
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos
sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
«Escuchad otra parábola: “Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos. Llegado el tiempo de los frutos, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro y a otro lo apedrearon.
Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo diciéndose: ‘Tendrán respeto a mi hijo’.
Pero los labradores, al ver al hijo se dijeron: ‘Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia’.
Y agarrándolo, lo sacaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?».
Le contestan:
«Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo».
Y Jesús les dice:
«No habéis leído nunca en la Escritura:
“La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente”
Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios
y se dará a un pueblo que produzca sus frutos».
Comentario
El Padre Francisco Díaz SJ comparte su comentario del Evangelio del domingo 4 de octubre (Mateo 21, 33-43), en el que Jesús narra la parábola de los viñadores homicidas y malvados.
En el Evangelio encontramos una
parábola. Si retrocedemos (21,28-32) y adelantamos unos versículos (22,1-14),
encontraremos otras dos parábolas que se relacionan con la que hoy meditamos.
Jesús se dirige a los sumos sacerdotes y
a los ancianos del pueblo (21,23). Les cuenta la parábola en la cual el dueño
de una viña envió primero a dos grupos de sirvientes y, por último, a su propio
hijo, para recoger los frutos de la cosecha. Unos pocos viñadores, negándose a
entregar los frutos, dieron muerte a los sirvientes y al hijo del dueño de la
viña. ¿Cuál será la reacción del dueño de la viña? Los sumos sacerdotes y los
ancianos responden lo que para muchos es obvio: si ellos mataron a sus
sirvientes y a su hijo, el dueño de la viña debe hacer lo mismo con esos
trabajadores.
El problema de esta respuesta radica en
pensar que los viñadores homicidas y malvados son los otros. En realidad, Jesús
quiere que los líderes religiosos entiendan que, en ocasiones, son ellos los
que desean apropiarse de la viña. La Iglesia es esa viña que el Señor cultiva y
nosotros, hombres y mujeres de fe, somos colaboradores en esa misión por Él
iniciada.
Te invito a meditar esta parábola y a
renovar tu compromiso con la misión Evangelizadora de la Iglesia. El Señor nos
ha llamado y es Él quien llevará esta obra buena a buen término.
Vatican News