo
Fuente:
Zenit