
En aquel tiempo, mientras iban de camino Jesús y sus discípulos,
alguien le dijo: “Te seguiré a donde quiera que vayas”. Jesús le respondió:
“Las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos; pero el Hijo del hombre no
tiene en dónde reclinar la cabeza”.
A otro, Jesús le dijo: “Sígueme”. Pero él le respondió: “Señor, déjame
ir primero a enterrar a mi padre”. Jesús le replicó: “Deja que los muertos
entierren a sus muertos. Tú ve y anuncia el Reino de Dios”.
Otro le dijo: “Te seguiré, Señor; pero déjame primero despedirme de mi
familia”. Jesús le contestó: “El que empuña el arado y mira hacia atrás, no
sirve para el Reino de Dios”.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
La Iglesia para seguir a Jesús es itinerante, actúa con prontitud, de
prisa y decidida. El valor de estas tres condiciones puestas por Jesús
―itinerancia, prontitud y decisión― no radica en una serie de “noes” a las
cosas buenas e importantes de la vida. El acento, más bien, hay que ponerlo en
el objetivo principal: ¡convertirse en discípulo de Cristo! Una elección libre
y consciente, hecha por amor, para corresponder a la gracia inestimable de
Dios, y no un modo de promoverse a sí mismo. Jesús nos quiere apasionados de él
y del Evangelio. Una pasión del corazón que se traduce en gestos concretos de
proximidad, de cercanía a los hermanos más necesitados de acogida y cuidados.
Precisamente como vivió Él. (ÁNGELUS, 30 de junio de 2019)
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