Los perpetradores son
extremistas islámicos salafistas que buscan aumentar su poder sobre los
cristianos
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| Foto referencial. Crédito: Pixabay. |
La
organización Coptic Solidarity develó en un reporte que en Egipto las mujeres
cristianas son el grupo más vulnerable, al ser víctima del tráfico humano,
explotación sexual y conversión forzada al islam.
El
reporte “‘Jihad of the Womb’: Trafficking of coptic Women &
Girls in Egypt” publicado el 1 de septiembre señala que las mujeres
coptas sufren secuestros, conversiones y matrimonios forzados con musulmanes,
violaciones y explotación con impunidad en Egipto. Los perpetradores son
extremistas islámicos salafistas que buscan aumentar su poder sobre los
cristianos.
La
palabra “copto” se puede considerar sinónimo de “egipcio”. Los cristianos
coptos son una de las minorías más perseguidas en Oriente Medio por los
extremistas islámicos. En Egipto la religión mayoritaria es el islam y según la
organización Open Doors, los cristianos representan un
poco más del 16% de la población.
La
mayoría de cristianos pertenece a la Iglesia Copta Ortodoxa, con 65 millones de
seguidores en todo el mundo, y no reconocen al Patriarca Ecuménico de
Constantinopla como primado, pues se separaron de la Comunión Ortodoxa en 451.
Además, hay una pequeña minoría católica en comunión con Roma que sigue el rito
copto. La relación entre ambas Iglesias es fluida y amistosa.
Según
la tradición, San Marcos evangelizó Alejandría y el cristianismo se arraigó con
fuerza en Egipto. Sin embargo, la conquista musulmana en el siglo VII hizo que
el cristianismo retrocediera de forma paulatina, con períodos de persecución y
de tolerancia, hasta llegar a su situación actual.
Según
testimonios recogidos por la organización en el informe, los secuestros
perpetrados durante el actual Gobierno del presidente Abdelfatah El-Sisi son
los más altos registrados desde que comenzaron las redes de los salafistas en
los años 70. Un ejemplo de ello, es que los musulmanes “se reúnen en una
mezquita para discutir sobre las potenciales víctimas”.
Según
el informe, los salafistas buscan imponer su fuerza al aumentar en número
contra el crecimiento de las familias cristianas. Para lograrlo, secuestran
egipcias coptas y luego abusan de ellas embarazándolas para “matar dos pájaros
de un tiro”; es decir, obtener dos o más miembros musulmanes para sus filas y a
la vez, anular la posibilidad de que nazcan nuevos cristianos.
Este
fenómeno es conocido por Coptic Solidarity como “Jihad of the Womb” o “Jihad
del Vientre”, por medio del que cerca de 500 mujeres y niñas coptas han sido
víctimas del tráfico de personas en las dos últimas décadas. Según un activista
y ciudadano egipcio de la gobernación de Menia, al menos 15 niñas son raptadas
cada año en su localidad y su hija casi fue raptada.
Las
víctimas suelen ser las más jóvenes y con menor educación que no utilizan
“hijab” o velos que cubran sus cabellos y cuello, o “usan collares con una
cruz” en público. Para secuestrarlas, los extremistas suelen recurrir al engaño
por enamoramiento, ya sea por medios virtuales o presenciales y al uso de la
fuerza.
Durante
el secuestro sufren explotación y abuso sexual y son amenazadas de compartir
los videos de su violación con sus familias y comunidades si intentan huir.
Además, las fuerzan a decir que no fueron raptadas, sino que voluntariamente se
escaparon para casarse y convertirse al islam, pero se registran muy pocos
casos como estos.
Según
testimonios, las familias coptas suelen ser vigiladas por los extremistas y los
raptos ocurren cuando las mujeres regresan del colegio o trabajo a la casa,
caminando solas o en “tuk-tuk”, triciclo motorizado usado en transporte
público.
Debido
a ello, las familias cristianas viven con temor de que las mujeres sean
raptadas al salir de sus casas. Por ello, en el caso de los hogares más
constituidos, los padres suelen acompañar a sus hijas o enviarlas junto a sus
hermanos en su camino al colegio y centros de estudios o trabajo.
