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Pascal Deloche | Godong |
Sin embargo, en la Iglesia primitiva, los cristianos necesitaban
de estos patrocinadores o sponsors por motivos muy
importantes.
El bautismo en los primeros siglos se celebraba
habitualmente en secreto, ya que, con
frecuencia, los emperadores romanos tenían el hábito de perseguir cristianos.
No se permitía el acceso a desconocidos, a no ser que
fueran acompañados de algún cristiano conocido por los sacerdotes y obispos de la comunidad
local.
El escritor D.D. Emmons en Our Sunday Visitor explica
otra razón por la que los padrinos eran tan necesarios:
Los cristianos eran precavidos y realizaban su culto
de forma encubierta. Cualquiera que quisiera unirse a su comunidad era sujeto a
una minuciosa evaluación; en la lengua actual, eran sometidos a “escrutinio”.
Cada persona que se presentara, denominada candidato, iba siempre acompañada de
una persona ya cristiana, un sponsor,
que respaldaba al candidato. El sponsor, concretamente,
daba fe de la sinceridad y el carácter moral de la persona solicitante.
Básicamente, no se admitía a alguien en la comunidad
cristiana a no ser que otra persona que ya fuera miembro la presentara y
atestiguara en favor de la autenticidad de su deseo.
Este sponsor también acompañaba al
candidato a lo largo del proceso de hacerse cristiano y lo ayudaba en
cada paso del camino. Por esto se requerían sponsors o
“padrinos” para el bautismo de niños.
Mientras que los padres del niño eran
los principales responsables de la educación de sus hijos en la fe, esta tarea
no era fácil en el Imperio romano y necesitaban la ayuda (y el
auspicio) de otros.
El Código de Derecho Canónico actual refleja este
hábito de los cristianos primitivos.
En la medida de lo posible, a quien va a recibir el
bautismo se le ha de dar un padrino, cuya función es asistir en su iniciación
cristiana al adulto que se bautiza, y, juntamente con los padres, presentar al
niño que va a recibir el bautismo y procurar que después lleve una vida
cristiana congruente con el bautismo y cumpla fielmente las obligaciones
inherentes al mismo. (N.º 872)
Si los padres fallecieran o no lograran desde sus
capacidades criar al niño en la fe cristiana, los padrinos intervendrían para
asegurar que el niño recibiera la educación apropiada.
Los padrinos de hoy día siguen esta tradición y,
aunque a menudo se los considera de manera más simbólica, se les anima a vivir
a la altura de sus obligaciones y ser sólidos ejemplos de discipulado para sus
ahijados.
Philip Kosloski
Fuente: Aleteia