Martirologio Romano: En Roma, en la basílica de San Pedro, san Juan Pablo II, papa, que
gobernó la Iglesia por veintisiete años, llevando su presencia misionera a
todos los puntos de la tierra, alimentando la doctrina con abundantes y
esclarecidos documentos, y convocando a todos los hombres de nuestra época a
abrir sus puertas al Redentor. († 2005)
Fecha de beatificación: 1 de mayo de 2011, por S.S. Benedicto XVI
Fecha de canonización: 27 de abril de 2014, por S.S. Francisco
Breve Biografía
Karol Wojtyla nace el 18 de mayo de 1920, en Wadowice, a unos pocos kilómetros de Cracovia, una importante ciudad y centro industrial al norte de Polonia.
Su padre, un
hombre profundamente religioso, era militar de profesión. Enviudó cuando Karol
contaba apenas con nueve años. De él -según su propio testimonio- recibió la
mejor formación: «Bastaba su ejemplo para inculcar disciplina y sentido del
deber. Era una persona excepcional».
De joven el
interés de Karol se dirigió hacia el estudio de los clásicos, griegos y
latinos. Con el tiempo fue creciendo en él un singular amor a la filología: a
principios de 1938 se traslada junto con su padre a Cracovia para matricularse
en la universidad Jaghellonica y cursar allí estudios de filología polaca.
Sin embargo, con
la ocupación de Polonia por parte de las tropas de Hitler, hecho acontecido el
1 de septiembre de 1939, sus planes de estudiar filología se verían
definitivamente truncados.
En esta difícil
situación, y con el fin de evitar la deportación a Alemania, Karol busca un
trabajo. Es contratado como obrero en una cantera de piedra, vinculada a una
fábrica química, de nombre Solvay.
También en
aquella difícil época Karol se iniciaba en el "teatro de la palabra
viva", una forma muy sencilla de hacer teatro: la actuación consistía
esencialmente en la recitación de un texto poético. Las representaciones se
realizaban en la clandestinidad, en un círculo muy íntimo, por el riesgo de
verse sometidos a graves sanciones por parte de los nazis.
Otra importante
ocupación de Karol por aquella época era la ayuda eficaz que prestaba a las
familias judías para que pudiesen escapar de la persecución decretada por el
régimen nacionalsocialista. Poniendo en riesgo su propia vida, salvaría la vida
de muchos judíos.
A principios de
1941 muere su padre. Karol contaba por entonces con 21 años de edad. Este
doloroso acontecimiento marcará un hito importante en el camino de su propia
vocación: «después de la muerte de mi padre -dirá el Santo Padre en diálogo con
André Frossard-, poco a poco fui tomando conciencia de mi verdadero camino. Yo
trabajaba en la fábrica y, en la medida en que lo permitía el terror de la
ocupación, cultivaba mi afición a las letras y al arte dramático. Mi vocación
sacerdotal tomó cuerpo en medio de todo esto, como un hecho interior de una
transparencia indiscutible y absoluta. Al año siguiente, en otoño, sabía ya que
había sido llamado. Veía claramente qué era lo que debía abandonar y el
objetivo que debía alcanzar "sin una mirada atrás". Sería sacerdote».
Habiendo
escuchado e identificado con claridad el llamado del Señor, Karol emprende el
camino de su preparación para el sacerdocio, ingresando al seminario
clandestino de Cracovia, en 1942. Dadas las siempre difíciles circunstancias,
el hecho de su ingreso al seminario -que se había establecido clandestinamente
en la residencia del Arzobispo Metropolitano, futuro Cardenal Adam Stepan
Sapieha- debía quedar en la más absoluta reserva, por lo que no dejó de
trabajar como obrero en Solvay. Años de intensa formación transcurrieron en la
clandestinidad hasta el 18 de enero de 1945, cuando los alemanes abandonaron la
ciudad ante la llegada de la "armada roja".
El 1 de
noviembre de 1946, fiesta de Todos los Santos, llegó el día anhelado: por la
imposición de manos de su Obispo, Karol participaba desde entonces -y para
siempre- del sacerdocio del Señor. De inmediato el padre Wojtyla fue enviado a
Roma para continuar en el Angelicum sus estudios teológicos.
Dos años más
tarde, culminados excelentemente los estudios previstos, vuelve a su tierra
natal: «Regresaba de Roma a Cracovia -dice el Santo Padre en Don y Misterio-
con el sentido de la universalidad de la misión sacerdotal, que sería
magistralmente expresado por el Concilio Vaticano II, sobre todo en la
Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen gentium. No sólo el obispo, sino
también cada sacerdote debe vivir la solicitud por toda la Iglesia y sentirse,
de algún modo, responsable de ella».