Según
el testimonio de un ex secuestrador,
la red de extremistas tiene decenas de miles de miembros que son financiados
por adinerados musulmanes, sobre todo de Arabia Saudita, que incluso a veces
roban a empresas cristianas para financiar sus planes.
Señaló
que por cada secuestro y envío de egipcias coptas a las organizaciones
extremistas, los delincuentes reciben cerca de tres mil dólares, y el precio
aumenta si la mujer pertenece a una familia copta conocida o es hija de un
pastor. Además, los policías que los apoyan de diversas formas, como dando
drogas para la víctima, reciben una paga, e incluso suelen ofrecerse a golpear
a las víctimas para recitar el credo islámico.
Según
el reporte, la táctica del Gobierno Egipcio es negarse a intervenir en alguno
de los casos de tráfico de mujeres coptas que ocurre dentro de sus fronteras,
apelando al artículo dos de su Constitución que dicta que “el islam es la
religión del Estado y los principios de la sharia islámica son el recurso
principal para legislar”.
En
ese sentido, si bien el sistema judicial no tiene ley de apostasía, se da por
hecho que está prohibido desear convertirse a otra religión fuera del islam,
mientras que “la conversión al islam es siempre aceptada y alentada” y quien lo
haga debe aceptar que pierde el derecho a convertirse a otro credo luego.
Así,
el Gobierno niega la autonomía de las mujeres coptas secuestradas de regresar
al cristianismo o anular sus uniones de hecho con musulmanes y alienta lo
contrario. La ley también va en contra del derecho de los padres sobre los
hijos menores de edad, pues permite que las niñas se casen y conviertan al
islam con el consentimiento de un custodio legal que puede ser otro
musulmán.
Además,
la sociedad promueve por medio de la educación y los medios que el islam es
superior, sobretodo en el campo, donde la mayoría de pueblos se les niegan los
permisos para tener iglesias y por ello, algunos coptos pueden estar poco
preparados para defenderse o debatir.
En
la mayoría de casos, las familias que denuncian los secuestros logran recuperar
a sus mujeres, pese que la policía las amenaza para no hacerlo público. Esto
reveló que la Policía suele conocer los detalles del secuestro, pues la
recuperación es repentina y sin nuevas pistas del caso. Asimismo, suelen mentir
a la familia sobre el caso para hacerlas desistir de continuar su
búsqueda.
El
8 de abril de 2018, Hoda Atef Ghali Girgis, de 16 años, fue raptada en un
tuk-tuk cuando regresaba a su casa de la iglesia de St. Mary and St. Michael en
Imbaba, gobernación de Giza, tras celebrar la Pascua. Pese a que los padres
reportaron a la Policía sobre el caso, no se realizó ninguna acción concertada
para recuperarla y a la fecha, no se sabe nada sobre su desaparición.
El
26 de enero de 2017, Hanan Adly Girgis, de 18 años, fue secuestrada de su casa
en Esna, un pueblo de la gobernación de Quena. Su hermano relató que Hanan
estaba sola en su cuarto y que habían otras mujeres en la casa durante su
rapto. La familia acusó a su vecino Mohamed Soliman de raptarla, por ello, la
Policía lo interrogó y pese a admitir su relación con los secuestradores, fue
liberado por pocas evidencias físicas.
Días
después, se descubrió que Hanan recibió una nueva identificación con un cambio
de la religión cristiana a la musulmana. Los pobladores que protestaron
pacíficamente fueron heridos por la Policía. Durante los días del secuestro, se
reportó que la niña estaba comprometida, “increíblemente feliz” y en proceso de
casarse sin ningún motivo para huir. La familia dijo que el caso no se ha
resuelto “porque la Policía es cómplice y apática a casos de mujeres coptas”.
Pese
a que el rapto y desaparición de niñas y mujeres coptas es un “flagelo” para la
comunidad copta de Egipto, los gobiernos egipcios o extranjeros, las ONG u
organismos internacionales han hecho poco para abordarlo.
El
reporte fue enviado al relator especial para la Libertad de Religión o Creencia
de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a la Oficina de Trata de
Personas del Departamento de los Estados Unidos y otras instituciones
importantes.
Fuente:
ACI Prensa






