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Video mensaje del Papa Francisco. Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa |
“Queremos comprometernos con valentía para dar vida, en nuestros países de origen, a un proyecto educativo, invirtiendo nuestras mejores energías e iniciando procesos creativos y transformadores en colaboración con la sociedad civil”, dijo el Papa.
En esta línea, el Santo Padre explicó que “en este proceso, un
punto de referencia es la doctrina social que, inspirada en las enseñanzas de la
Revelación y el humanismo cristiano, se ofrece como base sólida
y fuente viva para encontrar los caminos a seguir en la actual situación de
emergencia”.
“Hacemos un llamamiento de manera particular a los hombres y las
mujeres de cultura, de ciencia y de deporte, a los artistas, a los operadores
de los medios de comunicación, en todas partes del mundo, para que ellos
también firmen este pacto y, con su testimonio y su trabajo, se hagan promotores
de los valores del cuidado, la paz, la justicia, la bondad, la belleza, la
acogida del otro y la fraternidad”, indicó el Papa.
A continuación, el texto completo del video mensaje el Papa
Francisco:
Queridos hermanos y hermanas:
Cuando los invité a iniciar este camino de preparación,
participación y planificación de un pacto educativo global, no imaginábamos la
situación en la que se desarrollaría: el COVID ha acelerado y amplificado
muchas de las urgencias y emergencias que habíamos constatado, y ha manifestado
muchas otras. A las dificultades sanitarias se sumaron después las económicas y
sociales. Los sistemas educativos de todo el mundo han sufrido la pandemia
tanto a nivel escolar como académico.
En todas partes se ha intentado activar una respuesta rápida a través de
plataformas educativas informatizadas, que han mostrado no sólo una marcada
disparidad en las oportunidades educativas y tecnológicas, sino también, debido
al confinamiento y muchas otras deficiencias existentes, muchos niños y adolescentes
se han quedado atrás en el proceso natural de desarrollo pedagógico. Según
algunos datos recientes de organismos internacionales, se habla de una
“catástrofe educativa” —es un poco fuerte, pero se habla de una “catástrofe
educativa”—, ante los aproximadamente diez millones de niños que podrían verse
obligados a abandonar la escuela a causa de la crisis económica generada por el
coronavirus, aumentando una brecha educativa ya alarmante —con más de 250
millones de niños en edad escolar excluidos de cualquier actividad educativa.
Ante esta dramática realidad, sabemos que las medidas sanitarias
necesarias serán insuficientes si no van acompañadas de un nuevo modelo
cultural. Esta situación ha hecho incrementar la conciencia de que se debe
realizar un cambio en el modelo de desarrollo. Para que respete y proteja la
dignidad de la persona humana, debe partir de las oportunidades que la
interdependencia mundial ofrece a la comunidad y a los pueblos, cuidando
nuestra casa común y protegiendo la paz. La crisis que atravesamos es una
crisis global, que no se puede reducir ni limitar a un único ámbito o sector.
Es general. El COVID ha hecho posible reconocer de forma global que lo que está
en crisis es nuestro modo de entender la realidad y de relacionarnos.
En este contexto, vemos que no son suficientes las recetas
simplistas o los vanos optimismos. Conocemos el poder transformador de la
educación: educar es apostar y dar al presente la esperanza que rompe los
determinismos y fatalismos con los que el egoísmo de los fuertes, el
conformismo de los débiles y la ideología de los utópicos quieren imponerse
tantas veces como el único camino posible.
Educar es siempre un acto de esperanza que
invita a la coparticipación y a la transformación de la lógica estéril y
paralizante de la indiferencia en otra lógica distinta, capaz de acoger nuestra
pertenencia común. Si los espacios educativos hoy se ajustan a la lógica de la
sustitución y de la repetición; y son incapaces de generar y mostrar nuevos
horizontes, en los que la hospitalidad, la solidaridad intergeneracional y el
valor de la trascendencia construyan una nueva cultura, ¿no estaremos faltando
a la cita con este momento histórico?
También somos conscientes de que un camino de vida necesita una
esperanza basada en la solidaridad, y que cualquier cambio requiere un
itinerario educativo, para construir nuevos paradigmas capaces de responder a
los desafíos y emergencias del mundo contemporáneo, para comprender y encontrar
soluciones a las exigencias de cada generación y hacer florecer la humanidad de
hoy y de mañana.
Creemos que la educación es una de las formas más efectivas de
humanizar el mundo y la historia. La educación es ante todo una cuestión de
amor y responsabilidad que se transmite en el tiempo de generación en
generación.
Por tanto, la
educación se propone como el antídoto natural de la cultura individualista,
que a veces degenera en un verdadero culto al yo y en la primacía de la indiferencia.
Nuestro futuro no puede ser la división, el empobrecimiento de las facultades
de pensamiento e imaginación, de escucha, de diálogo y de comprensión mutua.
Nuestro futuro no puede ser este.
Hoy es necesario un nuevo periodo de compromiso educativo, que
involucre a todos los componentes de la sociedad. Escuchemos el grito de las
nuevas generaciones, que manifiesta la necesidad y, al mismo tiempo, la
oportunidad estimulante de un renovado camino educativo, que no mire para otro
lado, favoreciendo graves injusticias sociales, violaciones de derechos,
grandes pobrezas y exclusiones humanas.
Se trata de un itinerario integral, en el que se salga al
encuentro de aquellas situaciones de soledad y desconfianza hacia el futuro que
generan depresión, adicciones, agresiones, odio verbal, fenómenos de
intimidación y acoso entre los jóvenes. Un camino compartido, en el que no se
permanezca indiferentes ante el flagelo de la violencia y el maltrato de
menores, el fenómeno de las niñas esposas y de los niños soldados, la tragedia
de los menores vendidos y esclavizados. A esto se suma el dolor por el
“sufrimiento” de nuestro planeta, provocado por una explotación sin
inteligencia y sin corazón, que ha generado una grave crisis medioambiental y
climática.