Como Vicario
fue destinado a la parroquia de Niegowic, donde además de cumplir con las
obligaciones pastorales propias de la parroquia, asumió la enseñanza del curso
de religión en cinco escuelas elementales.
Pasado un año
fue trasladado a la parroquia de San Florián. Entre sus nuevas labores
pastorales le tocó hacerse cargo de la pastoral universitaria de Cracovia.
Semanalmente iba disertando -para la juventud universitaria- sobre temas
básicos que tocaban los problemas fundamentales sobre la existencia de Dios y
la espiritualidad del ser humano, temas que eran necesarios profundizar junto
con la juventud en el contexto del ateísmo militante, impuesto por el régimen
comunista de turno en el gobierno de Polonia.
Dos años
después, en 1951, el nuevo Arzobispo de Cracovia, mons. Eugeniusz Baziak, quiso
orientar la labor del padre Wojtyla más hacia la investigación y la docencia.
No sin un gran sacrificio de su parte, el padre Karol hubo de reducir
notablemente su trabajo pastoral para dedicarse a la enseñanza de Ética y
Teología Moral en la Universidad Católica de Lublín. A él se le encomendó la
cátedra de Ética. Su labor docente la ejerció posteriormente también en la
Facultad de Teología de la Universidad Estatal de Cracovia.
Nombrado Obispo
por el Papa Pío XII, fue consagrado el 23 de setiembre de 1958. Fue entonces
destinado como Obispo auxiliar a la diócesis de Cracovia, quedando a cargo de
la misma en 1964. Dos años después, la diócesis de Cracovia sería elevada al
rango de Arquidiócesis por el Papa Pablo VI.
Su labor
pastoral como Obispo estuvo marcada por su preocupación y cuidado para con las
vocaciones sacerdotales. En este sentido, su infatigable labor apostólica y su
intenso testimonio sacerdotal dieron lugar a una abundante respuesta de muchos
jóvenes que descubrieron su llamado al sacerdocio y tuvieron el coraje de
seguirlo.
Asimismo, ya
desde entonces destacaba entre sus grandes preocupaciones la integración de los
laicos en las tareas pastorales.
Mons. Wojtyla
tendrá una activa participación en el Concilio Vaticano II. Además de sus
intervenciones, que fueron numerosas, fue elegido para formar parte de tres
comisiones: Sacramentos y Culto Divino, Clero y Educación Católica. Asimismo
formó parte del comité de redacción que tuvo a su cargo la elaboración de la
Constitución pastoral Gaudium et spes.
Es creado
Cardenal por el Papa Pablo VI en 1967, un año clave para la Iglesia peregrina
en tierras polacas. Fue entonces que la Sede Apostólica puso en marcha su
conocida Ostpolitik, dando inicio a un importante "deshielo" a nivel
de las frías relaciones entre la Iglesia y el Estado comunista. El flamante
Cardenal Wojtyla asumiría un importante papel en este diálogo, y sin duda
respondió a esta difícil y delicada tarea con mucho coraje y habilidad. Su
postura -la postura en representación de la Iglesia- era la misma que había
sido tomada también por sus ejemplares predecesores: la defensa de la dignidad
y derechos de toda persona humana, así como la defensa del derecho de los
fieles a profesar libremente su fe.
Su sagacidad y
tenacidad le permitieron obtener también otras significativas victorias: tras
largos años de esfuerzos, en contra de la persistente oposición de las
autoridades, tuvo el gran gozo de inaugurar una iglesia en Nowa Huta, una
"ciudad piloto" comunista. Los muros de esta iglesia, cual símbolo
silente y a la vez elocuente de la victoria de la Iglesia sobre el régimen
comunista, habían sido levantados con más de dos millones de piedras talladas
voluntariamente por los cristianos de Cracovia.
En cuanto a la
pastoral de su arquidiócesis, el continuo crecimiento de la ciudad planteaba al
Cardenal muchos retos. Ello motivó a que con habitual frecuencia reuniese a su
presbiterio para analizar las diversas situaciones, con el objeto de responder
adecuada y eficazmente a los desafíos que se iban presentando.
