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2. Ofrécete a Dios cincuenta veces al
día, y que sea con gran fervor y deseo de Dios.
3. En todas las cosas, observa la
providencia de Dios y Su sabiduría, en todo, alábale.
4. En tiempos de tristeza y de
inquietud, no abandones ni las obras de oración, ni la penitencia a la que
estás habituado. Antes, intensifícalas, y verás con qué prontitud el Señor te
sustentará.
5. Nunca hables mal de quien quiera que sea, ni jamás lo escuches.
A no ser que se trate de ti mismo. Y progresarás mucho, el día en que te
alegres de ello.
7. No veas en ti sino el siervo de
todos, y en todos contempla a Cristo Nuestro Señor; así le respetarás y le
venerarás.
8. Respecto a las cosas que no te
conciernen, no muestres curiosidad, ni de cerca, ni de lejos, ni con
comentarios, ni con preguntas.
9. Muestra tu devoción interior sólo
en caso de necesidad urgente. Recuerda lo que decían san Francisco y san
Bernardo: “Mi secreto me pertenece a mí”.
10. Cumple con todo como si Él
estuviese realmente visible; actuando así, mucho ganará tu alma.
11. Que tu deseo sea ver a Dios. Tu
temor, perderle. Tu dolor, no complacerle en su presencia. Tu satisfacción, lo
que puede llevarte a Él. Y vivirás en una gran paz.
Tomado del libro: “Oraciones de todos
los tiempos de la Iglesia”. Prof. Felipe Aquino (org). Ed. Cléofas.
Felipe Aquino
Fuente: Aleteia