Y ¡alerta! pensamientos negativos que te llevan a rechazarla
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By Roman Samborskyi/Shutterstock |
Gran parte de mi felicidad depende de la forma
como me afecta la realidad. Las cosas suceden a mi alrededor y no puedo
alterarlas. Me afectan, para bien y para mal. Determinan mi estado de ánimo. Me
alegran, entristecen, angustian, o entusiasman.
Cuando depende de mí
Algunas cosas sí que dependen de mí, lo sé, de lo que hago o dejo de hacer. De
lo que digo o callo. De las decisiones que tomo o de aquellas que postergo o
nunca llego a tomar.
En esos casos
acepto las consecuencias de mis actos o decisiones. O puede que no llegue a
asumir mi responsabilidad. De mí depende.
Cuando yo no puedo hacer nada para cambiarlo
Muchas otras cosas derivan de las
reacciones de aquellos que me rodean y yo no puedo hacer nada por cambiarlas. Sus gritos o
sus silencios pesan en mi alma. Estamos tan relacionados…
Pero hay
muchas cosas que suceden cerca de mí en las que yo no intervengo. Una
enfermedad, una muerte, un accidente, un fracaso, un grito, una interrupción,
una tormenta.
La realidad
está ahí, frente a mis ojos, imperturbable, no se altera. Simplemente suceden
las cosas y yo no puedo cambiarlas.
Puedo aceptar
Ante lo que veo y me afecta yo reacciono. Puedo
rebelarme, indignarme ante esa realidad. Puedo
intentar cambiarla o simplemente negarla, como si no fuera real
lo que está ocurriendo.
También puedo mirarla con paz en el alma y
decir que sí, que la acepto como es. Asumo que es parte de mi vida y no puedo cambiar las cosas. Quizás
es más difícil mirar las cosas así.
Tengo
claro que no todo afecta a todos de la misma manera. Unos
sufren más, otros no se alteran ante el mismo hecho que a mí me obsesiona y
angustia.
También puede
suceder que pierda la sensibilidad ante lo
que veo. Ya no me golpea, porque me he armado con mi coraza para que el mundo
no me haga daño.
Otras veces
detenido ante un imponderable me altero y pierdo la paz.
Brota el miedo con fuerza. Ese miedo que me hace
tan infeliz.
Puedo incidir en mi reacción
Me gustaría conservar la calma en medio de
la tormenta en un mar revuelto. Quisiera
mantenerme con paz ante las contrariedades.
Pretendo
buscar soluciones justas en medio del desastre y trato de solucionar los
problemas que surgen violentando mi ánimo. Pero la verdad es que no puedo
cambiar las cosas que suceden.
Lo único que puedo hacer es manejar mejor
la forma como me afectan.
Puedo hacerlo porque soy yo quien decide.
Soy yo el que
dice que sí, que importa lo que está pasando. O simplemente puedo quitarle el
peso a la realidad y no querer verla.
Pensamientos negativos
Mis pensamientos son muy rápidos. Van y
vienen. Algunos anidan en mi alma desde mi infancia y juventud. Se grabaron
allí a fuego y parece que nada puede alterarlos.
Son los
pensamientos negativos los que amargan mi corazón. Pensamientos como:
«No vales tanto y nunca has valido. No
haces nada realmente bien, mira tu vida llena de fracasos. No eres tan justo en
tus opiniones, te dejas llevar por tus sentimientos y eres muy subjetivo.
Siempre reaccionas sin controlarte, parece que hay algo desordenado en tu alma,
algo que tú mismo desconoces».
Son
pensamientos que se han ido grabando porque alguien me los dijo, me los lanzó a
la cara y yo me sentí herido. Puede que fuera yo el que me los dijera a mí
mismo para no olvidarme nunca. Los grabé muy dentro.
Son pensamientos
que proceden de experiencias difíciles y se han ido acumulando dentro de mi
corazón. Me hacen daño. A veces me detengo a pensar en
ellos y no me hace bien.
Pensamientos positivos
Hay también otros pensamientos que sí que
me dan vida y esos quisiera conservar y poner en primer plano. Son pensamientos
como:
«Dios te
quiere como a su hijo predilecto. No tengas miedo de las opiniones del mundo
porque no pueden hacer que seas mejor ni peor de lo que ahora eres. Eres muy
valioso y tienes que creértelo, aunque no tengas a nadie cerca para
recordártelo».
Son
pensamientos positivos sobre los que construyo mi vida, no quiero olvidarlos.
Son pilares sólidos que sacan lo mejor de mi alma y me hacen saberme amado. En
ellos creo y sobre ellos construyo.
Tengo claro
que me conviene tener muy despiertos los pensamientos positivos y dejar a un
lado los negativos. La realidad me afectará dependiendo de qué pensamientos
dominen en mi alma.
Sí hay algo capaz de tocar la realidad
La realidad es la que es y sólo el amor
puede cambiarla en algo. Sólo mi forma de mirar las cosas mejora mi entorno.
Una actitud positiva me hace caminar en las alturas y surcar mares imposibles.
Tengo el
corazón en paz cuando entiendo que en la vida las cosas no siempre salen como
yo deseo. Pero también sé que mi mirada sobre las personas y sobre la realidad
lo hace todo mejor.
Me siguen
afectando los sucesos que sufro y contemplo. Pero no me da miedo sentir dolor,
angustia, paz, o esperanza. Sólo sé que no puedo quedarme paralizado ante esos
sentimientos.
De la aceptación a la paz
Acepto las cosas como son. Beso la realidad
que me golpea y siento que Dios no me abandona. No niego lo que hay, lo que me
turba. Acepto
que no todo está en orden. No todo está superado.
No estoy
educado totalmente. No soy santo, ni feliz siempre. Miro a la cara el
conflicto, el problema, el miedo, la duda.
No dejo de
confiar porque sé que las cosas mejoran cuando yo las miro de forma diferente.
Y sonrío en medio de las nubes que se ciernen sobre mí.
No le tengo
miedo a lo que viene. Simplemente sé que Dios camina a mi lado y
yo, como un niño, confío.
Carlos
Padilla Esteban
Fuente:
Aleteia