La fragilidad “nos refina y santifica”
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El Papa con sacerdotes ancianos y enfermos (C) Vatican Media |
En
una carta firmada el pasado 13 de agosto, el Santo Padre comparte su alegría
por la realización de esta jornada de oración y fraternidad con el clero
anciano y enfermo.
“Es
hermosa esta atención de los pastores por la parte físicamente más frágil de su
presbiterio. En realidad, sois sacerdotes que, en la oración, en la escucha, en
el ofrecimiento de vuestros sufrimientos, ejercéis un ministerio no secundario
en vuestras Iglesias”, se lee en el texto.
Agradecimientos
Francisco
agradece a la Conferencia Episcopal Lombarda y a la
Unión Nacional Italiana de transporte de enfermos a Lourdes y
santuarios internacionales (UNITALSI) y a todos los que
trabajaron por el éxito del encuentro.
“Gracias
por vuestro testimonio de amor fiel a Dios y a la Iglesia. Gracias por el
anuncio silencioso del Evangelio de la vida. Gracias porque sois una memoria
viva a la que recurrir para construir el mañana de la Iglesia”, les dice.
La
fragilidad, “fuego fundidor”
Por
último, el Papa recuerda que, para la vida sacerdotal, la fragilidad “puede ser
‘como fuego del fundidor y como lejía del lavandero’ (Mal 3:2) que,
elevándonos a Dios, nos refina y santifica. No tengamos miedo al sufrimiento:
¡el Señor lleva la cruz con nosotros!”.
A
continuación, sigue el mensaje completo del Santo Padre a los participantes en
la Jornada de los sacerdotes ancianos y enfermos de Lombardía.
***
Mensaje
del Santo Padre
Queridos
hermanos sacerdotes,
Me
alegro de que también este año, a pesar de las limitaciones necesarias para
luchar contra la pandemia, os hayáis encontrado junto a vuestros obispos en el
Santuario de Nuestra Señora de Caravaggio.
Agradezco
a la Conferencia Episcopal Lombarda por organizar desde hace seis años esta
jornada de oración y fraternidad con el clero anciano y enfermo. Es hermosa
esta atención de los pastores por la parte físicamente más frágil de su
presbiterio. En realidad, sois sacerdotes que, en la oración, en la escucha, en
el ofrecimiento de vuestros sufrimientos, ejercéis un ministerio no secundario
en vuestras Iglesias.
Doy
las gracias a UNITALSI y a todos los que trabajan por el éxito de este
encuentro. Con su compromiso concreto y el espíritu que los anima, los
voluntarios expresan la gratitud de todo el pueblo de Dios a sus ministros.
Pero
es sobre todo a vosotros, queridos hermanos que vivís el tiempo de la vejez o
la hora amarga de la enfermedad, a quienes siento la necesidad de dar las
gracias. Gracias por vuestro testimonio de amor fiel a Dios y a la Iglesia.
Gracias por el anuncio silencioso del Evangelio de la vida. Gracias porque sois
una memoria viva a la que recurrir para construir el mañana de la Iglesia.
En
los últimos meses, todos hemos experimentado algunas restricciones. Los días,
transcurridos en un espacio limitado, parecían interminables y siempre iguales.
Sentíamos la falta de nuestros afectos más queridos y de nuestros amigos; el
miedo al contagio nos recordaba nuestra precariedad. En el fondo, hemos
conocido lo que algunos de vosotros, así como muchos otros ancianos,
experimentáis a diario. Espero que este período nos ayude a comprender que,
mucho más que ocupar espacios, es necesario no perder el tiempo que se nos da;
que nos ayude a disfrutar de la belleza del encuentro con el otro, a curarnos
del virus de la autosuficiencia. ¡No olvidemos esta lección!
Durante
el período más duro, lleno “de un silencio que ensordece y un vacío
desolador” (Acto de Oración, 27 de marzo de 2020), muchos, casi
espontáneamente, levantaron sus ojos al Cielo. Con la gracia de Dios, puede ser
una experiencia de purificación. También para nuestra vida sacerdotal, la
fragilidad puede ser “como fuego del fundidor y como lejía del lavandero” (Mal 3:2)
que, elevándonos a Dios, nos refina y santifica. No tengamos miedo al
sufrimiento: ¡el Señor lleva la cruz con nosotros!
Queridos
hermanos, encomiendo cada uno de vosotros a la Virgen María. A ella, Madre de
los sacerdotes, le recuerdo en la oración a los muchos sacerdotes que han
muerto a causa de este virus y a los que se enfrentan al camino de la
rehabilitación.
Os
envío, de todo corazón, mi bendición. Y vosotros, por favor, no os olvidéis de
rezar por mí.
Roma,
San Juan de Letrán, 13 de agosto de 2020
Francisco
Larissa
I. López
©
Librería Editorial Vaticano
Fuente:
Zenit