En 1975 asiste
al III Simposio de Obispos Europeos. Allí en el que se le confía la ponencia
introductoria: «El obispo como servidor de la fe». Ese mismo año dirige los
ejercicios espirituales para Su Santidad Pablo VI y para la Curia vaticana. Las
pláticas que dio en aquella ocasión fueron publicadas en un libro titulado
Signo de contradicción.
Sucesor de Pedro
Elegido pontífice el 16 de octubre de 1978,
escogió los mismos nombres que había tomado su predecesor: Juan Pablo. En una
hermosa y profunda reflexión, hecha pública en su primera encíclica (Redemptor
hominis), dirá él mismo sobre el significado de este nombre:
«Ya el día 26 de agosto de 1978, cuando él
(el entonces electo Cardenal Albino Luciani) declaró al Sacro Colegio que
quería llamarse Juan Pablo -un binomio de este género no tenía precedentes en
la historia del Papado- divisé en ello un auspicio elocuente de la gracia para
el nuevo pontificado. Dado que aquel pontificado duró apenas 33 días, me toca a
mí no sólo continuarlo sino también, en cierto modo, asumirlo desde su mismo
punto de partida. Esto precisamente quedó corroborado por mi elección de
aquellos dos nombres. Con esta elección, siguiendo el ejemplo de mi venerado
Predecesor, deseo al igual que él expresar mi amor por la singular herencia
dejada a la Iglesia por los Pontífices Juan XXIII y Pablo VI y al mismo tiempo
mi personal disponibilidad a desarrollarla con la ayuda de Dios. A través de
estos dos nombres y dos pontificados conecto con toda la tradición de esta Sede
Apostólica, con todos los Predecesores del siglo XX y de los siglos anteriores,
enlazando sucesivamente, a lo largo de las distintas épocas hasta las más
remotas, con la línea de la misión y del ministerio que confiere a la Sede de
Pedro un puesto absolutamente singular en la Iglesia. Juan XXIII y Pablo VI
constituyen una etapa, a la que deseo referirme directamente como a umbral, a
partir del cual quiero, en cierto modo en unión con Juan Pablo I, proseguir
hacia el futuro, dejándome guiar por la confianza ilimitada y por la obediencia
al Espíritu que Cristo ha prometido y enviado a su Iglesia (...). Con plena
confianza en el Espíritu de Verdad entro pues en la rica herencia de los
recientes pontificados. Esta herencia está vigorosamente enraizada en la
conciencia de la Iglesia de un modo totalmente nuevo, jamás conocido
anteriormente, gracias al Concilio Vaticano II».
"No tengáis miedo"
Fueron éstas las primeras palabras que S.S.
Juan Pablo II lanzó al mundo entero desde la Plaza de San Pedro, en aquella
memorable homilía celebrada con ocasión de la inauguración oficial de su
pontificado, el 22 de octubre de 1978. Y son ciertamente estas mismas palabras
las que ha hecho resonar una y otra vez en los corazones de innumerables
hombres y mujeres de nuestro tiempo, alentándonos -sin caer en pesimismos ni
ingenuidades- a no tener miedo "a la verdad de nosotros mismos",
miedo "del hombre ni de lo que él ha creado": «¡no tengáis miedo de
vosotros mismos!». Desde el inicio de su pontificado ha sido ésta su firme
exhortación a confiar en el hombre, desde la humilde aceptación de su
contingencia y también de su ser pecador, pero dirigiendo desde allí la mirada
al único horizonte de esperanza que es el Señor Jesús, vencedor del mal y del
pecado, autor de una nueva creación, de una humanidad reconciliada por su
muerte y resurrección. Su llamado es, por eso mismo, un llamado a no tener
miedo a abrir de par en par las puertas al Redentor, tanto de los propios
corazones como también de las diversas culturas y sociedades humanas.
Este llamado que ha dirigido a todos los
hombres de este tiempo, es a la vez una enorme exigencia que él mismo se ha
impuesto amorosamente. En efecto, «el Papa -dice él de sí mismo-, que comenzó
Su pontificado con las palabras "!No tengáis miedo!", procura ser
plenamente fiel a tal exhortación, y está siempre dispuesto a servir al hombre,
a las naciones, y a la humanidad entera en el espíritu de esta verdad
evangélica».
Nació al Reino de Dios, el 2 de abril de 2005. El 28 de junio
del mismo año se inició su causa para la beatificación, misma que se realizó el
1 de mayo, Segundo Domingo de Pascua del año 2011, Día de la Divina
Misericordia, en ceremonia presidida por S.S. Benedicto XVI.
Por: P. Jürgen Daum
Fuente: Catholic.net