Él tiene un plan y discretamente acompaña
![]() |
Public Domain |
Dios es fiel a su promesa. De esa verdad no tengo
ninguna duda. Dios es fiel al amor que me ha manifestado desde que me concibió
en su seno.
A veces he dudado de su fidelidad, o tal
vez más de la mía. En medio de dificultades, o problemas brota siempre la
intranquilidad y surgen las dudas.
La promesa
suele ser siempre la misma. Dios me la susurró en el corazón cuando lo amé por
primera vez, cuando me abrazó y me sostuvo siendo joven y yo creí en Él.
Me dijo que sería feliz a su lado, que nada me faltaría, que los caminos serían fáciles y rectos bajo mis pies.
Me dijo que sería feliz a su lado, que nada me faltaría, que los caminos serían fáciles y rectos bajo mis pies.
Me hizo creer
en mis capacidades ocultas, en los dones que Él había sembrado como tesoros
bajo mi piel y que yo no veía.
Me enseñó a
mirar sobrecogido el amor humano que recibía a lo largo del camino. Me dijo que
no tuviera miedo, que confiara, incluso
cuando los vientos de la tormenta arreciaran con fuerza dentro de mi alma.
Me hizo pensar que mi vida era un gran don
para todos. Y yo creí en su poder,
en su misericordia y lo miré agradecido.
Sé que Dios ha comenzado una obra conmigo. Mi vida es obra suya, soy fruto de sus
deseos. Empezó hace mucho y sigue manos a la obra.
No soy una
barca que navega a la deriva en medio del océano. No estoy perdido en medio del
desierto en busca de un oasis para calmar mi sed.
Hay rumbos
que desconozco y caminos que nunca ha recorrido. Pero yo creo
en sus planes de amor, en sus sueños para mi vida:
«¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y
de conocimiento, el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué
irrastreables sus caminos!».
Dios
es generoso conmigo y me ama más de lo que yo puedo amarle a cambio. En ese
intercambio desigual percibo que no hay equilibrio.
Él me lo da todo, el infinito y a cambio no
me exige un amor imposible. Tengo
claro que para Él todo es posible. Puede hacer que crezcan flores en el
desierto.
Puede
inventarse caminos donde sólo había muros que no mostraban ninguna salida.
Puede apagar incendios poderosos que amenazaban ruina. Puede levantar vientos
que permitan crecer la vida donde parece esquiva.
A menudo me quedo detenido
y perplejo ante los fracasos que sufro. Me turbo ante los
obstáculos que no me dejan vivir esa felicidad de ese momento hecho a mi
medida.
No
dan fruto mis planes realizados de acuerdo con mis sueños. Así no funciona la
vida. No todo cuadra, las cosas no encajan.
Quisiera estar abierto a los planes de Dios
hasta el punto de hacerlos míos sin miedo a la vida. Esos planes que yo no he
pensado.
Decido
entonces que el único camino de plenitud posible pasa
por adherirme a esos planes besándolos de rodillas. Comentaba el padre José
Kentenich hablando de su vida:
«No es cierto que yo haya estado entre
bambalinas calculando, urdiendo, tendiendo hilos. Nada de eso es cierto. Yo
sólo observaba lo que Dios hacía, observaba lo que acontecía cuando abrazábamos
Sus planes»[1].
Cuando me abrazo a sus planes todo parece
más sencillo. Abrazo sus deseos y los hago míos. Me arrodillo feliz ante su camino. Para
Dios nada hay imposible.
Aunque quizás
yo lo hubiera hecho de forma diferente. Hubiera cambiado los tiempos, o elegido
cosas diferentes. Pero Dios es sabio y sabe lo que más me conviene en cada
momento. Sabe lo que me hará feliz a la larga.
Entiende que sólo
tengo que aceptar el camino como su camino y sonreír con su sonrisa en medio de
mis tristezas.
Para
Dios nada hay imposible, aunque a veces no vea bien el sentido de mis pasos o
sienta que mi barca no sigue un rumbo tan claro.
Pero Él es
bueno, es misericordioso y me ama más que a sí mismo. Me ama con un amor
imposible. Me quiere y me hace reír cuando yo le pido imposibles, o le suplico
tal o cual cosas.
Y me
pide que no tenga miedo, que Él va conmigo allí donde caminan mis pasos.
Carlos
Padilla Esteban
Fuente:
Aleteia