“El
mundo no tenía un lugar para mi hijo y la Iglesia me lo ha dado, un sitio donde
poder recordarle, e ir a llevarle flores. Así que doy gracias a Dios”
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Panteón a los no nacidos en el cementerio de Torrent, Valencia (España) Crédito: Sí a la Vida Torrent |
Perdieron
a su hijo en un aborto natural, cuando Marisol estaba embarazada de 7 semanas.
A pesar del dolor de la pérdida aseguran que “ha sido un regalo del Señor” y
pudieron darle una cristiana sepultura porque “nuestro hijo era un ser humano
en pequeñito, no un despojo”.
Marisol
tiene 35 años y Esteban 40. Tienen tres hijos, el último de ellos, Francisco,
falleció después de 7 semanas de gestación. Por eso el pasado 1 de septiembre
celebraron el funeral del pequeño que fue enterrado en el panteón de nonatos de
la localidad de Torrent, en Valencia (España), decorado con un simple angelito
y frente a una imagen de la Virgen de los Desamparados.
Según
relatan a Paraula, el semanario diocesano de la
Archidiócesis de Valencia, el pasado 6 de agosto, precisamente en una visita al
Santuario de la Virgen del Puerto de Plasencia supieron que estaba embarazada.
Una
noticia que recibieron como “un milagro, con mucha alegría, un regalo inmenso y
sin ninguna preocupación”.
Ese
día y en ese santuario, pidieron al Señor que su hijo fuera Santo, y se lo entregaron
al Señor.
“Claro,
nuestros planes eran distintos, no sabíamos que la voluntad de Dios iba a ser
llevarse tan pronto a nuestro bebé”, asegura Marisol.
Cuando
estaba de dos meses comenzaron las complicaciones y visitaron al médico,
alarmados, aunque se les dijo que todo iba bien. Tres días después
volvieron a urgencias y les confirmaron que se trataba de un aborto diferido,
es decir, el feto había muerto pero sigue en el interior del útero.
“Como
madre se me partió el corazón por cómo me lo dijeron, cómo hablaban de
Francisco como si fuera un hijo de segunda: nos decía que no lo buscáramos
porque no lo íbamos a encontrar, que no nos aferráramos a nada”, explicó
Marisol.
En
ese momento de dificultad Marisol, Esteban y sus dos hijas “incrementamos la
oración, ni Jesús ni María nos abandonaron en ningún momento, oramos con
esperanza para que el Señor obrara el milagro y reviviera a nuestro pequeño
pero siempre aceptando Su voluntad, su Plan en nuestra Vida, pero eso sí, le
pedíamos con todo nuestro corazón que de no obrarse ese milagro pudiésemos
recoger su cuerpecito y que no terminara como un despojo médico en el
hospital”.
Comenzaron
a rezar una novena al Padre Pío, y al quinto día, “nuestro sacerdote trajo a
Jesús Eucaristía a casa y Marisol pudo comulgar y el Señor nos dio una gran
paz. Entonces decidimos llamarle Francisco, como el nombre del Padre Pío”.
El
30 de agosto, después de un día durísimo y de mucho dolor, Marisol rezaba el
rosario y fue en mitad de esa oración cuando tuvo que ir al baño y vio que el
bebé salía. “Lo pude recoger en mis manos, me asombró lo grande que era, por lo
menos unos 5 centímetros, las ecografías indicaban 5 milímetros incluso menos”.
“Nuestro
hijo era un ser humano en pequeñito, no un despojo. Tenía sus bracitos y sus
piernecitas”, explica.
En
ese momento le bautizaron y lo pusieron en una cajita. Y decidieron enterrar al
pequeño Francisco en el panteón de nonatos de Torrent.
“Ha
sido un regalo del Señor poder darle la dignidad que se merece como hijo de
Dios, hoy hemos podido despedirle de verdad, como hay que despedir a un hijo”,
asegura Marisol a Paraula.
Esteban,
por su parte, asegura que “el mundo no tenía un lugar para mi hijo y la Iglesia
me lo ha dado, un sitio donde poder recordarle, e ir a llevarle flores. Así que
doy gracias a Dios”.
Finalmente
el pasado 1 de septiembre realizaron el entierro de Francisco con su familia.
También asistieron sus dos hermanos, Sarah y Joel, de 5 y 3 años, que “a su
modo de nuños fueron muy conscientes de lo que había pasado con el hermano que
esperaban”.
A
pesar de la tristeza, Marisol subraya que “sin cruz no hay amor de verdad”,
“nuestra realidad nos hace huir del dolor, pero Jesús nos pide acercarnos a la
cruz” y destaca que se siente “mucho más amada por el Señor.
Francisco
les ha traído “la experiencia de la cruz y de la resurrección. Que no podemos
huir del dolor, porque seguimos a Uno que ha pasado por el dolor y ha
resucitado. “
“Tenía
miedo de esta gran prueba, no sabía cómo iba a reaccionar, pero he descubierto
que con el Señor todo es posible y no ha sido una experiencia traumática, sino
todo lo contrario, de esperanza”.
Asimismo
anima a los padres que sufren un aborto “a que se acerquen a Jesús Eucaristía y
a los sacramentos, que son la única manera de vivir una experiencia tan dura
sintiendo la misericordia de un Dios que nos ama infinitamente”.
Esteban
subraya que “el Señor nos ha ayudado a a llevar el dolor, nos ha fortalecido
para dar este paso, y hemos podido vivir esta experiencia dolorosa con alegría”
y “no tener miedo, no esconder la realidad y confiar en el Señor, porque nunca
es bueno cerrar los ojos, aunque duela”.
Fuente:
ACI Prensa