En la historia hay momentos en los que es necesario tomar
decisiones fundamentales, que no sólo dan una impronta a nuestra forma de vida,
sino sobre todo una determinada posición ante posibles escenarios futuros.
En la actual situación de crisis sanitaria —llena de desánimo y desconcierto—, consideramos que es el momento de firmar un pacto educativo global para y con las generaciones más jóvenes, que involucre en la formación de personas maduras a las familias, comunidades, escuelas y universidades, instituciones, religiones, gobernantes, a toda la humanidad.
Hoy se requiere la parresia necesaria para ir más allá de visiones extrínsecas
de los procesos educativos, para superar las excesivas simplificaciones
aplanadas sobre la utilidad, sobre el resultado —estandarizado—, sobre la
funcionalidad y la burocracia que confunden educación con instrucción y
terminan destruyendo nuestras culturas; más bien se nos pide que busquemos una
cultura integral, participativa y multifacética. Necesitamos valentía para
generar procesos que asuman conscientemente la fragmentación existente y los
contrastes que de hecho llevamos con nosotros; la audacia para recrear el
tejido de las relaciones a favor de una humanidad capaz de hablar el lenguaje
de la fraternidad. El valor de nuestras prácticas educativas no se medirá
simplemente por haber superado pruebas estandarizadas, sino por la capacidad de
incidir en el corazón de una sociedad y dar nacimiento a una nueva cultura. Un
mundo diferente es posible y requiere que aprendamos a construirlo, y esto
involucra a toda nuestra humanidad, tanto personal como comunitaria.
Hacemos un llamamiento de manera particular a los hombres y las
mujeres de cultura, de ciencia y de deporte, a los artistas, a los operadores
de los medios de comunicación, en todas partes del mundo, para que ellos
también firmen este pacto y, con su testimonio y su trabajo, se hagan
promotores de los valores del cuidado, la paz, la justicia, la bondad, la
belleza, la acogida del otro y la fraternidad. «No tenemos que esperar todo de
los que nos gobiernan, sería infantil. Gozamos de un espacio de
corresponsabilidad capaz de iniciar y generar nuevos procesos y
transformaciones. Seamos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las
sociedades heridas. Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra
esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor
de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos» (Carta enc. Fratelli tutti, 77). Un
proceso plural y multifacético capaz de involucrarnos a todos en respuestas
significativas, donde la diversidad y los enfoques se puedan armonizar en la
búsqueda del bien común. Capacidad para crear una armonía: esto es lo que
necesitamos hoy.
Por estos motivos nos comprometemos personal y conjuntamente a:
Primero: Poner en el centro de todo proceso educativo formal
e informal a la persona, su valor, su dignidad, para hacer sobresalir su propia
especificidad, su belleza, su singularidad y, al mismo tiempo, su capacidad de
relacionarse con los demás y con la realidad que la rodea, rechazando esos
estilos de vida que favorecen la difusión de la cultura del descarte.
Segundo: Escuchar la voz de los niños, adolescentes y
jóvenes a quienes transmitimos valores y conocimientos, para construir juntos
un futuro de justicia y de paz, una vida digna para cada persona.
Tercero: Fomentar la plena participación de las niñas y de
las jóvenes en la educación.
Cuarto: Tener a la familia como primera e indispensable
educadora.
Quinto: Educar y educarnos para acoger, abriéndonos a los
más vulnerables y marginados.
Sexto: Comprometernos a estudiar para encontrar otras formas
de entender la economía, la política, el crecimiento y el progreso, para que
estén verdaderamente al servicio del hombre y de toda la familia humana en la
perspectiva de una ecología integral.
Séptimo: Salvaguardar y cultivar nuestra casa común,
protegiéndola de la explotación de sus recursos, adoptando estilos de vida más
sobrios y buscando el aprovechamiento integral de las energías renovables y
respetuosas del entorno humano y natural, siguiendo los principios de
subsidiariedad y solidaridad y de la economía circular.
Queridos hermanos y hermanas: En definitiva, queremos
comprometernos con valentía para dar vida, en nuestros países de origen, a un
proyecto educativo, invirtiendo nuestras mejores energías e iniciando procesos
creativos y transformadores en colaboración con la sociedad civil. En este
proceso, un punto de referencia es la doctrina social que, inspirada en las
enseñanzas de la Revelación y el humanismo cristiano, se ofrece como base
sólida y fuente viva para encontrar los caminos a seguir en la actual situación
de emergencia.
Tal inversión formativa, basada en una red de relaciones humanas y
abiertas, debe garantizar el acceso de todos a una educación de calidad, a la
altura de la dignidad de la persona humana y de su vocación a la fraternidad.
Es hora de mirar hacia adelante con valentía y esperanza. Que nos sostenga, por
tanto, la convicción de que en
la educación se encuentra la semilla de la esperanza: una esperanza de paz y de
justicia. Una esperanza de belleza, de bondad; una
esperanza de armonía social.
Recordemos, hermanos y hermanas, que las grandes transformaciones
no se construyen en el escritorio. Hay una “arquitectura” de la paz en la que
intervienen las diversas instituciones y personas de una sociedad, cada una
según su propia competencia, pero sin excluir a nadie (cf. ibíd., 231). Así tenemos
que seguir: todos juntos, cada uno como es, pero siempre mirando juntos hacia
adelante, hacia esta construcción de una civilización de la armonía, de la
unidad, donde no haya lugar para esta virulenta pandemia de la cultura del
descarte. Gracias.
Fuente: ACI Prensa