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Ángelus © Vatican Media |
El Papa insistió en el ejercicio
de la autoridad según el Evangelio: “Lo verdadero, noble, justo, puro, amable,
honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, que todo esto sea
objeto de nuestro compromiso diario. Es la actitud de autoridad, y de cada uno
de nosotros, que, incluso en su pequeñez, tiene cierta autoridad”.
“Es muy feo cuando en la Iglesia
se ve que las personas que tienen autoridad buscan el propio interés”, subrayó
el Papa.
AB
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Palabras antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas,
¡buenos días!
En el Evangelio de hoy (cf. Mt 21,33-43)
Jesús, previendo su pasión y muerte, narra la parábola de los viñadores
asesinos, para advertir a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo que
están por emprender un camino errado. Tienen, en efecto, malas intenciones con
él y buscan la manera de eliminarlo.
El relato alegórico describe a un
propietario que, después de haber cuidado mucho su viña (cf. v. 33), tiene que
ausentarse y se la arrenda a unos labradores. Luego, cuando llega el tiempo de
la cosecha envía a algunos siervos a recoger los frutos; pero los viñadores los
reciben a palos e incluso matan a algunos. El propietario manda a otros
siervos, más numerosos, que, sin embargo, reciben el mismo trato (cf. vv.
34-36). El colmo llega cuando el propietario decide enviar a su hijo: los
viñadores no le tienen ningún respeto, al contrario, piensan que eliminándolo
podrán adueñarse de la viña, y así lo matan también (cf. vv. 37-39).
La imagen de la viña es clara,
representa al pueblo que el Señor ha elegido y formado con tanto cuidado; los
siervos mandados por el propietario son los profetas, enviados por Dios,
mientras que el hijo es una figura de Jesús. Y así como fueron rechazados los
profetas, también Cristo fue rechazado y asesinado.
Al final del relato, Jesús
pregunta a los jefes del pueblo: “Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué
hará con aquellos labradores?” (v. 40). Y ellos, llevados por la lógica del
relato, pronuncian su propia condena: el dueño —dicen— castigará severamente a
esos malvados y “arrendará la viña a otros labradores, que le paguen los frutos
a su tiempo” (v. 41).
Con esta dura parábola, Jesús
pone a sus interlocutores frente a su responsabilidad, y lo hace con extrema
claridad. Pero no pensemos que esta advertencia valga solamente para los que
rechazaron a Jesús en aquella época. Vale para todos los tiempos, incluido el
nuestro. También hoy Dios espera los frutos de su viña de aquellos que ha
enviado a trabajar en ella. A todos nosotros.
En cada época, los que tienen
autoridad, cualquier autoridad, incluso en la Iglesia, en el pueblo de Dios
pueden sentir la tentación de seguir su propio interés en lugar del de Dios. Y
Jesús dice que la verdadera autoridad se cumple cuando se presta servicio, está
en servir, no en explotar a los demás. La viña es del Señor, no nuestra. La autoridad
es un servicio, y como tal debe ser ejercida, para el bien de todos y para la
difusión del Evangelio. Es muy feo cuando en la Iglesia se ve que las personas
que tienen autoridad buscan el propio interés.
San Pablo, en la segunda lectura
de la liturgia de hoy, nos dice cómo ser buenos obreros en la viña del Señor:
todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de
honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en
cuenta. (cf. Flp 4,8). Lo repito: todo cuanto sea virtud y cosa digna
de elogio, todo eso tenedlo en cuenta. Es la actitud de la autoridad y también
la de cada uno de nosotros, porque cada uno de nosotros, en lo que le toca,
tiene una cierta autoridad. Nos convertiremos así en una Iglesia cada vez más
rica en frutos de santidad, daremos gloria al Padre que nos ama con infinita
ternura, al Hijo que sigue dándonos la salvación, al Espíritu que abre nuestros
corazones y nos impulsa hacia la plenitud del bien.
Nos dirigimos ahora a María
Santísima, espiritualmente unidos a los fieles reunidos en el Santuario de
Pompeya para la Súplica, y en octubre renovamos nuestro compromiso de rezar el
santo Rosario.
Raquel Anillo
Fuente: Zenit