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Anne Marthe Widvey-(CC BY-NC 2.0) |
Me lo explicaron. Cuando llega un huracán
y tormentas terribles el agua baja de la montaña con fuerza y necesita un
cauce. Sin ese cauce el agua arrasaría la ciudad, las casas. Lo entendí.
En mi propia vida necesito cauces vacíos.
Para cuando brote en mi alma agua en abundancia. Tal vez sin cauce no es posible dar salida al
agua y se anega mi alma, mi vida. Puede ser así, me quedé pensando.
La
sequía de no percibir a Dios
Pienso en mi alma seca tan a menudo, vacía
y muda. Aguardando en su aspecto desértico
días mejores. Cargada de pensamientos religiosos, ausente de la
presencia de Dios que todo lo inunda y enriquece. Comentaba el padre
José Kentenich:
«Entiendo muy bien si alguien me dice:
nunca estoy con Dios, aunque ciertamente tengo pensamientos religiosos. Se
puede tener gran cantidad de pensamientos religiosos. Tomemos la oración. Si
nuestra oración se diluye en pensamientos religiosos, ya no es oración. Día
tras día puedo tener toda una cantidad de pensamientos religiosos, pero mi
interior no se verá transformado. Orar significa amar«[1].
Se convierte mi alma en un cauce
seco sin amor cuando falta Dios. Cuando sólo hay pensamientos vacíos que
intentan explicar a Dios, pretenden ponerle palabras al amor más grande, más
puro. Mi alma seca, como un cauce seco.
Agua
de vida
Yo sueño con que un día se llene de agua que corra atravesando los montes, arrastrando consigo tantas impurezas, tantos desperdicios.
Busco formas en mi vida que sean cauce
para un agua que parece no llegar nunca, lo deseo pero aún no llega. Quiero
retener mi forma, mi cauce, pero permanece seco.
Sueño con un agua que todo lo transforme y le dé una vida que aún desconozco. Mientras
camino sobre mi cauce seco soñando el río.
Formas
que no sirven
Hay formas que en mi alma están muertas
incluso antes de nacer. A veces me aferro a ellas pretendiendo de esa forma,
con ese hábito lograr que Dios esté contento conmigo, en esa vana ilusión de
merecer el cariño y la salvación.
A lo mejor solamente no le hago caso a
santa Teresa de Jesús cuando decía qué tenía que mantenerme firme al
pie del monte esperando a Dios, cuando no sentía, cuando no tocaba el rostro
herido de Jesús. Y decía:
«Quien no tiene a Dios en sí mismo no
puede sentir su ausencia».
Sólo el que ha amado con fuerza sabe lo
que es la ausencia del amor, o del amado. Así estoy yo tantas veces seco
esperando a Dios casi sin conocerlo. Creo haberlo amado, haber tocado su amor.
Eso hace dura la ausencia, cuando no lo siento.
A veces la sensación de vacío es por no
haber estado nunca lleno. Otras veces es por haber vivido un día su presencia.
Vivo deseando apartar los pensamientos
religiosos para dejar que llegue a mí Dios y me calme por dentro en mis ansias.
Calmar mi sed y dejar que mi alma vuele libremente. Decía santa Teresa hablando
de su alma encadenada:
«Todo la cansa, no sabe como huir, vese
encadenada y presa. Entonces siente más verdaderamente el cautiverio que
traemos con los cuerpos y la miseria de la vida. Da voces con él, pide a Dios
libertad, como otras veces he dicho; mas aquí es con tan gran ímpetu muchas
veces que parece se quiere salir el alma del cuerpo a buscar esta libertad, ya
que no la sacan. Anda como vendida en tierra ajena».
Esperanza
paciente
Deseo esa vida que me colme en todos mis
sueños. Deseo recorrer este cauce una y mil veces aferrándome al deseo de
llegar siempre más alto, más dentro, más hondo.
Un paso más hacia delante, un paso menos
por recorrer. Sin temer la sequedad del desierto, sin tener dolor por el
presente que me limita y ata muchas veces.
Esa agua que anhelo de una fuente que no
veo, de unas nubes que no bastan, de un mar que me queda tan lejos.
Sé que los ríos surgen en la montaña y
llevar al mar. Pero el río con el que sueño surge del mar para llenar mi alma.
Y yo deseo mantener este cauce seco con el anhelo enorme de que un día las
aguas recorran mi sequía y calmen mi sed.
Necesito paciencia para
vencer mis prisas que pretenden llegar a la fuente eterna venciendo los
vientos, adelantando el tiempo.
Paciencia para creer que ese Dios
escondido me quiere a mí de una forma personal y única. Soy su
predilecto. Si realmente creyera en su amor, mi vida sería tan
distinta…
Dejaría de mendigar por los caminos
retazos pobres de un amor herido. Dejaría de buscar en fuentes secas un agua
que calme esa sed mía tan profunda.
Dejaría de pensar que son los demás los
que pueden llenar mi pozo vacío que necesita agua para poder dar vida.
Aguarda impaciente mi cauce vacío unas
lluvias que calmen todos mis miedos. Un agua que corra dentro de mí llenándome
de vida.
Mantengo cauces secos dentro de mi
alma. Fidelidad paciente la llamo yo que soy tan impaciente.
No respeto los tiempos de la vida y pretendo hacer llover donde no hay lluvia.
Y deseo que mi cauce lleve agua siempre
para no vivir vacío. Y busco de forma obsesiva el sentimiento, la emoción, el fuego. Y quiero la melodía que
resuene en mis entrañas.
Y me niego a vivir en el desierto habiendo
dejado atrás el río. Y sueño con un mar que anegue todos mis pecados,
mis debilidades, mis caídas.
[1] King, Herbert. King Nº 2 El Poder del Amor
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Zenit