No se trata de tomar una decisión, sino de tomar conciencia de un deber
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La fiesta de san Luis, este 25 de agosto, recuerda estas
palabras de la reina Blanca de Castilla que pueden sonarnos como de otra época.
Pero ¿y si estas palabras fueran el fundamento del deber supremo de todos los
padres y madres?
“Hijo
mío, preferiría verte muerto antes que culpable de un único pecado mortal”,
dijo un día la reina Blanca de Castilla a su hijo, el futuro san Luis.
Frase admirable para
algunos, quienes perciben en ella el grito de una profunda fe cristiana, para
la que la vida del alma y la salvación eterna priman sobre todas las demás
consideraciones.
Frase terrible, escandalosa
e insensible para otros, quienes ven en ella cierto desprecio hacia el don de
Dios que es la vida y que piensan que, con ayuda de la divina misericordia, el
pecado puede redimirse y el alma renacer a la gracia mientras que la vida
corporal, una vez perdida, permanece así.
¿Qué padres, ciertamente, se
atreverían a elegir así entre la muerte del alma y la del cuerpo de su hijo si
les preguntáramos? Pero no se trata de tomar una decisión, sino de tomar
conciencia de un deber.
Recuerda su alma en su educación
¿Cuánta
atención y cuidados legítimos —de dinero, quizás— dedicamos a mantener la salud
física de nuestros hijos, a recuperarla cuando la han perdido? Ningún
sacrificio nos resulta costoso.
Pero para la salud de su
alma, ¿qué esfuerzos realizamos cuando nos
sabemos responsables ante Dios del alma de los hijos que Él nos ha concedido?
¿Sabemos evitar
conversaciones, renunciar a películas que puedan perturbar sus jóvenes
espíritus…? ¿Sabemos poner su bienestar moral antes que
nuestro placer o nuestro interés, como pondríamos su confort físico antes
que el nuestro?
En definitiva, no
descuidemos la vigilancia con tanto respeto como consideración con su evolución
espiritual, para identificar un problema naciente, aliviar una fragilidad,
librarles de una duda que les corroa, igual que cuidamos del desarrollo
armonioso de su cuerpo.
Sin copiar necesariamente el
heroísmo de Blanca de Castilla, inspirémonos en su ejemplo y establezcamos un
equilibrio: que el alma de nuestros hijos nunca sea menospreciada, olvidada de nuestra
obra educativa.
Anna Ashkova
Fuente:
Aleteia